13 jun 2012

BOS Epilogo


Epílogo

En su ático de Nueva York, Josh Alexander puso la pesada espada en el suelo de su salón
y la desempaqueto.

Junto a él, su visitante dejó escapar un suspiro. Josh no estaba sorprendido. Había vivido
con ella toda su vida, y todavía se ponía así. La espada brillaba, casi centelleando bajo la luz
de la lámpara. El oro y la plata se entrelazaban en la empuñadura elaboradamente tallada.
La hoja, sin marcas de ningún signo de deterioro, relucía como nueva – limpia, afilada y
letal. Toda el arma parecía señalar que todo el apartamento caramente diseñado se estaba
iluminándose, resplandeciente contra el anodino y común recubrimiento viejo en el que
estaba.

A veces, como ahora, cuando no la había visto en mucho tiempo, Josh casi entendía por
qué su padre se había imaginado que la espada contenía muchísimo poder. Era hermosa,
impresionante, una exquisita pieza mortal de eterna artesanía. La edad solo le otorgaba una
mayor grandeza.
Sin embargo, esta noche, por primera vez, Josh se vio obligado a tocarla. Parecía
extrañamente... viva.

Con una sonrisa de desaprobación, Josh cerró sus dedos alrededor del frío y tallado de
metal, como había hecho antes en innumerables ocasiones. El dolor le golpeó al instante,
como una descarga de electricidad golpeándole hacia atrás, incluso cuando dejó caer la
espada con un grito de sorprendente agonía.

Mareado, cayó de rodillas, agarrándose la quemada y palpitante mano con la otra mientras en
su cabeza se arremolinaban visiones horribles de la espada - balanceándose, abalanzándose,
cortando, su brillante hoja goteando con sangre escarlata. La mano que la sostenía no era la
suya. Sin guantes, era pálida, fuerte y vigorosa. La sangre corría en elegantes riachuelos sobre
sus nudillos y sus largos y afilados dedos. La oscurecida cara de un hombre desconocido
nadó por su visión; joven, fuerte y guapo, con unos terribles y ardientes ojos negro y unos
despiadados y serios labios. Su atronadora voz resonó en la cabeza de Josh, paralizándolo
con sobrecogimiento y temor.

“Soy Thomas. Dame mi espada.”
Fin

12 jun 2012

BOS Capitulo 18 Final


Hola! Finalmente estoy en vacaciones, este fue un duro semestre lleno de exámenes difíciles y de continuos sobresaltos lo bueno es que todo salió perfecto :D... Este es el final de la primera temporada y agradezco eternamente su paciencia ya que yo misma se lo horrible que es leer una historia que suben cada mil años, pero aprovechando mis vacaciones tratare de subir más rápido la segunda temporada y acabarla antes de que inicie mi siguiente semestre (cuyas materias analice ayer y descubrí que será terriblemente difícil XD) En fin, espero lo disfruten y esten atentos  a Blood on Silk 2 :)

Capítulo 18

Con el corazón en la boca, ella abrió la puerta de su apartamento y lo dejó entrar. Se
sintió más simbólico que su primer beso, más importante que la caliente, urgente
consumación de la Catedral, porque el pequeño lugar representaba todo lo que Elizabeth
Silk era—ella en la privacidad.

Como si él lo supiera, se tomó un tiempo en mirar a su alrededor a medida que entraba y la
rozaba al pasar. No había mucho para ver, excepto un desastre en la pequeña sala cuadrada,
sólo un abarrotamiento de abrigos, guantes y zapatos, la mayoría de los cuales había perdido
su lugar.

Entró caminando en el living y él la siguió, echándole un vistazo a las pinturas sobre las
paredes, el salvaje paisaje marino, el pacífico jardín, la antigua atmósfera de un castillo
escocés bien conocido, y el divertido y torcido dibujo de una calle de St. Andews, hecho por
un artista amigo.

Él sonrió. —Las facetas de Elizabeth Silk. —Confundida, pensó ella tristemente. Como las pilas de
ensayos sobre el sofá y los inicios de su tesis en la vieja mesa entre dos tazas de café usadas,
una revista de mujeres, una estaca de madera rota, y una envoltura de chocolate rota—y
los libros que llenaban la casa desde monografías históricas a noveluchas. Era una mujer sin
una identidad definida…
—Cambiando constantemente, abierta a todo. Me gusta eso.
Ella se sonrojó ante su halagadora interpretación. Él caminó hacia la ventana, mirando el
oscuro Mar del Norte. Ella dijo:
—Quería que te gustara la casa. No sé por qué.
Él se volvió. 
—Gracias —su voz fue baja y ronca, y cuando la tocó, se derritió en su abrazo.

Ya le había escrito a Mihaela, para decirle que estaba en casa y que la llamaría en la mañana.
Supo que Konrad estaba débil pero vivo. Su teléfono estaba apagado. El mundo estaba
excluido. Este era su tiempo robado, y el robo era increíblemente dulce.
La torpeza y el miedo de ella habían desaparecido. Mientras se duchaba, lo escuchó poniendo
música, tratando y descartando muchos discos con la velocidad de la familiaridad, hasta
que encontró un tono que lo complació—Billie Holiday; amoroso y conmovedor. Ella pensó
que podría llorar.

Su sombra oscureció la cortina de la ducha, y su pulso empezó a correr de nuevo. Abriéndola
de golpe, tomó su mano, la ayudó a salir y la metió en sus brazos. En silencio, envolvió una
toalla a su alrededor, teniendo un cuidado extra tierno en las contusiones y laceraciones
que llenaban su piel de la rara batalla nocturna.
—¿Tú no tienes alguna? —preguntó ella.
—Sano demasiado rápido.
Ella alzó la vista hacia su rostro concentrado y se dio cuenta que no quería bloquearlo todo
y olvidarlo. Quería entenderlo, entenderlo a él.
—¿Cómo hiciste para obligar a Maximilian a luchar por ti? O al menos —se corrigió—, ¿qué
se presentara por ti?
—No lo hice. Le conté mis pensamientos y los de Zoltán, y lo dejé escoger.
—Pensé que lo matarías.
—Lo contemplé. Pero la cosa con Maximilian es que él piensa por si mismo—siempre lo
hace. Era ambicioso y pensaba que podía gobernar mejor que yo. Y por supuesto, quería a
Tsigana. Pero la realidad volvió su ambición en cenizas. Había visto muy rápido que Tsigana
no era digna de la inmortalidad. Creo que también deseó rápidamente volver bajo mi
mando. Por supuesto, facciones emergieron; Zoltán emergió. El deseo por la novedad, por
el cambio que me había permitido ser expulsado, trabajó en su contra también. Zoltán era
el rostro del nuevo vampirismo, brutal, irreflexivo, egoísta, y Maximilian no pudo soportarlo.
Tom sonrió.

—Cuando lo sentí, pensé que había venido a matar a Zoltán. Me lo debía, después de todo.
—Podría haber llegado a matarte cuando estabas en tantos problemas.
—Podría haberlo hecho, pero no lo hizo. Vino para echar una mirada y, tal vez, asegurarse de
que yo tuviera una oportunidad. —El labio de Tom tuvo un tic—. Pagando una deuda,
dijo.

Una de sus manos se había acercado para descansar debajo de la toalla sobre su pecho
desnudo. La otra acariciaba su garganta, justo sobre el lugar donde la había mordido
Budapest y en Sighesciu.
Alzó su mirada hacia él.
—Era tu amigo, ¿no? —Así era como lo habían atrapado. Su amante y su amigo.
—Si. Era mi amigo. Uno de los únicos dos vampiros que he hecho en un milenio. El otro es
Bill.
Ella tocó su rostro, sin querer sumarse más al dolor que no había revelado pero que de todas
formas sintió. Maximilian y Bill eran como sus hermanos. Ambos lo habían traicionado de
maneras distintas; aún así estuvieron a su lado esta noche en la batalla.
—Bill le dice a los cazadores cosas.
—Lo sé.
—Pensé que si lo sabías, lo matarías.
—Casi lo hice. Casi te maté también. El problema con la muerte es, —sus labios se crisparon—,
que es muy definitiva.
—No era para ti.
—Lo será algún día. Pero todavía no. —Su boca se cerró sobre la de ella, y ella se presionó
contra él. La levantó, llevándola al cuarto, tendiéndola entre la ropa que se había probado
y rechazado esta tarde antes de regresar a la falda y al top que había comprado para su cita
con Richard.

¡Mierda!

Oh, bueno, mañana me disculparé. Este es el único momento que tengo para Tom, para
nosotros…

Tom se tendió junto a ella, desnudo, besando sus pechos con fuertes, sensuales empujes
que la volvían salvaje. Su boca se deslizaba hacia arriba a su pulso martillante en la base de
su garganta y al costado de su cuello. Succionó la piel en su boca, y ella se arqueó hacia
arriba, lanzando su cabeza hacia atrás con peculiar éxtasis y necesidad. Sus dientes, navajas
afiladas y acariciantes, rozaron su vena.
“Un pequeño trago,” murmuró en su cabeza. “Para tenerte dentro de mí mientras estoy dentro
tuyo…”
Las palabras la estaban excitando, cubriendo el dolor de la perforación de sus dientes. Su
pesado muslo se movió sobre ella, fijándola abajo. Su mano se posicionó entre medio de
sus piernas, y sintió el empuje lento y frío de su boca, sumando calor al placer ardiente e
implacable. Lo agarró firmemente y lo acercó mientras él bebía de ella.

En algún lugar en el torrente de éxtasis, estuvo conciente de Billie Holiday. 
“Calla ahora, no expliques, eres mi alegría y mi dolor”.

Y ella quiso llorar, sólo que no hubo tiempo, él se acercaba sobre ella, entrando en su cuerpo mientras lamía el dolor de su herida, y todo empezaba nuevamente.

* * *

En algún momento durante la tormenta del estremecedor clímax, sus bocas se habían
acercado, para separarlas lentamente después, lamiendo a lo largo de su labio superior
tembloroso.
Ella tragó. La desolación tembló en el borde de su frágil y temporal felicidad.
—¿Eso fue venganza también?
—Nunca fue por venganza. Quería la sangre de Tsigana. Y después, te quise a ti.
—Tom, vete antes de que yo…
Ella lo empujó en el pecho, pero permaneció inamovible, dentro de ella y afuera.
—Me diste esta noche —le recordó el—, y la quiero toda.
Se rindió y enroscó sus brazos alrededor de su cuello.
—Igual yo —susurró ella—. Oh, igual yo.
Poco después, se levantó de la cama y fue a la ventana, apartando la cortina cerrada una
pulgada para ver el exterior de la calle tranquila. Estaba en el limbo, entre la última batalla
y la siguiente, la que fuera. Mirando sobre su hombro, a donde él yacía sobre la cama, su
poderoso brazo sobre su pecho mientras la observaba, ella atrapó un vislumbre de sangre
sobre la sábana. Miró fijamente la diminuta gota mientras su memoria recordaba.
—Es como el sueño que tuve… —No había cuerpos, a excepción de los fantasmas y los
horrores en su mente de la reciente lucha, pero Tom y la sangre estaban sobre las
sábanas—. ¿Enviaste los sueños?
—No. Pero no me sorprenden. Tuvimos asuntos inacabados, tú y yo.

Mientras él se levantaba y se acercaba a su lado, sus músculos se tensaban en su hermoso y
pálido cuerpo, Elizabeth suspiró:
—No está claro, ¿no? Bien y mal. Eso es lo que significaba cuando dijiste que el mal estaba
en el ojo del observador. Todos lo vemos de manera diferente. —Se apoyó en su hombro—.
Realmente quise matarte esta noche, porque era lo correcto. Y ahora… —cerró los ojos—.
Me pregunto si fue más el amor lo que me detuvo.
Mientras su brazo la acercaba, ella abrió sus ojos y miró hacia arriba a su rostro.
—¿Eres malvado? —susurró ella—. ¿Realmente esclavizarías a la humanidad?
—Esclavizar no es una bonita palabra.
—No es una buena acción.
—Algunas formas de esclavitud son claras e irrefutables. Como la asquerosidad de levantar
a los muertos sin alma, sin voluntad. Otras son más una cuestión de percepción.

Era tan raro tener esta conversación, desnudos en su habitación, su brazo alrededor de su
cintura. Pero esta era su noche robada. Dejando que su cabeza cayera sobre su hombro, ella
inhaló su esencia distintiva y trató de absorberla por su piel.
—Estás jugando con las palabras, Tom. ¿Qué es lo que intentas hacer?
—No lo sé todavía…con exactitud. Pero debes admitir, el mundo se ha equivocado
drásticamente sin mí. Solamente en el último siglo, dos guerras mundiales que mataron a
millones de personas, una sociedad que se ha llenado frenéticamente de odio…
—Eso terminó —sostuvo ella.
—Todavía tienen hambruna y codicia. Tu mundo está dividido con la intolerancia religiosa y
el odio, la violencia, el asesinato, la falta de honradez; sin embargo, desprecias a los vampiros
por algunos actos…
—Nadie niega que hemos cometidos errores —replicó Elizabeth—, o finge que el mundo es
perfecto. Cometeremos más errores, pero serán nuestros.
—¿Por qué?
Levantó su cabeza para mirarlo.
—¿Por qué que?
—La tierra me pertenece tanto como a ti. ¿Por qué deberían cometer todos los errores
cuando yo puedo hacer mejor las cosas?
—¿Mejor para quién? ¿Los vampiros?
Inclinó la cabeza.
—A corto plazo, sí.
—Los vampiros matan personas. Tú matas personas…
—Raramente. Cuando es lo correcto.
—¿Pero como puede ser correcto, Tom? Me dijiste que pensabas diferente de nosotros.
Entonces, ¿por qué deberías juzgar quienes merecen vivir o morir?
—Porque puedo.
Ella lo agarró del hombro y lo sacudió, pero antes de que pudiera hablar, él dijo:
—Veo más que los humanos o vampiros. Se matan entres sí, ambos creyendo que están
haciendo lo correcto. Están haciendo juicios también, basados en poco más que prejuicios 
y malentendidos. Zoltán habría esclavizado tantos humanos como pudiera—después
que le di la idea. Eso habría sido esclavitud, arraigada en su propio violento y sanguinario
hedonismo—una pesadilla inimaginable para tu gente. Puedo traer justicia.
—¡No es justicia sin consentimiento!
—El consentimiento vendrá con el conocimiento.
No sabía si estar más fascinada o aterrorizada. No sonaba como la carnicería demente
y la destrucción profetizada por los cazadores y sin duda lo prometido por Zoltán, y sin
embargo…
—Realmente quieres dominar el mundo, ¿verdad? —su voz salía entrecortada.
—Soy bueno en eso.
—No te lo permitiré, Tom.
—Lo sé.

Deslizó ambos brazos alrededor de su cintura y apoyó su cabeza sobre su pecho. Cerró los
ojos para apartar el dolor.
—Entonces, después de esta noche, somos enemigos de nuevo. Se va a terminar. —Palabras
feas, emociones feas entre esta dulzura que nunca se debería haber permitido, sin embargo
no lo lamentaba. Ella sintió sus labios en su cabello, y su garganta se cerró. Si lloraba, él
sentiría las lágrimas sobre su pecho.
—Hacemos lo que tenemos que hacer —le dijo en la oreja, y ella pudo haber jurado que su
voz dolía tanto como la de ella—. Hay muchas mas horas hasta mañana. Pero Elizabeth…
Sucumbió ante la insistencia de sus dedos y levantó la cabeza. Su belleza era borrosa, pero
aguantó las lágrimas. Él la besó, su boca moviéndose sobre sus labios tanto como su aliento
mientras sus palabras sonaban dentro de su cabeza.

“Nunca se va a terminar.”


FIN