13 oct 2012

Pensamientos absurdos

Últimamente ni el mundo que cree para mi propia protección es suficiente, me siento ahogada en este mundo tan contaminado de odio y dolor; pienso que huir es de cobardes y sin embargo no me faltan ganas de dejar todo esto que tanto me lastima; cada día que va pasando trae un incidente nuevo y esto resulta tan monótono que ya ni siquiera mis sentimientos deciden desbordarse para prestar atención a estos hechos. Vivir es duro, debería ser lo primero que te dicen al nacer, vienes a este mundo por el deseo de otros dos seres que pueden resultar los más egoístas de este mundo.

Camino cada noche bajo las estrellas, buscando compañía en el susurro del viento, su dulce susurro me dan las fuerzas para seguir avanzando hasta ese nuevo mundo que hace tantos años estoy tratando de encontrar, todas aquellas metas y sueños que tengo desde hace tanto es lo único que me mantiene en pie, aquello que me ha hecho tomar medidas para convertirme en quien soy hoy, ese ser de dos caras, muchos se preguntaran cual es el real... De hecho los dos lo son, por increíble que parezca parece que puedo ser dos personas a la vez, basta con salir lejos de mi jaula para convertirme en esa ave libre que tiene la fortaleza de luchar por todo...  

Sonrisas amables, comentarios jocosos, temperamento fuerte, extraña madurez, graciosamente egocéntrica y un don de psicóloga y consejera, ni siquiera se como obtuve ese último, en fin ese es el ser que quisiera ser siempre, aquel que esta rodeado de esos amigos que tanto aprecio, aquellos que han logrado darme tanta fortaleza sin notarlo... 

Pero la vida no siempre es como queremos y gracias a eso es que existe este otro ser, egoísta. temeroso lleno de dolor y soledad, aquel cuyo miedo más grande es permitir que alguien la enamoré, precisamente aquel que esta escribiendo esta absurda carta para desahogarse, aquella chica que tanto detesto, la pequeña que solo se encierra en su habitación a la espera de como avanzará todo... 

Mi yo bipolar, escritora de historias románticas que le encantaría que fueran realidad, pero a la vez la que más huye de los sentimientos sin importar si lastima a otros...

Maldición! Resulta una guerra entre mis dos yo el estar en estas situaciones, odio cuando pasa, cuando no puedo proteger a la persona que más amo en este mundo, a la única que jamás me ha abandonado, todo por ridículas barreras como la edad o la poca experiencia, las barras de la jaula se hacen más fuertes y siento que no tengo fuerza suficiente para destrozarlas, afortunadamente soy terca y no pienso rendirme, tal vez no sea ahora pero pronto podré dejar con la boca cerrada a todos aquellos que se han dedicado a destrozar mi vida y la vida de quien quiero...

Es algo tonto dejar esto escrito en un blog pero es aquí donde perdurará en el tiempo, necesito recordar cada una de estas palabras, soy su única destinataria y son mis experiencias, un ser tan extraño como yo sería capaz de entender esto; en fin rezare por mi calma y encargare mi alma a mi querido ángel y guardaré nuevamente mis emociones hasta que se desborden nuevamente, lucharé sin parar así todo lo malo será un absurdo chiste del pasado, esperen que pronto sabrán que ser prevalecerá! 

13 jun 2012

BOS Epilogo


Epílogo

En su ático de Nueva York, Josh Alexander puso la pesada espada en el suelo de su salón
y la desempaqueto.

Junto a él, su visitante dejó escapar un suspiro. Josh no estaba sorprendido. Había vivido
con ella toda su vida, y todavía se ponía así. La espada brillaba, casi centelleando bajo la luz
de la lámpara. El oro y la plata se entrelazaban en la empuñadura elaboradamente tallada.
La hoja, sin marcas de ningún signo de deterioro, relucía como nueva – limpia, afilada y
letal. Toda el arma parecía señalar que todo el apartamento caramente diseñado se estaba
iluminándose, resplandeciente contra el anodino y común recubrimiento viejo en el que
estaba.

A veces, como ahora, cuando no la había visto en mucho tiempo, Josh casi entendía por
qué su padre se había imaginado que la espada contenía muchísimo poder. Era hermosa,
impresionante, una exquisita pieza mortal de eterna artesanía. La edad solo le otorgaba una
mayor grandeza.
Sin embargo, esta noche, por primera vez, Josh se vio obligado a tocarla. Parecía
extrañamente... viva.

Con una sonrisa de desaprobación, Josh cerró sus dedos alrededor del frío y tallado de
metal, como había hecho antes en innumerables ocasiones. El dolor le golpeó al instante,
como una descarga de electricidad golpeándole hacia atrás, incluso cuando dejó caer la
espada con un grito de sorprendente agonía.

Mareado, cayó de rodillas, agarrándose la quemada y palpitante mano con la otra mientras en
su cabeza se arremolinaban visiones horribles de la espada - balanceándose, abalanzándose,
cortando, su brillante hoja goteando con sangre escarlata. La mano que la sostenía no era la
suya. Sin guantes, era pálida, fuerte y vigorosa. La sangre corría en elegantes riachuelos sobre
sus nudillos y sus largos y afilados dedos. La oscurecida cara de un hombre desconocido
nadó por su visión; joven, fuerte y guapo, con unos terribles y ardientes ojos negro y unos
despiadados y serios labios. Su atronadora voz resonó en la cabeza de Josh, paralizándolo
con sobrecogimiento y temor.

“Soy Thomas. Dame mi espada.”
Fin

12 jun 2012

BOS Capitulo 18 Final


Hola! Finalmente estoy en vacaciones, este fue un duro semestre lleno de exámenes difíciles y de continuos sobresaltos lo bueno es que todo salió perfecto :D... Este es el final de la primera temporada y agradezco eternamente su paciencia ya que yo misma se lo horrible que es leer una historia que suben cada mil años, pero aprovechando mis vacaciones tratare de subir más rápido la segunda temporada y acabarla antes de que inicie mi siguiente semestre (cuyas materias analice ayer y descubrí que será terriblemente difícil XD) En fin, espero lo disfruten y esten atentos  a Blood on Silk 2 :)

Capítulo 18

Con el corazón en la boca, ella abrió la puerta de su apartamento y lo dejó entrar. Se
sintió más simbólico que su primer beso, más importante que la caliente, urgente
consumación de la Catedral, porque el pequeño lugar representaba todo lo que Elizabeth
Silk era—ella en la privacidad.

Como si él lo supiera, se tomó un tiempo en mirar a su alrededor a medida que entraba y la
rozaba al pasar. No había mucho para ver, excepto un desastre en la pequeña sala cuadrada,
sólo un abarrotamiento de abrigos, guantes y zapatos, la mayoría de los cuales había perdido
su lugar.

Entró caminando en el living y él la siguió, echándole un vistazo a las pinturas sobre las
paredes, el salvaje paisaje marino, el pacífico jardín, la antigua atmósfera de un castillo
escocés bien conocido, y el divertido y torcido dibujo de una calle de St. Andews, hecho por
un artista amigo.

Él sonrió. —Las facetas de Elizabeth Silk. —Confundida, pensó ella tristemente. Como las pilas de
ensayos sobre el sofá y los inicios de su tesis en la vieja mesa entre dos tazas de café usadas,
una revista de mujeres, una estaca de madera rota, y una envoltura de chocolate rota—y
los libros que llenaban la casa desde monografías históricas a noveluchas. Era una mujer sin
una identidad definida…
—Cambiando constantemente, abierta a todo. Me gusta eso.
Ella se sonrojó ante su halagadora interpretación. Él caminó hacia la ventana, mirando el
oscuro Mar del Norte. Ella dijo:
—Quería que te gustara la casa. No sé por qué.
Él se volvió. 
—Gracias —su voz fue baja y ronca, y cuando la tocó, se derritió en su abrazo.

Ya le había escrito a Mihaela, para decirle que estaba en casa y que la llamaría en la mañana.
Supo que Konrad estaba débil pero vivo. Su teléfono estaba apagado. El mundo estaba
excluido. Este era su tiempo robado, y el robo era increíblemente dulce.
La torpeza y el miedo de ella habían desaparecido. Mientras se duchaba, lo escuchó poniendo
música, tratando y descartando muchos discos con la velocidad de la familiaridad, hasta
que encontró un tono que lo complació—Billie Holiday; amoroso y conmovedor. Ella pensó
que podría llorar.

Su sombra oscureció la cortina de la ducha, y su pulso empezó a correr de nuevo. Abriéndola
de golpe, tomó su mano, la ayudó a salir y la metió en sus brazos. En silencio, envolvió una
toalla a su alrededor, teniendo un cuidado extra tierno en las contusiones y laceraciones
que llenaban su piel de la rara batalla nocturna.
—¿Tú no tienes alguna? —preguntó ella.
—Sano demasiado rápido.
Ella alzó la vista hacia su rostro concentrado y se dio cuenta que no quería bloquearlo todo
y olvidarlo. Quería entenderlo, entenderlo a él.
—¿Cómo hiciste para obligar a Maximilian a luchar por ti? O al menos —se corrigió—, ¿qué
se presentara por ti?
—No lo hice. Le conté mis pensamientos y los de Zoltán, y lo dejé escoger.
—Pensé que lo matarías.
—Lo contemplé. Pero la cosa con Maximilian es que él piensa por si mismo—siempre lo
hace. Era ambicioso y pensaba que podía gobernar mejor que yo. Y por supuesto, quería a
Tsigana. Pero la realidad volvió su ambición en cenizas. Había visto muy rápido que Tsigana
no era digna de la inmortalidad. Creo que también deseó rápidamente volver bajo mi
mando. Por supuesto, facciones emergieron; Zoltán emergió. El deseo por la novedad, por
el cambio que me había permitido ser expulsado, trabajó en su contra también. Zoltán era
el rostro del nuevo vampirismo, brutal, irreflexivo, egoísta, y Maximilian no pudo soportarlo.
Tom sonrió.

—Cuando lo sentí, pensé que había venido a matar a Zoltán. Me lo debía, después de todo.
—Podría haber llegado a matarte cuando estabas en tantos problemas.
—Podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Vino para echar una mirada y, tal vez, asegurarse de
que yo tuviera una oportunidad. —El labio de Tom tuvo un tic—. Pagando una deuda,
dijo.

Una de sus manos se había acercado para descansar debajo de la toalla sobre su pecho
desnudo. La otra acariciaba su garganta, justo sobre el lugar donde la había mordido
Budapest y en Sighesciu.
Alzó su mirada hacia él.
—Era tu amigo, ¿no? —Así era como lo habían atrapado. Su amante y su amigo.
—Si. Era mi amigo. Uno de los únicos dos vampiros que he hecho en un milenio. El otro es
Bill.
Ella tocó su rostro, sin querer sumarse más al dolor que no había revelado pero que de todas
formas sintió. Maximilian y Bill eran como sus hermanos. Ambos lo habían traicionado de
maneras distintas; aún así estuvieron a su lado esta noche en la batalla.
—Bill le dice a los cazadores cosas.
—Lo sé.
—Pensé que si lo sabías, lo matarías.
—Casi lo hice. Casi te maté también. El problema con la muerte es, —sus labios se crisparon—,
que es muy definitiva.
—No era para ti.
—Lo será algún día. Pero todavía no. —Su boca se cerró sobre la de ella, y ella se presionó
contra él. La levantó, llevándola al cuarto, tendiéndola entre la ropa que se había probado
y rechazado esta tarde antes de regresar a la falda y al top que había comprado para su cita
con Richard.

¡Mierda!

Oh, bueno, mañana me disculparé. Este es el único momento que tengo para Tom, para
nosotros…

Tom se tendió junto a ella, desnudo, besando sus pechos con fuertes, sensuales empujes
que la volvían salvaje. Su boca se deslizaba hacia arriba a su pulso martillante en la base de
su garganta y al costado de su cuello. Succionó la piel en su boca, y ella se arqueó hacia
arriba, lanzando su cabeza hacia atrás con peculiar éxtasis y necesidad. Sus dientes, navajas
afiladas y acariciantes, rozaron su vena.
“Un pequeño trago,” murmuró en su cabeza. “Para tenerte dentro de mí mientras estoy dentro
tuyo…”
Las palabras la estaban excitando, cubriendo el dolor de la perforación de sus dientes. Su
pesado muslo se movió sobre ella, fijándola abajo. Su mano se posicionó entre medio de
sus piernas, y sintió el empuje lento y frío de su boca, sumando calor al placer ardiente e
implacable. Lo agarró firmemente y lo acercó mientras él bebía de ella.

En algún lugar en el torrente de éxtasis, estuvo conciente de Billie Holiday. 
“Calla ahora, no expliques, eres mi alegría y mi dolor”.

Y ella quiso llorar, sólo que no hubo tiempo, él se acercaba sobre ella, entrando en su cuerpo mientras lamía el dolor de su herida, y todo empezaba nuevamente.

* * *

En algún momento durante la tormenta del estremecedor clímax, sus bocas se habían
acercado, para separarlas lentamente después, lamiendo a lo largo de su labio superior
tembloroso.
Ella tragó. La desolación tembló en el borde de su frágil y temporal felicidad.
—¿Eso fue venganza también?
—Nunca fue por venganza. Quería la sangre de Tsigana. Y después, te quise a ti.
—Tom, vete antes de que yo…
Ella lo empujó en el pecho, pero permaneció inamovible, dentro de ella y afuera.
—Me diste esta noche —le recordó el—, y la quiero toda.
Se rindió y enroscó sus brazos alrededor de su cuello.
—Igual yo —susurró ella—. Oh, igual yo.
Poco después, se levantó de la cama y fue a la ventana, apartando la cortina cerrada una
pulgada para ver el exterior de la calle tranquila. Estaba en el limbo, entre la última batalla
y la siguiente, la que fuera. Mirando sobre su hombro, a donde él yacía sobre la cama, su
poderoso brazo sobre su pecho mientras la observaba, ella atrapó un vislumbre de sangre
sobre la sábana. Miró fijamente la diminuta gota mientras su memoria recordaba.
—Es como el sueño que tuve… —No había cuerpos, a excepción de los fantasmas y los
horrores en su mente de la reciente lucha, pero Tom y la sangre estaban sobre las
sábanas—. ¿Enviaste los sueños?
—No. Pero no me sorprenden. Tuvimos asuntos inacabados, tú y yo.

Mientras él se levantaba y se acercaba a su lado, sus músculos se tensaban en su hermoso y
pálido cuerpo, Elizabeth suspiró:
—No está claro, ¿no? Bien y mal. Eso es lo que significaba cuando dijiste que el mal estaba
en el ojo del observador. Todos lo vemos de manera diferente. —Se apoyó en su hombro—.
Realmente quise matarte esta noche, porque era lo correcto. Y ahora… —cerró los ojos—.
Me pregunto si fue más el amor lo que me detuvo.
Mientras su brazo la acercaba, ella abrió sus ojos y miró hacia arriba a su rostro.
—¿Eres malvado? —susurró ella—. ¿Realmente esclavizarías a la humanidad?
—Esclavizar no es una bonita palabra.
—No es una buena acción.
—Algunas formas de esclavitud son claras e irrefutables. Como la asquerosidad de levantar
a los muertos sin alma, sin voluntad. Otras son más una cuestión de percepción.

Era tan raro tener esta conversación, desnudos en su habitación, su brazo alrededor de su
cintura. Pero esta era su noche robada. Dejando que su cabeza cayera sobre su hombro, ella
inhaló su esencia distintiva y trató de absorberla por su piel.
—Estás jugando con las palabras, Tom. ¿Qué es lo que intentas hacer?
—No lo sé todavía…con exactitud. Pero debes admitir, el mundo se ha equivocado
drásticamente sin mí. Solamente en el último siglo, dos guerras mundiales que mataron a
millones de personas, una sociedad que se ha llenado frenéticamente de odio…
—Eso terminó —sostuvo ella.
—Todavía tienen hambruna y codicia. Tu mundo está dividido con la intolerancia religiosa y
el odio, la violencia, el asesinato, la falta de honradez; sin embargo, desprecias a los vampiros
por algunos actos…
—Nadie niega que hemos cometidos errores —replicó Elizabeth—, o finge que el mundo es
perfecto. Cometeremos más errores, pero serán nuestros.
—¿Por qué?
Levantó su cabeza para mirarlo.
—¿Por qué que?
—La tierra me pertenece tanto como a ti. ¿Por qué deberían cometer todos los errores
cuando yo puedo hacer mejor las cosas?
—¿Mejor para quién? ¿Los vampiros?
Inclinó la cabeza.
—A corto plazo, sí.
—Los vampiros matan personas. Tú matas personas…
—Raramente. Cuando es lo correcto.
—¿Pero como puede ser correcto, Tom? Me dijiste que pensabas diferente de nosotros.
Entonces, ¿por qué deberías juzgar quienes merecen vivir o morir?
—Porque puedo.
Ella lo agarró del hombro y lo sacudió, pero antes de que pudiera hablar, él dijo:
—Veo más que los humanos o vampiros. Se matan entres sí, ambos creyendo que están
haciendo lo correcto. Están haciendo juicios también, basados en poco más que prejuicios 
y malentendidos. Zoltán habría esclavizado tantos humanos como pudiera—después
que le di la idea. Eso habría sido esclavitud, arraigada en su propio violento y sanguinario
hedonismo—una pesadilla inimaginable para tu gente. Puedo traer justicia.
—¡No es justicia sin consentimiento!
—El consentimiento vendrá con el conocimiento.
No sabía si estar más fascinada o aterrorizada. No sonaba como la carnicería demente
y la destrucción profetizada por los cazadores y sin duda lo prometido por Zoltán, y sin
embargo…
—Realmente quieres dominar el mundo, ¿verdad? —su voz salía entrecortada.
—Soy bueno en eso.
—No te lo permitiré, Tom.
—Lo sé.

Deslizó ambos brazos alrededor de su cintura y apoyó su cabeza sobre su pecho. Cerró los
ojos para apartar el dolor.
—Entonces, después de esta noche, somos enemigos de nuevo. Se va a terminar. —Palabras
feas, emociones feas entre esta dulzura que nunca se debería haber permitido, sin embargo
no lo lamentaba. Ella sintió sus labios en su cabello, y su garganta se cerró. Si lloraba, él
sentiría las lágrimas sobre su pecho.
—Hacemos lo que tenemos que hacer —le dijo en la oreja, y ella pudo haber jurado que su
voz dolía tanto como la de ella—. Hay muchas mas horas hasta mañana. Pero Elizabeth…
Sucumbió ante la insistencia de sus dedos y levantó la cabeza. Su belleza era borrosa, pero
aguantó las lágrimas. Él la besó, su boca moviéndose sobre sus labios tanto como su aliento
mientras sus palabras sonaban dentro de su cabeza.

“Nunca se va a terminar.”


FIN

26 abr 2012

BOS: Capitulo 17



Ha pasado más de un mes desde la última vez que he subido capitulo y lo siento en verdad, la cuestión es que muchas cosas han pasado... Mi universidad me consume mucho y además de eso estoy estudiando alemás, ya decidí hacer mis prácticas estudiantiles en Berlin y aunque aun falta para que llegue ese momento quiero estar preparada, además de eso el papá de mi mejor amiga murió, fue tan repentino y doloroso, aunque en ese momento me di cuenta lo increíble y fuerte que era, asumió con valor lo que pasaba y apoyo a su familia al máximo, fue estupendamente valiente y fuerte y recorde porque es que la quiero tanto y la admiro (aunque nunca se lo digo XD) En fin, dentro de un mes acabo este semestre así que en mis vacaciones subire la segunda parte de Blood on Silk y espero en este mes terminar la primera, sobre Retrum tengo un problemita con el archivo cuando lo encuentre lo subire así que espero tengan paciencia y ojala sigan leyendo, yo tengo miles de fics por adelantar pero bueno aun tengo tiempo :D




Capítulo 17 



Un penique por tus pensamientos —dijo Mihaela. 

Elizabeth, mirando por la ventana de su sala de estar con una mano en la maleta, saltó al 

sonido de la voz de la cazadora y se giró bruscamente. 

Mihaela estaba sentada en el suelo, afilando sus espadas y las de Elizabeth. 

Elizabeth dijo: 

—Me estaba preguntando cómo pasaste esa cosa a través de la seguridad del aeropuerto. 

—No, tú no lo hacías. 

Elizabeth dio una sonrisa torcida. 

—No, no lo hacía —estuvo de acuerdo—. Estaba pensando en las extrañas direcciones 

que toma la vida de las personas. Hace dos meses yo era una persona normal, disfrutando 

realmente de mis desafíos de investigación y todavía vagamente satisfecha con mi vida sin 

complicaciones. Y ahora daría cualquier cosa por volver a esa normalidad insatisfactoria. 

—Eso es normal también —la tranquilizó Mihaela—, en tales circunstancias. 

—Pensé que quería emoción... —Se interrumpió, desterrando la visión no deseada de 

Tom de su mente, así como de la punta de la lengua—. Odio esta confusión —murmuró. 

Mihaela la miró más de cerca. El marrón profundo como la tierra en sus ojos, que eran 

incómodamente perspicaces. 

—Hablas del miedo de la batalla de esta noche. 

Ella lo hacía. Tenía que continuar desterrando los recuerdos de su noche en los brazos de 

Tom, todos esos sentimientos que había despertado en ella. Tenía que seguir diciéndose 

a sí misma que esos sentimientos no eran más que sexuales, obligarse a concentrarse de 

vuelta a la necesidad de eliminarlo del mundo. Sin embargo, el susurro de que él no era todo 

malo, y el recuerdo de su felicidad efímera, se mantenía introduciéndose, arremolinándose 

y agarrándose de su estómago. 

Era ya el momento de terminar esto. 

Ella se rió, sintiéndose un poco inestable. 

—Supongo que me pregunto lo que podría haber sido. —Vio las manos firmes de Mihaela, 

pacientemente afilando la hoja de su espada, entonces lentamente levantó los ojos al rostro 

concentrado del cazador—. ¿Nunca te imaginas una vida diferente a ésta? ¿Una “normal” 

con un trabajo de oficina estable, un marido, hijos...? 

—¿Y un coche caro para lavar los domingos? —interrumpió Mihaela con una sonrisa 

ligeramente despectiva. 

—Ese tipo de cosas. ¿Nunca las quieres? 

—No importa. No tengo la probabilidad de conseguirlas. 

—Podrías dejar de ser una cazadora. 

—No, no puedo —dijo Mihaela. Para ella, ni siquiera era una opción. Su voz era demasiado 

firme para siquiera considerar las alternativas. Y sin embargo, Elizabeth detectó una nota de 

tristeza también, un indicio de que tal vez, muy dentro de ella, en un lugar similar, tal vez, al 

único donde Elizabeth suprimía todas sus emociones sobre Thomas, Mihaela anhelaba esa 

vida “normal.” Pero era una vida que el cazador nunca tendría, porque su trabajo era más 

importante. 

Con una punzada de culpabilidad, Elizabeth se levantó inquieta, a continuación, se dirigió a 

Mihaela y a las espadas. 

—¿Es suficiente? —preguntó bruscamente—. ¿Son realmente lo suficientemente fuertes? 

—Yo creo que sí —dijo Mihaela con calma—. Zoltán, Maximilian, un grupo de vampiros de 

fuerza media, un ejército de zombis, seis cazadores, incluyendo Konrad, y tú. Contra él, y 

posiblemente Bill, si es que todavía camina. 

—Creo que lo hace. Zoltán se habría jactado si él estuviera muerto. Los mayores saben 

cuando uno de ellos muere.

Mihaela pareció sorprendida de que ella supiera tal cosa, era algo que no incidía mucho en 

el trato diario de los cazadores, a menudo tratos brutales con los no muertos. 

—Lo que sea. Las probabilidades siguen estando a nuestro favor. Tom no es infalible. Ha 

sido derrotado antes y en el apogeo de su fuerza. Es cierto que por personas de su confianza, 

pero esa es nuestra lección, ser rápidos, seguros y sin vacilaciones. 

Elizabeth asintió con la cabeza. Centrándose solo en eso. Una noche más, tan sólo unas 

horas más, y todo habrá terminado... Recogiendo su propia espada de su posición al lado de 

la pierna de Mihaela, tocó la hoja afilada cuidadosamente con un dedo. 

A ella nunca se le permitiría usarla en el club de esgrima de nuevo. 

Mihaela dijo: 

—Él viene a evitar que Zoltán se alimente de ti. No se espera un ejército. 

—Él sabe que estaremos aquí, sin embargo. Sentirá a Konrad como él me siente. —Ellos 

habían estado por encima de esto, antes. Ella iba en círculos—. Pero sé, que no esperará al 

resto. Aún así... ¿Mihaela? No creo que Maximilian venga. Zoltán puede haberlo encontrado, 

pero que él esté tentado a salir de su retiro. Si lo hubiera hecho, no habría estado tan ansioso 

por aceptar nuestra alianza. 

—Tenemos que aprovechar la oportunidad. ¿Puedes luchar de esa manera? 

Elizabeth miró su falda larga. Tenía dos razones para usar el nuevo equipo, para mantener 

la pretensión de ser víctima de Zoltán, y para mostrar a Richard que ella realmente tenía la 

intención de asistir a la fiesta más tarde. Después de haber dudado durante mucho tiempo 

acerca de si salir o no con Richard era una buena idea, se negó a retractarse de su decisión 

final. No tenía sentido eliminar el obstáculo para vivir y amar, si entonces lo dañaba con una 

fuente posible de felicidad. 

—Puedo pelear de cualquier manera —dijo con gravedad. 

—Muy bien. —Mihaela miró por la ventana. Era casi de noche—. Cinco minutos, y luego 

debemos ir. 

—Vamos ahora, tengo que llamar a alguien en el camino.

*** 

—¡Elizabeth! —sorprendido, Richard abrió la puerta ancha a manera de invitación. Se veía 

gratamente arrugado en vaqueros casuales y una camiseta. La música folclórica estaba a 

todo volumen en el interior, un gusto musical del que ella no había sido consciente. 

Su mirada se estrechó, fijándose en su apariencia, y un brillo de apreciación iluminó sus 

ojos. Eso reforzó su confianza, su determinación de seguir adelante con su vida. 

—No puedo detenerme —balbuceó Elizabeth—. Algo está pasando, así que solo te 

encontraré en el Harpers tan pronto como pueda. 

—Oh. —Claramente, no era una situación en la que él se encontraba muy a menudo. Parecía 

desinflado—. Muy bien, entonces. 

—Siento mucho el desorden a tu alrededor, Richard, te veo más tarde. —Espero. 

Impulsivamente, se estiró, dándole un rápido beso en la mejilla, y corrió por las escaleras 

a la calle antes de que él pudiera hablar. Ella haría esto para él, y para sí misma. Necesitaba 

deshacerse de Tom urgentemente. 

—¿Todo bien? —dijo Mihaela, trotando para emparejarse mientras Elizabeth la pasaba en 

una caminata rápida. 

—Lo estará. Vamos a terminar con esto. 

Aunque el sol no se había ocultado aún, ellos habían aprendido todo de la experiencia en el 

Ángel, y los otros cazadores ya estaban en la base de la catedral, los tres agentes del Reino 

Unido también, así como István y Konrad, todos de pie en un corrillo por el arco del frontón 

este. 

A Elizabeth siempre le habían gustado las ruinas más al anochecer. Casi podía imaginar los 

fantasmas de los monjes deslizándose a lo largo de la nave, las cabezas inclinadas, rezando. 

Mientras las sombras se alargaban y se desvanecían en la oscuridad, podía reconstruir los 

muros y torres en su cabeza, pensando regresar 600 años, y dejar que la belleza y la paz la 

envolvieran. 

Los cazadores dijeron que su santidad no afectó a los vampiros, porque los humanos habían 

abandonado la iglesia, despojados y abandonados mientras la austeridad de la Reforma se 

mantenía. Dijeron que eso no dio ventaja al bien sobre el mal, pero Elizabeth pensó que

estaban equivocados. Ella amaba este lugar y ahora sabía que era el correcto, el único lugar 

en el cual enfrentarse a él y terminar esto. 

—Ellos tienen las llaves —murmuró Mihaela, sacudiendo la cabeza hacia los cazadores 

ingleses, que parecían ser el proverbial escocés, inglés e irlandés de un millón de chistes 

malos—. Las alarmas y las cámaras están apagadas, y podemos refugiarnos en el museo, si 

lo necesitamos. 

Elizabeth asintió con la cabeza. 

—¿Dónde está Zoltán? —preguntó mientras Konrad se acercaba. 

—Aquí —dijo el vampiro, tan cerca detrás de ella que se sobresaltó. Zoltán se echó a reír. 

Llevaba una espada real muy casualmente en su cinturón y en el otro lado, dos afiladas 

estacas de madera como las suyas—. Eso debería darle a él algo en que pensar. He estado 

desenmascarado todo el día. Él sabe que estoy aquí, contigo. 

—Entonces él sabrá que lo quiere aquí... 

Zoltán se encogió de hombros. 

—No importa. Aún así vendrá. 

—¿Y Maximilian? —preguntó Mihaela. 

—No ha llegado todavía. 

—¿No puedes sentirlo? —exigió Konrad. 

—Por supuesto que no. Él es un maestro de la ocultación. Una cosa más. Tengo una condición 

para mi alianza. 

Konrad enarcó las cejas y Zoltán sonrió. 

—Yo mato a Thomas. 

—No —dijeron todos los cazadores juntos. Sonaba como una multitud de fútbol. 

Zoltán rió de nuevo. 

Konrad dijo:

—Sólo si cumples con nuestra condición a cambio. 

Y los demás se lo quedaron mirando con la mayor indignación tanto como ansiedad. No era, 

evidentemente, una condición que le estaba permitida para llegar a un acuerdo por todas 

las normas y directrices de su organización. 

Pero entonces, Elizabeth sospechó que él no tenía la intención de cumplir esto de todos 

modos. 

—Estoy escuchando —dijo Zoltán. 

—Ordene a sus zombis que regresen a sus tumbas tan pronto como él esté muerto. 

El estómago de Elizabeth se retorció. Todavía parecía terriblemente mal tolerar el uso de los 

muertos de esta manera. Y sin embargo, para detener a Tom, necesitaban de todas las 

ventajas que pudieran encontrar. 

Tenían que ser pragmáticos. Pero estaba bien consciente que si Zoltán mataba a Thomas, 

los cazadores lo estacarían seguidamente después. Nadie imaginaba que los vampiros 

mercenarios esperarían en leal indignación. 

Zoltán se encogió de hombros. 

—Haré la parte de mis invocaciones. Tenemos compañía. 

Cuatro hombres estaban paseando por la catedral desde varias direcciones, paso a paso 

a través de los arcos y escalando un muro bajo y roto. No hablaban entre sí o con Zoltán, 

se limitaron a asentir desde la distancia, y se quedaron parados alrededor, a la espera de 

otro enemigo del vampiro cuya muerte ellos esperaban que los fortalecería. Ellos eran los 

primeros vampiros nativos que Elizabeth era consciente de encontrar, y la vista de ellos, el 

conocimiento de ellos, envió un extraño escalofrío por la espalda. 

Elizabeth caminó un poco lejos de los demás y se sentó en un escalón de piedra, mirando 

hacia la antigua torre de St. Rule a su izquierda. Mil años de edad, se alzaba hacia el cielo 

nocturno como un símbolo rígido pero de gran poder de estabilidad. Recorrió todas 

las magníficas paredes de piedra de la catedral en sí, observando la última de las luces 

desvanecerse de sus ventanas superiores arqueadas, y moverse hacia la sencilla torre y el 

arco roto enfrentándola. Era una imagen icónica para ella, y estaba condenada si la perdía. 

Voy a ser fuerte. Directa o indirectamente, te mataré.

A lo lejos, podía escuchar los gritos fuertes de la risa y las voces gritando. Los niños locales 

estaban “caracterizando,” vestidos como vampiros, demonios y brujas para cantar sus 

canciones y contando sus chistes a cambio de dulces, pasteles y manzanas y lo que fuera a 

cambio de que pudieran pedir. Y, por supuesto, los estudiantes estarían alrededor, de fiesta, 

fastidiando a los niños que encontraran, tratando en vano de asustar a unos y otros, porque 

en el corazón ninguno de ellos creía que era real. 

Ella sabía más ahora. 

Quitándose su mochila, sacó la bolsa llena de las estacas puntiagudas de madera que había 

hecho durante el último par de semanas, y la espada afilada con tanta eficacia por Mihaela. 

Se ató la bolsa alrededor de su cintura y pesó la espada en la mano, preparándose para 

cometer un asesinato, de nuevo. 

Konrad se sentó junto a ella, mirando los movimientos de la espada. Esperaba que él 

hablara, para limpiar el aire antes de la batalla cuando dependían unos de otros para 

sobrevivir. ¿De verdad estoy pensando así? Elizabeth Silk, académica mundana, que esquiva 

la confrontación... 

Después de unos momentos, dijo: 

—Mi secreto no tenía la intención de hacerte daño. Fue para protegerte. 

—No importa. Cualquiera que fuera la razón, yo exageré. 

Ella bajó la espada y levantó la cabeza más alta hacia el aire frío, tratando de contemplar las 

estrellas y limpiar el aire, sin emoción. 

—Fue un momento difícil para mí. Me sentí traicionada por todos. Fue una estupidez, y no 

debería haber salido así. 

—No hay problema. Lo tenemos ahora. 

Espero que sí. Espero en verdad que sí. 

—Así que —dije, distrayéndome a mí misma—, ¿siempre supiste acerca de tu descendencia? 

¿Es por eso que te convertiste en un cazador? 

Él sonrió débilmente. 

—Sí, supongo que sí. Mi madre siempre me dijo que yo era especial, aunque admito que en 

mi adolescencia me rebelé y elegí creer que estaba loca. Hasta que fui testigo de un ataque 

y fui capaz de hacer algo al respecto. A pesar de que había conocido antes a uno o dos 

cazadores, esa fue mi verdadera presentación a ellos. He sido uno desde entonces. —Sintió 

su mirada voltearse a ella—. Es algo que podrías considerar. Incluso a tiempo parcial. 

—Yo, una cazadora de vampiros a tiempo parcial —murmuró ella—. Debería escribir un libro 

en vez de una tesis, llámalo ficción. Sólo que sería rechazado como demasiado exagerado. 

Ella se puso de pie, temblando, y trajo la chaqueta más cerca a su alrededor. ¿Podría 

enfrentarse a más de esto? Encontró placer en que le pidieran unirse a ellos. La afilada estaca 

escondida en la manga asomó mientras doblaba su brazo, y lo acomodaba de regreso en 

una especie de forma práctica. 

—Él está aquí —dijo Zoltán, y los nudos de tensión en el estómago de Elizabeth dieron un 

giro inmediato y violento. No, esto no era para ella. Esta noche se trataba de deshacerse de 

todas las cosas de vampiros, el cumplimiento de sus responsabilidades para eliminar el mal 

que había desatado en el mundo. Y cuando esto terminara, cuando él estuviera muerto, 

para bien, y ella estuviera libre de la agitada culpa, la vergüenza y la lujuria, nunca jamás 

quería estar recordándolo de nuevo. 

Zoltán estaba junto a ellos, explorando el cielo y las ruinas, tanto como ella lo hacía. 

—Él está descubierto, dejándome saber, que ha venido para una pelea. 

—Entonces vamos a darle una —argumentó Konrad detrás de él a los otros cazadores antes 

de que también se pusiera de pie. 

—Oh, lo haré. Y cuando muera, nuestra alianza muere con él. 

—Quitó las palabras de mi boca —dijo Konrad. 

Zoltán levantó los brazos abriéndolos, lo que obligó a Elizabeth a alejarse de su camino. 

Empezó a encantar con palabras extrañas, ni húngaro ni latín, sin embargo, conteniendo 

algo de cada uno, giró mientras les hablaba para abarcar toda la catedral y el cementerio 

que lo rodeaba. 

Oh, mierda... 

Una mano se deslizó hacia ella y se agarró con fuerza. Mihaela. 

Con gratitud, Elizabeth la apretó y luego la dejó ir con el fin de tener ambas manos libres 

cuando comenzara el horror. 

Pagado de sí mismo y ahora en silencio, Zoltán dejó caer los brazos a los costados. A lo lejos, 

alguien gritó, y respondió una explosión de carcajada de muchas voces. El viento sacó el 

cabello de la cara de Elizabeth. Las lápidas a su derecha parecían temblar en la oscuridad, la 

tierra moviéndose y ondulando. Más adelante, debajo del aguilón de la torre oeste, algo se 

movió bajo el arco, como la figura de un delgado espectro humano. 

La familiar histeria se levantó, tratando de hacerla reír ante la ridícula imagen surgiendo 

en su mente, la de los huesos sagrados de San Andrés cuidadosamente conservados en el 

museo de la cripta de la catedral, un pedacito de hueso del dedo y la rodilla, un fragmento 

del cráneo, lo que sea que fueran, levantándose y tratando de marchar a la orden de Zoltán. 

Ella se puso seria. Esto era obsceno. Él no debería ser capaz de hacer esto, no en este lugar... 

La parte de atrás de su cuello se erizó. 

—Ya vienen —advirtió Konrad—. Pero ellos no vienen por nosotros. Manténganse firmes. 

Ellos no son nuestro enemigo. 

Un murciélago chilló, tan cerca que ella saltó y dio la vuelta, mirando en la dirección del 

ruido. Algo se abalanzaba a través de la oscuridad de la parte superior de la torre de la 

derecha, zambulléndose más y más bajo hasta que pareció convertirse en una enorme 

sombra, la sombra rápidamente solidificada de un hombre con un largo abrigo de cuero 

negro. Antes de que el abrigo abierto se asentara a su alrededor, ella vislumbró la forma de 

una larga espada y sable en su muslo. 

—Jesucristo —susurró Mihaela. 

Thomas. 

* * * 

Toda una alianza, pensó Tom en su camino hacia abajo. Incluso podría ser algo para que 

tomara en cuenta. 

Aunque su movimiento repentino había perturbado a un murciélago cercano que gritó al 

salir de la torre, sólo Zoltán recogió su presencia al principio, girando hacia él y forzando su 

camino a través de los cazadores y otros vampiros para conseguir una mejor línea de visión.

Y Elizabeth, viéndose incongruentemente elegante y muy hermosa, con los ojos enormes en 

su rostro pálido y frágil, lo miró fijamente mientras aterrizaba. La vista de ella, sosteniendo 

una espada moderna enfrente, como si supiera qué hacer con esta, lo golpeó, girando a 

través de él como el golpe perforante de una estaca, pero él no, no podía vacilar. 

De todos los lados, los esclavos zombis de Zoltán marcharon adentrándose, cortando su 

fuga por cualquier vía de escape. Esqueletos cubiertos de harapos, y cadáveres en varias 

etapas de descomposición, con parásitos consumiéndolos. 

A pesar de que estaba preparado para esto y había sabido que Zoltán invocaría el poder, lo 

llenó de rabia que ella pudiera tolerar esta obscenidad por encima del resto. 

Pero rompiendo a través de la línea de zombis, golpeando a uno de ellos a un lado hasta 

que este cayó en una maraña de rotos y retorcidos huesos, se acercaba otro, una figura más 

rápida, Bill, armado hasta los dientes. 

Ignorando el reciente dolor, Tom flexionó los dedos. Sería más fácil en una batalla. 

Pero Bill no se unió a sus reunidos y vigilantes enemigos. Vino directamente a él sin 

ningún signo de amenaza o miedo y se paró en silencio a su lado. 

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Tom, dejando la mayor parte de su atención 

aún en los zombis y sobre Zoltán y sus secuaces. 

—He venido a luchar a yu lado. Como siempre lo he hecho. 

Él podía ocultar el calor repentino, el placer de tener un amigo parado junto a él, su querido hermano. 

Incluso podía ocultar su perdón. La necedad, después de todo, no era traición. 

—Si ellos no te matan, yo podría. 

—Ya lo sé. Pero negociar con algún aliado es mejor que con ninguno. Estamos solos contra 

muchos. 

Tom sonrió y sacó su espada con un largo y satisfactorio chirrido. 

—Nunca estarás solo en la víspera de Todos los Santos. 

* * *

—Su perra está de vuelta —se burló Zoltán. 

—¿Estás pensando en pelear con él o simplemente insultarlo? —soltó Konrad. 

—Mi plan es dejar que mis zombis lo cansen primero. 

—¿Qué harán ellos con él? —susurró Elizabeth, mirando al horror acercándose con una 

mezcla de repugnancia, indignación y lástima. Uno tropezó con una piedra, cayó y se levantó 

con parte de su brazo amputado. Apenas moviéndose hacia Thomas. 

—Normalmente, comen la carne de los vivos —dijo Mihaela desapasionadamente—. O lo 

intentan. En este caso, ya que Tom no está técnicamente vivo, me imagino que ellos 

sólo lo sujetaran. Lo que pasa con el agarre de un zombi es, que una vez que tienen a uno 

agarrado, no lo sueltan. Y si Zoltán los controla, ellos van a llevarse las extremidades y 

órganos de Tom tan lejos, que él realmente estará muerto. 

—Ellos me ponen los pelos de punta —dijo el cazador Inglés—. Gracias a Dios que no vienen 

por nosotros... 

—¿Estamos seguros de eso? —susurró Elizabeth. 

—Oh sí. Los zombies sólo pueden seguir una orden a la vez, y definitivamente están tras 

Thomas. 

—¡Ouch! —Konrad exclamó sin advertencia—. ¿Qué mier...? 

Él pateó una pierna en el aire, sacudiéndola, y algo cayó de ella, una pequeña figura que 

rebotó y sonrió. No tenía más de un pie de alto, pero un montón de dientes. 

—¡Me mordió! —Konrad dijo con incredulidad. 

—Demonios —dijo el cazador escocés con temor—. ¿Eso es un duende? 

Antes que alguien pudiera responder, algo pasó rápidamente a través del aire hacia ellos, 

endeble pero lanzando fuego de su enorme boca. 

Alguien gritó en el oído de Elizabeth. Podría haber sido Elizabeth. 

—¡Defiéndanse! —rugió Konrad—. ¡Maten cualquier cosa que no reconozcan 

inmediatamente como a un amigo!

—¿Qué mierda está pasando? —István demandó, dándole un manotazo a algún tenue 

espíritu. 

—¡Thomas! ¡La única noche del año cuando todas las criaturas sobrenaturales tienen acceso 

a este mundo, y él está usándolas! ¡Están de su lado! 

Algo, quizás otro duende, voló al rostro de Elizabeth. De puro instinto, elevó su puño, y la 

cosa cayó como una piedra. Podría haber jurado que gruñó antes de que un enjambre de 

otros los envolvieran, y tuvo que tironear de la espada, sacar la estaca de su manga, y usar 

toda su velocidad y sus recientemente aprendidas habilidades para sobrevivir a las feroces 

criaturas que parecían determinadas a aterrorizar a la vez que matar. 

Era una rara pelea contra seres imposibles, muchos de los cuales sólo desaparecían cuando 

las golpeabas o apuñalabas. ¿Cómo matabas cabezas incorpóreas y volutas de humo y 

aire? Algunos sólo rugieron en su rostro; otros quemaron, arañaron o mordieron. Mientras 

peleaba contra ellos, estaba consciente de Tom y Bill abriendo camino a hachazos 

entre la armada de zombies que se acercaba, acercándose inexorablemente. Y aún en el 

medio de la carnicería ella se encontró a sí misma admirando la manera en que Tom se 

movía, seguro y elegante y brutal. Estoy totalmente trastornada... 

Con cada minuto, las criaturas rodeándolos parecían crecer en fuerza como también en 

tamaño, mientras otros aparecían detrás de Bill y Tom. La catedral entera estaba 

llena de zombies, vampiros, duendes, demonios alados, fantasmas... ¿Seguramente estos 

realmente eran los fantasmas de los monjes cargando contra ellos ahora? Monjes peleadores 

con espadas insustanciales convirtiéndose más sólidas con cada segundo... 

—¡Rápidamente! —Mihaela exclamó con furia—. Tenemos que hacerlo rápidamente, 

¿recuerdan? 

Era demasiado tarde para eso. El elemento de la sorpresa lo tenía él. Con un aullido, Zoltán 

saltó alto en el aire, atravesando un duende mientras se levantaba con la espada que 

sostenía en su mano izquierda. En la derecha estaba la estaca que pretendía hundir en el 

corazón de Tom. 

—¡Ataquen! —gritó, y los vampiros escoceses corrieron o saltaron detrás de él. Uniéndose a 

la marea que empujaba hacia adelante, los cazadores formaron la oleada con ellos. Uno de 

los vampiros escoceses corrió más rápido, arrojándose hacia Thomas. En un movimiento 

borroso, el vampiro atacante voló hacia atrás por el aire, aterrizando en el suelo con el cuello 

claramente roto. Él bramó de dolor, y luego yació quieto. Una estaca sobresalía de su corazón. 

Mientras el vampiro se volvía polvo, Zoltán levantó la estaca y corrió hacia Tom.

Pero Bill lo rechazó, y luego Elizabeth estaba perdida en su propia batalla, peleando su 

camino a través de una nube de criaturas y bizarros, solidificados fantasmas esgrimiendo 

palos de golf, para llegar a Thomas. En algún nivel, ella apreciaba poder pelear casi sin 

pensar, pateando, girando, dando puñetazos, acuchillando, sus movimientos instintivos y 

seguros. Recibió golpes, pero ellos no se contuvieron. En la novedad de este caos y horror, 

su reciente entrenamiento se volvió parte de ella. 

* * * 

Para Tom, no había tregua. Aunque nunca dudó de su habilidad para ganar, especialmente 

desde que Bill se le había unido, había esperado unos pocos momentos de paz, un 

intervalo, sin importar cuán corto, cuando pudiera enviar los zombies de vuelta. Pero no 

hubo nunca un instante desde la apertura de la pela cuando él o Bill no estuvieran 

acosados por zombies o vampiros o cazadores—o cualquier combinación. Y ahora todos 

atacaban a la vez. 

Él podría haber cometido un error. Quizás hubiera debido enviarlos de vuelta tan pronto 

como habían sido convocados, pero eso le hubiera quitado el impacto, la oportunidad de 

mostrarle a sus enemigos con quién estaban tratando—y de crear otra leyenda. 

Entonces, abruptamente, otra presencia entró en sus sentidos ocupados—detrás de él. 

“Hazlo” dijo Maximilian, con más ira de lo que había dicho cualquier cosa en su previo 

encuentro. “Hazlo ahora.” 

Tom sonrió, se movió de la pelea, permitiéndole a Maximilian entrar elegantemente en 

su lugar. 

* * * 

Habiendo “matado” o desarmado a los golfistas muertos hace tiempo, Elizabeth intentó 

recuperar su respiración mientras registraba el área buscando a Tom. Para su sorpresa, 

él se había alejado de la pelea. Otro vampiro peleaba lado a lado con Bill, trabajando 

para dividir a los cazadores, mientras Tom estaba perfectamente quieto, el viento sólo 

moviendo el borde de su abrigo y volando un mechón de cabello sobre su mejilla mientras 

arrojaba su cabeza hacia atrás y comenzaba a hablar.

Sus extrañas, incomprensibles palabras hicieron eco en los muros de la catedral, rebotando 

en sus oídos, helándola cuando algo como asombro se elevaba para ahogarla. Él sonaba no 

sólo sepulcral sino omnipotente, como ella había imaginado que Dios sonaría cuando era 

una niña —como su padre, sólo que mucho más fuerte. El sonido alcanzó cada nervio de su 

cuerpo, llenándola. 

Entonces se dio cuenta que los zombies ya no pisoteaban a sus compañeros caídos. Sus 

movimientos se aceleraron hasta que no se podían distinguir. Corriendo hacia adelante 

o hacia atrás, todos se movían hacia afuera de la pelea como una explosión, saliendo de 

la catedral en una ráfaga. Los huesos caídos se elevaron en el aire y se fueron con ellos, 

haciendo un fuerte sonido a través del aire de la noche y desapareciendo dentro de la tierra 

que temblaba. 

—Hemos perdido a los zombies —gritó Konrad. 

—No sabía que él podría hacer eso —Zoltán gritó frustrado—. ¡No sabía que nadie podía 

hacer eso! 

Thomas rió. El sonido heló a Elizabeth hasta los huesos, llenándola con angustia a la vez 

que furia. 

—¡Ignoren a todo lo demás! —exclamó—. ¡Inclusive a Bill! ¡Arrójenle todo a él! 

Él no se contuvo más, corriendo hacia la pelea con una velocidad que nadie esperaba 

después de su reciente inactividad física. Un vampiro escocés explotó en una nube de 

polvo. Tom aferró a otro mientras batallaba a través de la nube de espíritus y duendes y 

criaturas aladas con dientes afilados para llegar a él. 

István y Mihaela estaban peleando con Bill, intentando en vano separarse para poder 

cumplir con la principal misión de matar a Tom. Protegiendo al Antiguo, Bill los 

mantuvo ocupados, pero eso aún dejaba a Zoltán, cuatro cazadores y Elizabeth para rodear 

a Thomas. 

Otro vampiro se desintegró. Zoltán y Tom se movieron en círculos en una serie de 

golpes, patadas y vaivenes borrosos como Matrix vuelto loco. Konrad y el cazador inglés 

corrieron a la espalda de Tom. 

Casi está terminado... 

La emoción precipitada terminó tan pronto como Konrad voló a través del suelo, derribado 

por el talón de Tom. Zoltán saltó hacia adelante. El cazador ingles golpeó hacia abajo 

con su estaca elevada y cayó como piedra por otra inesperada espada. 

Tom se dio vuelta rápidamente, derribando a Zoltán a la vez que se volvía para enfrentar 

a su rescatador —el alto vampiro que Elizabeth había visto por primera vez antes que los 

zombies desaparecieran. 

—Maximilian —Konrad graznó desde el suelo, levantándose. 

Maximilian. ¿Cómo demonios había pasado eso? No sólo no estaba con Zoltán, sino que 

estaba con Tom, a quien previamente había traicionado y estaqueado. ¿Qué era esto? 

¿Retribución? Lo que fuera, ella tenía un mal, mal presentimiento... 

Por un instante, como si todos los demás también se hubieran quedado en shock, el cuadro 

se mantuvo sin cambios, con Zoltán, a medio parar, mirando hacia arriba a los dos vampiros. 

Luego, Tom inclinó su cabeza. 

—No lo menciones —dijo Maximilian, y estaco al último vampiro escocés casi informalmente 

antes de volverse y alejarse. 

—¡Bastardo! —gritó Zoltán, tambaleándose hasta ponerse de pie, y Tom rió, un gran, 

retumbante sonido que lo siguió mientras parecía volar a través del aire hacia Zoltán. 

Elizabeth tomó una nueva estaca de su bolsa. Ella y Konrad cargaron hacia adelante hacia 

Tom, pero los dos vampiros se balanceaban juntos como si estuvieran trabados en un 

abrazo. 

La cabeza de Tom descendió súbitamente. Elizabeth estaba lo suficientemente cerca 

para ver las manos de Zoltán apretando la garganta de Tom antes de que se abrieran 

de un repentino salto como una trampa. Y Zoltán, líder de los vampiros húngaros, se volvió 

polvo. 

Thomas sonrió, rojo chorreando de sus colmillos, y con sus manos liberadas, intentó 

alcanzar a Konrad. 

—¡No! —gritó Elizabeth, dejando caer su espada con un sonido metálico. ¡Oh Dios, no! 

Finalmente lo suficientemente cerca, ella sumergió la estaca, apuntando al medio de la 

espalda de Tom. Él se movió, desviando el golpe a su codo, pero apenas si aflojó su 

asidero mientras bebía la sangre de Konrad. Con un rugido de furia, Elizabeth se arrojó a su 

espalda cubierta de cuero, aferrándose allí mientras golpeaba la estaca entre sus hombros, 

rompiendo la protectora capa de cuero de su chaqueta, sin embargo nunca pareciendo 

penetrar su piel.

Por supuesto, necesitaba ayuda. Había tomado tres vampiros y tres humanos para empujar 

la estaca trescientos años atrás. Sola, no podía lograr más que una mera molestia. Pero al 

menos había logrado que, con un improperio murmurado entre dientes, él dejara caer a 

Konrad y se diera vuelta en sus talones para sacársela de encima. 

Ella cayó al suelo. Konrad yacía a su lado. Furia y angustia como nunca había conocido la 

impulsaron nuevamente a sus pies. Pero Tom se alejaba rápidamente de ella, hacia 

donde Mihaela e István todavía peleaban con Bill. Los restantes vampiros cazadores 

ingleses se replegaron, corriendo hacia Konrad. Elizabeth corrió tras Tom, gritando a los 

otros para que la siguieran. Había una chance más. Si sólo pudiera estacarlo desde el frente, 

donde la chaqueta de cuero no interferiría, si conseguía un buen ángulo y usaba cada onza 

de fuerza que tenía, si los otros vinieran y agregaran su peso al de ella... 

Pero sólo habría una sola oportunidad; de eso estaba segura. 

—¡Retrocedan! —Mihaela gritó a través de sus ruegos—. ¡Sólo váyanse, salgan de aquí! 

¡Elizabeth… corre! ¡Ya terminamos aquí! 

—¡Yo no! —habló demasiado quedo para que alguien excepto Tom pudiera oírla. Ella 

aferró su brazo, tirando con la suficiente fuerza para hacer girar a muchos hombres crecidos 

para enfrentarla. Tom eligió dejarla, volviéndose hacia ella con un gruñido que expuso 

sus colmillos en la luz de la luna. 

Por un instante, la pura furia de él la mantuvo cautiva. El tiempo pareció detenerse, como un 

video en pausa. Ella lo había visto burlándose. Lo había visto matar más informalmente de 

lo que la mayoría de la gente rompía nueces. Pero la ira era nueva para ella, y la sorprendió 

porque igualaba la suya. 

Los cazadores, obviamente asumiendo que ella estaba con ellos, corrieron en un agitado 

desorden hacia la ruta, llevando a los postrados ingleses y a Konrad con ellos. Bill 

se quedó quieto, mirando hacia Tom y ella, y luego se volvió y caminó detrás de los 

cazadores. Aun los demonios y duendes parecían saber que la pelea había terminado, 

porque estaban desapareciendo en la distancia, disolviéndose y desapareciendo en el aire 

alrededor de ella. No les prestó atención. 

—Lo mataste —bramó, las palabras derramándose con toda su culpa y angustia—. Mataste 

a Konrad... 

—Desearía haberlo hecho. Estabas molestándome, como un mosquito.

A pesar de todo, un pequeño rayo de luz peleó su camino entre su furia. Gente y vampiros 

habían muerto, la noche estaba perdida, pero si Konrad vivía, entonces todavía había 

esperanza. De la nada ella recordó el tomo polvoriento de la biblioteca de los cazadores, 

Despertando a los Antiguos, y su medieval predecesor que había creído que tenía el poder 

para matar a un Antiguo sin ayuda alguna. No lo había logrado, y aun así... ¿qué si tenía 

razón? ¿Qué tal si no era su poder sino su ejecución lo que había fallado? 

Su corazón latiendo rápido con nuevo entusiasmo, nueva posibilidad, Elizabeth enfrentó al 

Antiguo sin cuero entre ellos ahora—su chaqueta estaba abierta en el frente— y una aguda 

estaca en su mano derecha. Ella podía hacer esto. 

Las manos de él se cerraron alrededor de su garganta con aterradora fuerza. Ella tenía 

una oportunidad antes que él cargara a la velocidad de la luz y perforara su vena con sus 

colmillos. No habría peso agregado para empujar la estaca completamente dentro de su 

corazón. Pero ella era la Despertadora; la sangre de Tsigana fluía en sus venas; y ella creía. Un 

golpe seguro y su convicción, su puro odio, harían el resto. Y él sabría por qué. 

Acusaciones pelearon por supremacía, por encontrar una voz que equiparara su furia, 

porque no podía hacerlo quedamente, o dejarlo a él hacerlo. 

—¡Me traicionaste! —gritó. Mierda, ¡no esa! Malvado, chupasangre bastardo destruyendo el 

mundo por venganza, ese es el que tú quieres... 

Los labios de él se curvaron con feroz desprecio mientras la tironeaba más cerca de sí. Sus 

dedos listos para romper su cuello, ya fuera antes o después de beber de ella. 

—Me traicionaste. 

Una oportunidad. Ella llamó el poder y lo sintió reunirse y concentrarse como un arroyo 

precipitado hacia un balde. Casi eufórica, llevó su brazo hacia atrás y empujó la estaca con 

toda su fuerza, odio y creencia. 

Inclusive miró dentro de sus fríos, violentos ojos que eran el espejo de su malvada alma. 

Ella se estaba moviendo demasiado rápido para pensar, y aun así abruptamente no estaba 

peleando con él sino con la memoria de esos ojos encendidos con risa y pasión, con 

profundidades que nunca había ni hubiera sondeado. 

Ella gritó en perdida y furia—un sonido de total desolación que retumbó entre las ruinas— 

aún cuando su puño se abrió, y dejó caer la estaca inofensivamente al sueño. 

—¡Te odio!

Los ojos de él se estrecharon, luego se agrandaron, nunca dejando su rostro. Sus dedos se 

movieron en su garganta, aunque si era amenaza o caricia, era imposible decir. 

—Te odio. 

—Bastardo. —Lágrimas corrían por su rostro, se elevaron por su garganta para ahogarla. 

Porque todo ese odio aparente —confundido por inconveniente lujuria, todo ese agitado 

miedo, y todas esas otras emociones innombrables que la abrumaban—se habían resuelto 

en una terrible, no deseada verdad. Se estaba ahogando en ella. Y aun así no se podía dejar 

ir lentamente. 

—Dormí contigo para salvar mi vida —ella jadeó—. ¡Lo hice! —Cerró los ojos apretándolos, 

como si eso fuera a esconder las lágrimas o su agonía—. Al principio. En parte, tal vez. Pero 

Dios me ayude, siempre te quise, y tú me hiciste ver... me diste... tú me hiciste... 

Ella abrió sus ojos de un tirón, desesperada por hacerlo entender los sentimientos que la 

despedazaban; sin embargo necesitaba decirlo, sólo una vez. Los dedos de él descansaban 

quietos en su garganta. La miró, sus ojos oscuros grandes y llameando, el ceño fruncido 

cerniéndose entre lo que podría haber denotado disgusto o triunfo, pero lucía casi… 

temeroso, como si realmente tuviera miedo de lo que ella pudiera decir después—o de lo 

que pudiera no decir. 

Con otro jadeo, ella se arrojó contra él, tomando su rostro entre sus manos, y se estiró entre 

sus de repente pasivos dedos para presionar su boca contra la de él. 

—Te amo —ella murmuró entre cortadamente contra sus quietos, sorprendidos labios—. Te 

amo. 

Y luego los dedos de él no estuvieron pasivos. Estaban por todo su cuello, y su otra mano se 

estaba enredando con su cabello, sosteniendo su cabeza firme contra el ataque de su boca. 

Ella tropezó hacia atrás bajo la fuerza de su beso, pero él la siguió, arrastrándola cerca en sus 

brazos mientras la pasión llameaba. Ropas y cuerpos se fundieron, se movieron mientras 

se besaban, como si bailaran, hasta que ella sintió el frío de las piedras contra su espalda y 

abrió sus ojos. 

Estaba de pie bajo el arco entre las torres del techo este, que se destacaba, en contraste y 

hermoso contra el cielo iluminado por la luz de la luna. En la distancia, estudiantes estaban 

cantando alguna dudosa canción; un grito fue seguido por una explosión de risa infantil; y 

unos pasos apurados corrían por la calle fuera de la oscuridad de los terrenos de la catedral. 

La vida continuaba como si nada de esto hubiera pasado jamás...

—Me amas —murmuró él. Su cabeza se elevó. Sus ojos todavía estaban salvajes, todavía 

furiosos, sin embargo la violencia en ellos se había alterado con las intenciones de su cuerpo. 

Él había estado preparado para matarla…de nuevo. Pero todavía la quería—. Me amas. 

Ella intentó hablar, explicar cuán imposible era y cómo no hacía ninguna diferencia, pero él 

la silenció con la fuerza de su boca, raspando sus colmillos por su lengua y labios. 

—Hay un tiempo para palabras y un tiempo para el silencio. Tú me amas, así que ámame 

aquí. 

Como la había presionado contra la piedra, el significado de las manos de él moviéndose 

hacia arriba por sus muslos y bajo su falda era obvio. Ella hubiera debido estar consternada, 

y sin embargo todo en ella saltó para cumplir su orden—todo excepto su voz, que parecía 

aferrarse sola a la cordura. 

—No puedo. No aquí, nunca. Se rompe el corazón. Se rompe, Tom. Thomas... — 

murmuró mientras él la besaba de nuevo, devastándola. No había una seducción planeada 

en sus acciones esta vez. Eran espontáneas, como su beso, y eso era totalmente intoxicante. 

Su bolsa llena de estacas sin usar cayó al suelo. 

—Piensas demasiado —dijo él entre besos, buscando entre sus cuerpos por el cierre de sus 

pantalones—. Vive por el momento. 

—¿Y luego cómo vivo el resto de mi vida? 

Él hizo una pausa, mirando profundamente en sus ojos. Ella deslizó sus manos por su rostro 

hasta su boca, acariciando sus labios con las puntas de sus dedos. 

—Tom... Tom.. 

—No hay vida sin amor. 

—Entonces estoy muerta —ella murmuró. 

—No. Esta noche es un regalo, tan inesperado como dulce. Tómalo, y vive. 

—¿Y mañana? —Con angustia y alegría, ella estaba devolviendo sus besos, porque no podía 

hacer nada más. 

—Mañana me iré, si tú me dejas.

Ella jadeó cuando él apartó la ropa interior de ella y su desnuda erección se deslizó entre 

sus muslos, infaliblemente encontrando su camino hacia su entrada donde se detuvo. 

Imposibles decisiones, imposibles emociones. Furia se elevó dentro de ella una vez más. 

Casi con frustración, se empaló en él. 

Su grito se perdió en el gemido de él. No había tiempo para ajustarse al tamaño o la urgencia 

de él profundamente dentro de ella, expandiéndola. Él ya se estaba moviendo, arremetiendo, 

empujándola fuerte contra el muro. Se aferró a él, desesperada, mientras todo en ella le 

daba la bienvenida. Después de los primeros momentos de sorpresa, lo encontró a mitad de 

camino, al menos tan urgente como él, retorciéndose, contorsionándose, estirándose con 

salvaje determinación hacia la satisfacción que ella había deseado desde Budapest. 

—¿Beberás mi sangre? —ella jadeó. 

—Si quieres. 

—¿Me matarás? 

—Nunca te mataría. 

—Thomas —ella se ahogó. 

—Tómalo —dijo él ásperamente—. Tómalo. —Y con un empuje más ella lo hizo, girando con él hacia la 

oscuridad, donde la alegría ya no parecía malvada, y sólo los sentidos importaban.