16 mar 2012

BOS: Capitulo 16


Capítulo 16

Elizabeth se levantó en tinieblas, su corazón palpitaba. Su respiración vino en jadeos y
todo su cuerpo estaba sudado. El calor latía entre sus piernas.

Se había vuelto familiar desde su regreso a Escocia, despertando así, agitada y excitada por
los sueños. Y éste había sido más intenso que nunca: sangre escarlata salpicaba las sábanas
blancas, y su cuerpo estaba en fuego por las caricias del bello y despiadado vampiro que la
tenía de esclava. En todos los sueños, ella sabía que estaba mal, pero ella se rendía de todos
modos, porque ella lo quería, y se sentía tan bien.

Despertar es un asunto diferente. Con el sudor y la humedad sexual secándose en su piel,
no pasó mucho tiempo para que los dedos fríos de la soledad y la desesperación se cerraran
alrededor de su corazón.

Porque ella lo quería y rechazaba al mismo tiempo, en medio de un remolino de emociones
confusas que no podía entender y no quería tampoco. Ya la estaban conduciendo al borde
de la locura.

Ella se apoyó en un codo y encendió la lámpara de noche. La habitación familiar surgió a
la vida a su alrededor: su réplica de una famosa escena de la caza medieval en la pared;
sus libros en la librería de segunda mano que había restaurado con tanto amor, sus padres
sonriendo juntos en la foto junto a su cama, tomada en los felices días antes de que la
enfermedad haya mostrado su lado oscuro.

Pero en vez de confortarla como usualmente lo hacía, algo se sacudió en su interior: un
recuerdo, una imagen familiar. Este sueño había sido diferente de los demás. Sus sábanas
de seda habían estado allí al principio, pero antes de que ella se despertara, habían sido las
de algodón liso, junto con esta cama, esta habitación, este piso que había comprado el año
pasado con el dinero heredado de sus padres.

Empujó su mano temblorosa por el pelo. Incluso en este caso estaba mancillada ahora con
su lujuria y la vergüenza, con él. Ella casi había sido capaz de hacer frente a los sueños de
flashback. ¿Por qué se tenía que soñar con su presencia aquí también?

Había cuerpos en la cama, recordó, un buen chorro de sangre que goteaba de las heridas
punzantes en la garganta. Ella había estado enojada, llorando, discutiendo con él por
quitarles la vida, aunque por alguna razón, los cadáveres tirados en la cama parecía un
hecho normal.

Nada de esto había importado, sin embargo, cuando él le tocó y la puso desnuda entre la
sangre y los muertos -¿No estaba el ya muerto de todos modos?- y le hizo el amor.
Ella trató de seguir molesta, mantener el dolor, pero se había perdido en la tormenta de
pasión que se había cernido sobre ella, moviéndose con ella, en ella, trayendo con ella la
alegría salvaje e implacable que nunca había encontrado con nadie y nunca lo haría.
Se había despertado al borde del orgasmo, furiosa con el destino por despertarla y ahora,
en la vergüenza, sólo podía ser feliz.

Pero las visiones obscenas no se disipaban como deberían. Los sueños calientes y atrevidos
se habían familiarizado con ella, dándoles la bienvenida en el sueño, rechazaban con asco
cuando estaba despierta. Durante las seis semanas más o menos desde su regreso, ella había
aprendido a hacer frente, empujándolas a un lado, y seguir adelante con el sueño y la vida.
Pero éste se quedó porque la visión estaba aquí, no sólo en Budapest. No hay duda de que
estaba inspirado por el ataque cercano de la otra noche, pero para este sueño fuese en su
casa era como una invasión intolerable pero emocionante insidiosamente.

Los pelos en la parte posterior de su cuello se pusieron de punta en el frío de la noche. Casi
podía sentir la presencia de Tom. Él la había perseguido la última noche mientras había
caminado en la playa, se sentó en el bar, se preparó para ir a la cama. Y él todavía estaba
aquí, burlándose de su fuerza, su capacidad de luchar contra él en cualquier nivel.
Ella se deslizó de la cama y se acercó a la ventana, abriendo las cortinas. Debajo de ella, la
calle estaba tranquila, sin tráfico, ni peatones, ni vampiros encaramados en los techos.
Ella salió de la habitación, a través de la sala cuadrada a la cocina y puso el agua a hervir.
Amanecería pronto.

Ella podría leer en la cama por un rato, tomar café, luego levantarse que el día ahuyente las
pesadillas de culpa y lujuria, la soledad y el dolor, las pesadillas del querer.
Respiraba irregularmente, mirando al mar mientras el hervidor de agua se abría paso a fuego
lento. Él podría estar aquí. Tal vez el ataque de vampiros de la otra noche estaba relacionado
de alguna manera con su presencia.

¿Un vampiro local repentinamente es consciente de una Despertadora en su barrio? ¿O
un vampiro de Europa del Este había seguido a Tom para encontrarla? ¿Hay otros aquí
también, a la espera de su momento de matarla? No estaba más allá de los límites de lo
posible. Y sin embargo, no le asustaba tanto como la idea de Thomas vigilándola.

No tenía manera de saber si él consideraba su despedida como un final o como un reto. No
tenía ninguna razón para venir aquí... y, sin embargo, no por primera vez, deseaba que ella
se hubiese mantenido en contacto con los cazadores de vampiros, sólo para estar segura.
Ella había reaccionado exageradamente allí, echando a perder algunas amistades
prometedoras. Pero la verdad era que no podía vivir con toda esa basura sobre su cabeza
todo el tiempo. Ella se quitaba el sombrero ante Mihaela, Konrad e István y con todos los
demás que lucharon las sombras en secreto sin ningún tipo de agradecimiento del mundo.
Pero esa vida no era para ella. Ella prefería los libros y la gente sin colmillos o palos
puntiagudos. Así que vive, Elizabeth. Tal vez Joanne tenía razón. Existir en tranquilidad y
seguridad sin amor, la lujuria, o la excitación era la vida media simple. Estar conscientes y
vigilantes, sí, pero también experimentar la vida y tal vez incluso el amor con un hombre
atractivo. Ella tomaría la invitación de Richard, ir con él a la fiesta de Harper “No- Halloween”,
y ver a dónde conducía.

De hecho, su última tutoría terminaba a las tres. Había judo a las tres y media, pero después
de eso, podría ir a Edimburgo y comprar un nuevo traje. Era jueves, la apertura de tarde en
la noche en las tiendas.
Satisfecha por fin con esta decisión, ella tomó su café y una colección de ensayos de segundo
año en su dormitorio y se dispuso a leer.

* * *

La falda y el top fueron una buena elección. Desde que no tenía idea cuán formal era la
fiesta—sólo que no tenía que adoptar ninguna referencia a Halloween—había sido difícil
encontrar la cosa adecuada, pero en Jenners, ella finalmente acertó y gastó mucho dinero
en un traje que eran tan casual como elegante.

Satisfecha, comenzó a caminar por Princess Street y se iba de la compra hasta la parada del
bus. Estaba oscuro y se sintió agradablemente cansada después de su ajetreado día. El judo
había sido un trabajo duro, como de costumbre, pero estimulante, a pesar de que tuvo que
forzar a disminuir sus reacciones en la clase de hoy, y la practicar los movimientos en casa 
más tarde. Fue lo mismo con las lecciones de esgrima. Aprendía dos veces por semana y
practicaba todos los días. Si los vampiros venían en su búsqueda, fuera Tom o cualquier
otra persona, ella por lo menos iba a darles una pelea.

Como si ella lo hubiese conjurado con el pensamiento, Zoltán pasó junto a ella.
Le tomó un momento registrarlo. Ella casi no se dio cuenta de a quién ella había visto.
Entonces se detuvo en seco, haciendo que la gente se tropezara con ella. Se disculpaba
con palabras mecánicas, sin sentido y se quedó mirándolo. Era Zoltán, ella estaba segura
de ello, incluso de un vistazo. Sacudió su pelo rubio y brutalmente apuesto rostro con sus
molestos rastros de petulancia eran inconfundibles. Llevaba una chaqueta de cuero estilo
motorizado, pero por lo demás, él se veía exactamente como ella lo recordaba cuando
agarró por el cuello a Mihaela y la alcanzó.

Él estaba con gran prisa también, a la vuelta de la esquina en la dirección a Leith Walk, como
si todos los demonios del infierno estaban tras él. Tal vez por eso él no la había notado.
Impresionada, se dejó llevar hacia delante por la multitud y se volvió hacia arriba hacia la
estación de autobuses. Aunque su cerebro estaba ocupado con posibilidades 
-¿Qué diablos estaba haciendo allí, si no estaba detrás de ella, y si él estaba aquí, era Tom?- ella
chequeó el horario de los autobuses y compró el periódico de la noche para pasar el tiempo
de espera.
Fue entonces cuando empezó a entender la agitación de Zoltán. Las palabras estaban fuera.

El titular de un periódico exclamaba: EXTRAÑOS MÚLTIPLES ASESINATOS EN LEITH. Tres
hombres murieron con heridas punzantes en el cuello de al parecer habían sangrado hasta
morir. La policía sospecha de algunos asesinos depravados, sádicos del hampa.

Elizabeth no sospechaba tal cosa.

A medida que su autobús se detenía fuera de la ciudad y se dirigía hacia el puente de Forth,
su mente empezó a arañar del horror entumecido.
Fuera cual fuera el motivo de la batalla en movimiento aquí, no tenía duda de que hoy
Tom estuvo involucrado en alguna parte, y que tarde o temprano iba a ser arrastrada.
Bueno, ella no quería esperar para eso. Actuaría ahora. Ella era la llave, algo que ambos
querían. Podría poner fin a su mal particular, junto con la agitación insoportable de su
propia alma, si sólo dejaba de correr y se enfrentaba a sus responsabilidades, junto con sus
demonios

* * *

Por lo menos en su furia y el dolor no había borrado sus números. Tan pronto como llegó
a casa, a pesar del feroz rugido de su estómago desatendido, ella se quitó la chaqueta y se
sentó en el viejo y cómodo sofá, con su teléfono en la mano y revisó la lista de contactos.
Como no tenía ni idea de cómo cualquiera de ellos sentía por ella ahora, se fue con Mihaela.
Tal vez sería mejor si la transfirieran al buzón de voz, para que pudieran hacerse a la idea de
ella otra vez.
—¿Elizabeth? —La voz ansiosa de Mihaela hizo eco en su oído, como si estuviera en el
mismo cuarto—. ¿Estás bien? ¿Dónde estás?
—Estoy bien, en St. Andrews.
—Escucha, Thomas ha desaparecido de Hungría y Rumania. También William, y Zoltán.
Tememos que estén en Escocia y vienen por ti.
—No lo creo. Un vampiro me atacó la otra noche. Traté con él, pero Zoltán paso por delante
de mí en Princess Street y ni siquiera volteó un pelo. Creo que él tiene otras cosas en mente.
—Creo que tiene demasiado. Ha habido asesinatos abiertos en Edimburgo, y la noticia salió
antes de que nuestra gente del Reino Unido pudiera cubrirlo.
—Lo sé. Mihaela, ¿Dónde estás ustedes? Creo que deberían venir.
—Vamos en camino hacia allí. Nuestro avión sale en una hora. Estaremos contigo por la
mañana. Hasta ese momento, te enviaré el número de nuestros agentes de Reino Unido.
Quizás ya estén en St. Andrew, vigilando por ti.
Una calidez inesperada la inundó. Ella no preguntó por qué Mihaela no había llamado antes.
La respuesta era obvia.
Ellos dudaban que fueran bienvenidos. Pero ellos iban en camino y mientras tanto, había
enviando a unos colegas para que cuidaran de ella.
—¿Mihaela?
—¿Sí?
—Te ayudaré a capturarlo, a todos ellos. Incluso creo que sé cómo, si hay suficientes de
nosotros.

* * *
Tom autorizó la invención de embarcaciones a motor. Sin ello, no se habría visto
obligado a remar a través de la lluvia y la niebla para el refugio de Maximilian, y eso había
sacrificado un poco de dignidad.

Como estaban las cosas, él condujo el barco hasta la orilla de arena, haciendo poco más de
guía con una mano, con la vista de la figura de pie tranquila y sombría en la playa.

Tom apagó el motor y se bajó del barco. A partir de ahí, encargó a Maximilian. No tenía
intención de hablar en primer lugar.
Incluso en la oscuridad y la niebla arremolinada, Maximilian estaba pálido y demacrado. Por
otra parte, no parecía aterrorizado.
Él resolvió por fin:
—Thomas, yo sabía que vendrías en cuanto sentí tu despertar.
—Gracias por invitarme.
—¿Yo? Sólo recuerdo que te mencioné donde estaba. Bastante temerario. ¿Has venido a
matarme?
Thomas acortó la distancia entre ellos.
—¿Quieres que lo haga?
—Para ser honesto, no me importa mucho.
—¿El gobernar ingobernable no es tan divertido como esperabas?
Maximilian suspiró.
—Si eres como solías ser, sabrás todos los detalles de cómo cometí una falta y coroné mi
gloria con la derrota por un menor bienestar. Supongo que tenemos eso en común.

Tom inclinó la cabeza ante el cumplido. No fue una disculpa. Para lo que Maximilian
había hecho, ninguna disculpa era posible.
—Eras muy joven, Max. No estabas listo. —Él comenzó a caminar por la playa, a sabiendas
de que Maximilian pronto lo acompañaría en el paso a su lado.
—Entonces, ¿quién te despertó en el final? —preguntó Maximilian.
Su voz sonaba, torpe. Claramente, él no recibía a muchos visitantes.
—Una descendiente de los Tsigana.
Maximilian frunció los labios.
—¿Hambriento de poder y seductor?
—Ignorante e ingenuo —pausó Tom—. Y seductor.
Y había aprendido. Inesperadamente encantador. Y apasionado... y lo suficientemente
inteligente como para salvar su vida.
Después de un breve silencio, dijo:
—No luces bien. ¿Es ese miedo? ¿O mala dieta?
Maximilian se encogió de hombros.
—No pienso mucho. No importa. Todavía obtendrás la fuerza de mi sangre. En cuanto al
miedo, no tengo ninguno. Yo siempre sabía que tu aparecería al final para matarme.
—Puedo ser misericordioso.
—Dile eso a Karl y Lajos.
—Débiles, y aliados indignos para ti. Pero supongo que ellos suministraron la fuerza
suplementaria para martillar la estaca directamente.
—No lo hagas. —Los ojos de Maximilian se cerraron. Él también había tenido 300 años para
contemplar su acto de traición, y tal vez, sólo tal vez, algo que quedaba de los fuertes, sólo
el hombre que había sido una vez.

Tom no contó con ello.
Dejó que la sonrisa jugueteara alrededor de sus labios.
—Bueno. Todavía tienes sentimientos, aunque su ambición está muerta. ¿Qué sientes acerca
de Zoltán?
—Nada.
—¿No quieres matarlo?
—No tengo intenciones de buscarlo. Si él se aparece por aquí, quizás lo haga.
—Sospecho que lo hará —murmuró Thomas—. Venir aquí.
Maximilian se volvió su mirada en torno a él.
—¿Para poner a mi aliado en contra de ti?
—No veo ninguna otra razón para que él esté en Escocia, sobre todo cuando tiene un
proyecto para mascotas en casa para esclavizar a la humanidad.
Los ojos de Maximilian se abrieron. Por un momento parecía que estaba a punto de decir
algo apasionante, pero al final sólo se encogió de hombros.
—Eso no será bueno para la humanidad.
—No —acordó Tom.
—Supongo que lo detendrás.
—Se supone que lo haga.
Maximilian miró hacia arriba en las nubes y la niebla.
—Él me está buscando a mí. Puedo sentido...
—¿Entonces qué dirás, Max? ¿Cuando venga con su oferta de lo que sea que quieras y por
la fuerza de un Anciano otra vez?
Maximilian dejó de caminar.
—¿Qué tal: ‘Piérdete, los odio a los dos’?
Tom se rió.

* * *
—¡Elizabeth!
Elizabeth miró con sorpresa. De la expresión en la voz de Richard, se dio cuenta que no era
la primera vez que había hablado. Había entrado en el departamento de pronto, su mente
y el cuerpo era un hervidero de emoción que no le permitía concentrarse en su trabajo. En
su lugar, sentada en su escritorio, ella miró ciegamente en la pantalla de la computadora y
frente a los planes para matar vampiros. Los cazadores estaban aquí, en el Hotel St. Andrews,
ella tenía un texto que le dijo eso y ella estaba allí en su reunión de la hora del almuerzo.
Esta vez sería el cebo sin distracciones. No hay baile, no hay sexo: sólo el cierre y el fin de las
emociones insoportables que sacudían cada vez que pensaba en él, cuando ella soñaba con
él. La culpa, porque ella le había despertado y por no haberlo liquidado. Vergüenza por el
deseo sexual influencia que había tenido en su sentido del bien y del mal. Ella merecía sufrir
como lo hizo, pero más que nada en el mundo, quería librarse de ese sufrimiento ya hacer
lo correcto en el pasado.

—Richard —replicó ella, arrastrándose a sí misma de nuevo en el mundo real—. Lo siento,
estaba a kilómetros de distancia.
—¿Perdida en tu tesis?
—Más o menos. —Evitar la cuestión parecía más seguro.
—He leído lo que has hecho hasta ahora. —Al entrar en la habitación, dejó caer la carpeta
familiar en su escritorio—. He hecho unas pocas notas, pero en general, este es un excelente
comienzo. Tienes algo de material nuevo y fantástico allí, y una muy fina interpretación. Si te
mantienes a ese nivel, no tendrás dificultades para obtener el doctorado.
Había un brillo de orgullo en eso. Ella lo recibió con alivio, contenta de que su mundo entero
no se había perdido en la obsesión de los vampiros.
—Gracias.
—Será interesante ver como resuelves el detalle de la leyenda de Thomas. Tienes que tener
cuidado en no contradecirte o ignorar la evidencia.
Tragó saliva.
—Creo que su nombre se convirtió en un símbolo de lo que quería que fuera. Un Vlad el
Empalador para todas las edades, si lo deseas. Alguien que les de esperanza, pero también
para justificar, y a quien culpar por las atrocidades.
Fue lo mejor que podía hacer. No podía dejarlo de lado.
Y balbuceando la verdad perdería su credibilidad. Ella no lo dejaría hacer eso a ella tampoco.
Richard estaba asintiendo con la cabeza. Él parecía impresionado.
—Demuéstralo.
―Haré mi mejor esfuerzo.
—Buena chica. Por lo tanto, ¿Tienes ganas para la fiesta de Chris el próximo fin de semana?
Ella ni siquiera se lo había dicho. Ella había comprado algo de ropa para usarla allí y ni
siquiera le había hecho saber que se iban a ver.
El reconocimiento trajo una oleada de precaria risa, por lo que su fue sonrisa más brillante
de lo normal y fue recompensado con una deslumbrante a cambio. Hace unos meses, sus
rodillas se hubiesen puesto de gelatina y hubiese alimentado todas sus esperanzas más
salvajes. En este momento, no sabía lo que quería.
Excepción de que Tom no estuviese allí, atormentándola por su existencia. Entonces
podría vivir.

* * *
Una diferente ciudad, diferente hotel, pero todavía el mismo problema: se sentía tan familiar,
a pesar de que ella era la que camina en su habitación, en lugar de al revés.
Debe haber sido difícil, teniendo en cuenta la forma en que los había dejado en Budapest.
Elizabeth había estado esperando la primera reunión por esa razón. Y ciertamente nadie 
sonrió mientras caminaba por la puerta. Pero los tres se pusieron de pie. Mihaela vino
primero, solemnemente su abrazo, y después, István e incluso Konrad la besó en la mejilla.

Era la costumbre normal de sus países, pero aún así hizo un nudo en la garganta de Elizabeth.
—Me alegra que hayan venido —se las arregló—. No debería haberme ido cuando lo hice.
Él es más fuerte ahora, ¿no?
—Está obligado a serlo —dijo Konrad—. Por otra parte, esta migración de muchos de
nuestros poderosos vampiros es interesante de por sí. Hay algo aquí para ellos.
 —No hay descendientes, aparte de ti. Hemos estado localizando y alertando todo lo que
hemos podido, pero eres la única en Gran Bretaña. Y para que conste, Zoltán y Bill habían
dejado Hungría antes que tú. Recorrimos toda la región por ellos, pero no encontraron nada
hasta que apareció aquí.
—Y ahora me están ignorando. —¿Lo hacían? Un vampiro había intentado matarla, después
de todo. ¿Y si Tom le había enviado el último sueño, al igual que envió sus palabras a
su cabeza? ¿Y si él había enviado todos esos sueños? Da miedo pensarlo, sin embargo... una
parte de su realidad, dio la bienvenida a la idea.
—Dudo que seas ignorada por mucho tiempo —dijo Konrad—. Obviamente han venido
aquí para otra cosa de gran valor para todos ellos…
—Creo que sé lo que es —soltó Elizabeth—. Es lo que estaba buscando por mí misma en la
biblioteca esa mañana. Yo sabía que Tom buscaría a Maximilian.
—Maximilian —repitió Mihaela, casi con asombro.
—¿Aquí? —dijo Konrad, tirando de su labio.
—Nunca había llegado tan lejos por el rastreo sus movimiento —murmuró Elizabeth—. Yo
me desvié. Pero ¿por qué más iban a estar aquí tantos? No me prestan atención
Konrad le dio una leve sonrisa.
—Estoy seguro de que no ha olvidado tu valor.
—O el tuyo —señaló Elizabeth.
—O el mío —admitió—. Pero yo no soy el Despertador. Tu sangre es aún más importante.
—No entiendo cómo funciona todo eso. ¿Es real? ¿O solo en sus mentes?
—Y en la mía… Creo que soy mejor y más rápida porque soy la Despertadora, la descendiente
de Tsigana, ¿Y si soy yo? No era la primera vez que esta posibilidad había entrado en su
cabeza. Pero eso surge cuando ella había matado al vampiro se había sentido muy definida.
—Real —dice István con convicción—. Hemos analizado la sangre de los vampiros, tanto
antes como después de que hayan muerto otros vampiros, o incluso matado seres humanos
en particular que han matado a los vampiros, y lo hace cambiar. Qué particular cualidad,
proporciona la fuerza, no lo sé. Todavía estamos trabajando en ello. Desafortunadamente,
no tenemos la sangre Antigua para probarlo. Pero todos se someten a pruebas de sangre
regulares para que los científicos traten de entender cómo funciona este fenómeno.
Fue el discurso más largo que Elizabeth le había oído decir.
La ciencia de esto, no la lucha, era lo que fascinaba a István.

—Así que con cada vampiro que matas, ¿te haces más fuerte? —dijo con asombro.
—Todo vampiro da fuerza —rectificó István—. Mihaela ganó fuerza por matar al
guardaespaldas de Zoltán, pero ella hubiese ganado mucho más si ella hubiese matado
al mismísimo Zoltán. Los jovenzuelos son los más fáciles de combatir, pero su muerte trae
poca o ninguna ganancia para el asesino.
Así que ella tenía razón. Su atacante no había sido un joven.
—Es como un juego de computador enfermizo.
—¿Café? —dijo Mihaela, trayendo las cosas de regreso a la tierra.
Elizabeth tomó la taza y el platillo que le entregó y se sentó en el extremo más cercano de
la cama.
—Entonces, no es sólo entrenamiento —reflexionó—. Todos ustedes son más rápidos y
fuertes de lo común debido a lo que han hecho.
—Igual que tú —dijo Konrad—. Tienes mayor potencial que cualquiera de nosotros, aún sin
haber matado todavía.
Algo se retorció en mi interior. Ella no lo corrigió. “Matado” era una palabra fea. Y sin
embargo, ¿qué más se hacía con los vampiros? ¡Vampiros, por Dios Santo! No una tonta
leyenda local sino una realidad que mataba a los jóvenes en las calles de Leith, familias
enteras en una granja de Rumania. ¿Por qué ella nunca le había preguntado sobre eso?
Había estado demasiado cautivada con su belleza y sus propios deseos perversos.
—Entonces, tal vez tengamos una oportunidad —murmuró ella—. Nuestra fuerza, la fuerza
de nuestros colegas británicos. Creo que puedo hacerlo venir por mí, si piensa que Zoltán
está a punto de matarme. —Me dio una sonrisa torcida—. Implica juntar a Zoltán y a mí.
¿Podemos capturarlo?
—Tendríamos que encontrarlo primero —dijo Mihaela—. Pasamos por Edimburgo en
nuestro camino hacia aquí, e incluso con nuestros poderosos detectores, no hubo ninguna
lectura. Tal vez, se encuentre con Maximilian. Podemos hacer que nuestros investigadores
lo busquen todos a la vez.
Konrad, que había estado mirando por la ventana hacia el mar, se volvió con decisión.
—También existe el hecho, que nosotros cuatro más los operativos británicos, sea poco
probable que seamos bastantes fuertes ahora.
Elizabeth frunció el ceño.
—¿Contra uno?
—Quizás uno. Quizás dos. No sabemos a qué lado saltará Bill. Es un solitario, dejó el
país sin decirnos nada, era nuestro informante en Transilvania y ahora no sabemos si se
ha unido a Zoltán contra su antiguo amigo. Necesitamos encontrar a Zoltán, y después…
necesitamos considerar una alianza.
Elizabeth puso la taza en el plato con un ruido metálico.
—¿Alianza? ¿Entre nosotros y Zoltán?
Por los encogimientos de hombros y miradas perdidas de los cazadores, estaba claro que
esto era algo que habían discutido antes y no estaban felices sobre ello.
Mihaela dijo reacia:
—Podría ser la única manera. Si Tom es tan fuerte como pensamos que es y si tiene a
Bill de su lado, necesitamos a Zoltán y a cualquier vampiro que haya reclutado en este 
país. No tiene muchos —agregó una rápida sonrisa a Elizabeth—, y no están organizados
por nuestras normas. Pero generalmente, están preparados para una pelea.

Elizabeth dijo:
—No tendrá a Bill. Si sabe acerca de ustedes y Bill, lo considerará un traidor. —Otra
traición más, pero ella no lo compadecería. Era como se comportaban los de su clase—.
Bill podría estar muerto.
Konrad abrió la boca como para refutarlo, después cambió de parecer.
—Podrías tener razón. Esto se trata tanto de vengar la traición como de acceder al poder.
No lo perdonaría. Aún si Bill te envió hacia él en primer lugar. En cualquier caso,
necesitamos a Zoltán para acorralarlo, para poder acercarnos.
—Después de eso —dijo Mihaela con un trazo de ansiedad—, la alianza está terminada.
Es importante que uno de nosotros, o todos, maten a Thomas. Si Zoltán lo hace, es malo,
porque al fin y al cabo, lo necesitamos tan débil como sea posible.
Konrad se sentó y recapituló.
—Entonces, encontramos a Zoltán, lo traemos aquí como si estuviera amenazando a Elizabeth
y esto atraerá a Tom. Necesitamos estar preparados, saber los próximos movimientos
de Tom, así estaremos organizados en el lugar que escojamos. Preferiblemente cerca
de un cementerio.
Elizabeth parpadeó.
—¿Para enterrarnos rápidamente?
Mihaela rió.
—Zombies —dijo Konrad represivamente—. Zoltán tiene el poder de convocar y controlar
a los muertos: muertos andantes sin almas y voluntad salvo para obedecerlo.
—No será una vista bonita —advirtió István—. Tendrás que ignorarlos y concentrarte sólo
en él, Thomas. Los zombies ayudarán a conducirlo hacia nosotros.
Elizabeth agregó a su mente esta alucinante suma, también. Habían mencionado a los
zombies antes, volviendo al principio cuando ella no había creído una palabra de lo que le
dijeron de todos modos. Sonaban desagradables, inapropiados, y muy peligrosos.
—¿Realmente pueden confiar en Zoltán en esa medida?
—Hasta que Tom esté muerto.
—Y luego, ¿qué hay de los malditos zombies? ¿Los volverá contra nosotros si él se los ordena?
—Sí —admitió Konrad—. Pero son fáciles de neutralizar, siempre y cuando no consigan
agarrarte, y es mi esperanza que Zoltán pierda interés en ellos una vez que Tom esté
muerto. Incluso si nosotros cometemos el asesinato, tiene eliminado a su enemigo y la
habilidad de tomar el poder de nuevo en Europa del este.
—Espera un minuto —saltó Elizabeth—. Si los zombies son tan fáciles de neutralizar, ¿por
qué serían útiles contra Tom?
—Números. Además, creemos que los Antiguos consideran a los zombies como
abominaciones, podrían ser las únicas cosas que asusten a Thomas. Ellos lo distraerán y
nos permitirán matarlo.
Elizabeth cerró la boca.
—Suena como una estrategia arriesgada.
—No veo que tengamos otra opción. Con o sin una guerra de sucesión, Tom es el peligro
más grande que ha enfrentado la humanidad en siglos. Si llega a toda la capacidad de sus
poderes, todos los cazadores en el mundo no serán capaces de combatirlo y la humanidad
será condenada, esclavizada y asesinada, los demonios chupasangre gobernados por los
caprichos de este Antiguo desquiciado. —Konrad hizo una pausa para que sus funestas
palabras penetraran.

No está desquiciado, pensó Elizabeth con rebeldía. ¿O sí lo estaba? ¿Eso no contaría para
su comportamiento errático? En lo que respecta a Tom, sus apariciones eran tan
engañosas…
Konrad habló otra vez, su voz más impresionante por estar tranquilo y moderado. —Thomas
debe morir. Después de eso, tendremos que cuidarnos de los problemas periféricos.

* * *

Golpeaba a Elizabeth, mientras los días pasaban, que iban a tener que inventar un nuevo
plan. Este dependía de encontrar a Zoltán, y hasta ahora no habían escuchado ni pío de 
él. Ni los investigadores de Budapest habían surgido con alguna información útil sobre la
ubicación de Maximilian. No pudieron encontrar ninguna conexión a Escocia.
La emoción que había impulsado a Elizabeth y la estimulaba a la acción había decaído
durante el fin de semana a un sentido de frustración y anticlímax.

Le resultaba difícil concentrarse durante el día, en la enseñanza o en su tesis. Mientras sus
noches estaban llenas de sueños calientes e inquietantes de Thomas:
Tom besándola; Tom mordiéndola; Tom acariciando su cuerpo desnudo a una docilidad dichosa y
temblorosa; Tom haciéndole el amor. Y peor que su rendición eran los sueños de ella
misma seduciéndolo y el triunfo salvaje con que ella lo montaba hasta el orgasmo rugiente
y aullador.

No podía suprimir los sueños más de lo que podía suprimir su disfrute de ellos. Todo lo que
podía hacer era burlarse y desdeñarse a sí misma al despertar, y a él si era quien los estaba
enviando y volver a dormir. No podía permitirse ser débil por la falta de descanso. Todo lo
hecho por una vida dificultosa y tensa, pero la alimentaba su creencia ahora inquebrantable
de que estaba haciendo lo correcto al fin. Tom debía morir, no debido a sus malos
sueños, sino por quién y qué era él. Y su papel era fundamental.
Pero no encontraban a Zoltán. Los cazadores británicos estaban recorriendo el país sin éxito.
La energía humana concentrada de Elizabeth y Konrad en un pequeño pueblo debería
haber llamado la atención de cualquier vampiro que se respete.

El martes en la noche, Elizabeth cerró su portátil y se sentó en el sofá, frotándose los ojos.
Las cazadores estaban convencidos que necesitaban a Zoltán para derrotar a Tom. ¿Y si
Tom estaba aquí, cerca de ella, Zoltán no creería que el Antiguo iba a matarla por fin y
vendría corriendo? Quizás se estaban buscando entre sí y fallaban.

Tal vez, sólo tal vez, ella podría mover las cosas un poco. Quizás había otra manera de invocar
a Tom. Su corazón latió muy rápido.

¿Por qué no funcionaría? Él hablaba en su cabeza; ella lo escuchaba. Debido a Tsigana,
porque lo había despertado, seguramente tenía todo tipo de habilidades latentes que
nunca había tratado de usar, no sólo como una luchadora.

Cerró los ojos, intentando relajar su cuerpo y vaciar su mente de planes ansiosos y el estrés, y
pensó en él. No fue difícil. Él nadaba en su mente como una fotografía en alta resolución en
toda su oscura y misteriosa belleza, realzada por sus inquietantes y fascinantes ojos negros.
Una sonrisa incluso jugaba en sus labios, burlón, apreciativo, curioso…

“Tom”, pensó. “Tom…¿puedes escucharme?”
“Elizabeth”

La respuesta volvió tan rápidamente que se sentó, jadeando, rompiendo la conexión con
miedo, porque había funcionado y el sonido de su rica y profunda voz la había abrumado
con tanta emoción insufrible que había tenido que hacerlo.
Ahora su corazón tronaba. ¡Podía hacerlo!

Él había sonado un poco sorprendido y contento. Dios, había estado contento. ¿Vendría
ahora? ¿Traería a ese Zoltán caliente sobre enojado a su cola?
Otro pensamiento la golpeó de la nada como un ariete.
¿Y si ya estaba ahí? Tal y como había hecho en el Ángel antes de que ella llegara. Los
cazadores no tenían instrumentos que pudieran detectarlo. ¿Por qué ninguno de ellos había
considerado esa posibilidad antes?
Porque si estuviera aquí, habría hecho algo.
Alguien había matado a los tres hombres en Leith, Tom o Zoltán. Quien fuera el
responsable, habría estado diciendo “hola, ven y atrápame”, y dando vueltas hasta encontrar
lo que sea que habían ido a buscar a Escocia. Sólo que entonces, llegarían a ella, a su inevitable
batalla que tendrían que luchar aquí. Ella pudo haber cambiado las cosas, esperaba no atraer
a Tom sin Zoltán.

* * *

Despertó del sueño, sudando, desorientada, ante el sonido de su teléfono sonando junto a
su cama. Agarrándolo, prendió la luz, registrando que era Konrad.
—Está aquí.
Su corazón, su estómago se desplomó.
—¿Thomas? —dijo con voz ronca.
—Zoltán.

* * *

Lo habían acorralado entre las ruinas del castillo de San Andrews, donde se había estado
alimentando de un estudiante aturdido y borracho probablemente.
 —Él no lo mató —dijo Konrad cuando ella se unió a ellos—. Él jura que tampoco mató a los
otros tres en Edimburgo.
Unas emociones ya familiares se vertían a través de ella, espirales de odio. No quería que se
tratara de Tom. A pesar de todo, una parte de ella quería que él fuera un ser civilizado,
que fuera algo que él no era y con toda honestidad, algo que nunca había fingido ser.
Zoltán, la miraba con una indiferencia total, hasta que finalmente frunció los labios y dijo:
—Ah, la Despertadora.
 —Pensé que me habías olvidado.
Él no lo entendió, por supuesto, aún no tenía ni idea de que había caminado junto a ella en
Princess Street.
 —Debo admitir que me divierte que los poderosos cazadores busquen mi ayuda.
 —No podemos negar que eres útil —dijo Konrad.
 —Puede ser, pero ustedes no lo son para mí. Tengo otros aliados más poderosos.
 —¿William? —adivinó Konrad.
 —¡No me hagas reír! ¡Él puede ser un viejo, pero es débil!
A Konrad le temblaron los labios, como si estuviera a punto de contradecir esa opinión.
Pero no era parte de su plan obsequiarle a Zoltán cualquier información que pudiera
proporcionarle una ventaja en el futuro.
 —¿Quién, entonces?
Los profundos ojos azules de Zoltán brillaron.
—Maximilian.

Ella estaba en lo cierto, no se había equivocado y la sonrisa rápida de los cazadores lo
confirmó. Los vampiros estaban aquí por Maximilian, el asesino “perdido” que había tomado
el poder de Thomas y a su vez le había sido quitado por Zoltán. Fue Maximilian el que había
atraído a Tom a Escocia, para completar su venganza, para beber la sangre de su último
asesino vampiro. No Elizabeth, nunca había sido ella.

Konrad no negó la afirmación de Zoltán. Él sólo dijo:
—¿Tú prefieres aliarte con un enemigo derrotado?
Elizabeth habló:
 —Él sólo derrotó a Maximilian con una enorme conspiración en su contra. Y Maximilian
parecía haber perdido ya la voluntad de continuar, por eso fue fácil. —Los otros la miraron
con sorpresa. Ella se encogió de hombros. Fue una de las muchas cosas que había aprendido
en su investigación no autorizada de los asesinos de Thomas.

También le ayudó a entender los motivos de Zoltán para querer unirse con Maximilian y
derrotar a Tom, mientras recuperaba el dominio en el este de Europa. Después de que
derrotaran a Tom, Zoltán sabía que Maximilian no tenía interés alguno en este tipo de
poder por lo tanto desaparecería amablemente, dejando a Zoltán con el control exclusivo.
 —Maximilian era muy fuerte entonces —dijo Zoltán—. Fue un honor para mí poder
derrotarlo.
István pellizcó el puente de la nariz en un gesto familiar de profunda reflexión.
—Y un vampiro que puede estar completamente oculto a sus hermanos durante tanto
tiempo sigue siendo fuerte.
 —Él no es un Antiguo —Zoltán afirmó—. Pero es la mejor cosa que le sigue.
¿Entonces por qué, si su nuevo aliado era tan fuerte, estaba aquí todavía hablando con los
cazadores en vez de escapar, o al menos mostrándonos sus colmillos?
 —¿Tú has encontrado ya a Maximilian? —le preguntó.
Zoltán lanzó una mirada desdeñosa sobre ella y frunció los labios.
—Por supuesto.

Por supuesto. Pero, sin embargo, no se fiaba de Maximilian. ¿Por qué habría de hacerlo?
Parecía poco probable que Maximiliano confiara en él, cual fuera la amenaza proveniente
de Tom.
Ella miró a los cazadores y dijo:
—¿Una alianza a tres bandas?
 —No tengo objeciones —dijo Konrad, mostrándose demasiado grandilocuente para la
ocasión, pero Zoltán no parecía ver nada más que lo superficial...
Se puso de pie, mientras se limpiaba de sus pantalones una suciedad imaginaria.
 —Muy bien. Tracen la trampa y les traeré a Thomas.
 —¿Cómo?
Zoltán nos regaló la sonrisa más cruel que había visto.
—Conmigo, Maximilian, y ella —señaló a Elizabeth como acusándola de alguna manera—.
¿En el lugar indicado? Él vendrá.
 —Él va a saber que es una trampa —advirtió Elizabeth.
 —Cierto, pero no sabrá la magnitud de la misma. Yo puedo traer por lo menos cuatro
vampiros locales de fuerza razonable. —Miró a Elizabeth—. Hubieran sido cinco, pero al
parecer se confundió de postre y pagó el precio.
Agradecida por el reconocimiento, Elizabeth asintió con la cabeza cortante.
 —Y Maximilian —continuó Zoltán, con su sonrisa cruel y desagradable—, junto con mi
pequeño ejército, por supuesto.

Sus zombies. El estómago de Elizabeth se revolvió. Podría haber sido por el miedo, pero se
inclinaba más por el disgusto.
 —Y él no espera que estemos de este lado —dijo Konrad—. Vamos a tener muchos de
nosotros también, cazadores locales. —Él, le estaba advirtiendo a Zoltán, por si éste nos
traicionaba, lo que iba a pasar en cualquier caso una vez muerto Tom. Realmente iba a
ser muy difícil mantener el control de todo... 

 —Una cosa —dijo Mihaela—. Al igual que todos los aquí presentes, tengo la necesidad de
eliminar a Tom, pero no podemos, en realidad tener una batalla de esta escala en el
centro de la ciudad, justo bajo las narices de los habitantes.
 —¿Fuera de la ciudad? —aventuró Konrad—. Podemos encontrar un lugar adecuado.
 —Halloween —espetó István, y como todos lo miramos con sorpresa, añadió—: El sábado
es Halloween. ¿No tienen algún tipo de celebración?
 —Por supuesto —dijo Elizabeth—. Las cosas extrañas que ocurran ese día entre las
ruinas, con extraños seres se va atribuir a alguna loca fiesta de estudiantes. Los locales se
mantendrán alejados y podemos darnos el lujo de rechazar a los propios estudiantes con
algún tipo de cordón. Si me ven, pensarán que somos parte del personal y mantendrán
alejados. Puede que funcione.
 —¿Qué ruinas? —Konrad sonaba muy entusiasmado ahora—. ¿Aquí?
 —No —señaló Zoltán detrás de él, y al instante Elizabeth comprendió. La catedral era uno
de sus lugares favoritos y ella se resistía a ensuciar ese piso sagrado pero antes de que
pudiera decir algo, Konrad dijo—: ¡Bien!, también está rodeada de cementerios.
 —Sábado —dijo Zoltán—. A partir de la puesta del sol. No lleguen tarde. Él no lo hará.

Elizabeth miró por encima de su hombro, como si esperara que él ya estuviera allí. Pero se
encontró sólo con el mar, la sombra y las aves nocturnas batiendo sus alas en la distancia, y
el recuerdo de su voz, corriendo a través del sonido de las olas llamándola. Elizabeth.

* * *

Tendría que haberla matado en Budapest.
Él podría matarla ahora. Sólo tenía que saltar desde el techo del castillo y matarla, rompiendo
sus delicados huesos, y drenarla en un santiamén. Él empujó su cabeza hacia atrás con
fuerza hacia la pared detrás suyo y clavo sus dedos en la piedra debido al esfuerzo que
estaba haciendo para mantenerse quieto.

Apenas podía pensar a través de la furia y la indignación que sentía, sabía que era ridículo.
Pero él aún albergaba una frágil esperanza y ahora todas se habían derrumbado. 

Tom había regresado a Saint Andrews tan pronto como sintió la firma enmascarada de
Zoltán muy cerca de Elizabeth. Antes de que siquiera hubiera escuchado su dulce llamada
curiosamente familiar ya en su cabeza, fuerte y vacilante, sin embargo, conjurando su
imagen vital en su cabeza. Era como si lo extrañara, como si estuviera tratando de resistirse
a probar una habilidad que nunca había pensado tener antes de este momento, y sin
embargo tan pronto como él respondió, ella desapareció, dejándole sólo el eco de su grito
conmocionado. Eso lo había hecho sonreír, porque así era Elizabeth, tan incrédula de su
fuerza natural que no esperaba realmente que llegara hasta él.

Pero la alegría se había terminado en un segundo, la comunicación entre ellos se había
cortado, ahora ella sabía que podía hacerlo y él estaba seguro que lo volvería a intentar, este
conocimiento nuevo a lo había complacido.
El había seguido la familiar firma de Zoltán hasta las ruinas del castillo, que no eran más que
un edificio de madera en el que se había quedado hacía mil años, y lo observó alimentarse
de un macho humano que había conservado con el suficiente sentido común de no matarlo,
al menos no antes de que los cazadores llegaran, lo que hizo que Zoltán dejara ir al chico y
entonces vio a Elizabeth llegar también junto a los cazadores.

Desde un lugar en el tejado del castillo, donde permanecía oculto, enmascarado de los
vampiros y de la vista humana, Tom había oído y visto todo, incluso le había causado
diversión la astucia de los cazadores de pretender una alianza con Zoltán para atraparlo a él.
Se regocijo en los ojos de Elizabeth, Tom se había aislado de los demás refugiándose en
la música de su voz, dejándose llevar por los recuerdos de su noche juntos en Budapest, y
pensando en otras futuras noches juntos.

Sin embargo, cuando partió Zoltán, Tom se había sentido incómodo, no es de extrañar.
Sabiendo que Elizabeth y los cazadores, cuando salieron de los terrenos del castillo, estaban
tomando muy en serio la alianza con Zoltán. No había sido un ardid.
Cuando este entendimiento le llego claro se clavo en él como una potente patada en el
estómago. Incluso se sintió enfermo.

¡Los muy tontos! ¿No saben que Zoltán quiere dominar la raza humana? ¿Estaban realmente
dispuestos a arriesgar su libertad por la esclavitud, el asesinato, el horror inimaginable, de
su propia especie? ¿Sólo por la oportunidad de matarlo a él? Y si Elizabeth era consciente de
los planes de Zoltán, o no, no había excusa para su elección.

No podía soportar el vacío inmenso que sentía y por eso había dominado la ira que lo
embriagaba, hasta que había llegado a esta absurda postura, tratando de empujar la pared 
detrás de él, sólo para no caer al frente de ella y desgarrar su garganta en el acto. Él necesitaba
un escenario para su victoria, y este no lo era.

Pero no podía estar quieto. Al soltar la piedra fría, se tiró desde el tejado en el sentido
contrario de Elizabeth. Aterrizó en las rocas que descendían hacia la playa, y salió corriendo.
Corrió tan rápido que lo mareó, prácticamente estaba volando alrededor de las rocas, antes
de llegar a la ciudad y saltar por los tejados, para acabar con una necesaria e inútil pérdida de
energía. Nadie hubiera podido verlo, un mero borrón. Sin embargo, las emociones que sentía
estaban haciéndole perder el control de sus pies. Comenzó a tropezar, lento, zigzagueando
y virando en ángulos imposibles, como si estuviera ebrio, borracho de amargura, que le
hacía extrañamente torpe. El conocimiento lo levantó y lo obligó a ir a tierra firme antes de
revelar su paradero a todos, humanos y vampiros.

Aún así, le llevó dos intentos mas antes de saltar por una ventana rota del desván de una
casa abandonada, aunque al menos aterrizó en silencio sobre el piso de madera desnuda.
Sangre brotaba por los cortes del cristal en la cara y las manos.

Sus piernas se doblaron y él cedió, tirándose en una esquina absorbiendo su propia ira. Al
menos, él lo llamó ira. Se sentía amargo, rancio, y lo quemaba como si tuviera ácido en la
boca, en sus venas. No es como la furia que lo había consumido cuando Bill lo traiciono
y al final había prescindido del bastardo. Esto era diferente. Se sentía como cuando lo
traiciono Tsigana.

Se quedó quieto, dejando que la emoción lo embargara en un agarre potente, vertiginoso,
sabiendo que tenía que liberarse de ello, pensar sin pasión.
La alianza con los cazadores era natural para ella. Siempre lo había aceptado. Y ella le había
prometido matarlo si sus caminos se cruzaban de nuevo. Pero su llamada hacia él esta
noche le había dado la esperanza de que ella, aún pudiera volver a él sin la persuasión, que
lo amara. Su voz había sido suave y hermosa en su cabeza y aún más excitante por ser tan
inesperada; sin embargo, no significaba nada, no era más que su propio aumento feroz de
posesividad ante el simple pronunciamiento de su nombre por parte de ella.

La suavidad y la llamada, accidentales o no, eran mentiras.
Estaba solo.
Sus manos se abrieron con angustia a ambos lados de su cuerpo boca abajo.
Él podría soportarlo. Había pasado por cosas peores, mucho peores. Se obligó a descansar
hasta que, lentamente, sus dedos perdieron su rigidez.

No importaba. Él había estado siempre solo, en realidad, cualquiera que fuera el compañero
que pasara por su larga vida. Nunca lo había detenido, y nunca lo haría.
He dormido contigo sólo para salvar mi vida. Bueno, al final, no lo haría. Había cometido
demasiados errores ya por culpa de la lujuria. Ahora ella se había aliado con otro vampiro en
su contra y semejante vampiro era Zoltán. Esto, finalmente, era imperdonable, y su muerte,
era inevitable. Y esta vez, no sería la muerte amorosa que él le habría dado en Budapest. Esta
vez sería un asesinato.

Y al final, ella, junto con los cazadores y todo el mundo de los vampiros, se daría cuenta de
que él nunca sería derrotado.