Capítulo 15
Piénsalo —dijo Elizabeth—. Toma algunas notas, y hablaremos sobre eso la semana
entrante. Disfruta de tu almuerzo.
Así, desestimó, su grupo de tutoría de su primer año le sonrió y comenzaron a apartarse
con una oleada de sillas arrastradas y carpetas y libros metidos en mochilas. Elizabeth juntó
las tazas de café que estaban distribuidas por toda la mesa, las cuales algunos alumnos las
habían empujado hacia ella con un rápido “gracias”.
Los estudiantes más bulliciosos ya estaban empujando a todos para abrirse paso a la salida.
Emma, quien había leído el ensayo de hoy, permaneció ahí parada para dejarlos salir. Algo
sobre su manera tímida y humilde le recordaba a Elizabeth a ella misma en su primer año:
aislada, mórbida y con decidida confianza, y su preocupación por su capacidad intelectual.
Por supuesto, la experiencia de Elizabeth se vio agravada por el hecho de ser más grande
que sus compañeros, pero ella no tenía ninguna intención de dejar que Emma sufriera sólo
porque tenía diecisiete en vez de veinticuatro.
—¿Emma?
La chica miró alrededor aprensivamente, claramente anhelando salir por la puerta con los
otros.
—Ese fue un buen ensayo, posiblemente el mejor que he leído del curso de primer año.
Sigue trabajando así de bien.
Se notó un alivio en sus ojos, una rápida sonrisa mientras masculló un “gracias” y se unió al
empujón a la salida, pero fue una recompensa suficiente.
Elizabeth mostró una sonrisa torcida, volcando los vasos en el fregadero. Mientras Emma
lograba salir, Richard llegaba hasta ella para encontrarse con su mirada con un toque
sarcástico en sus labios.
—¿Es ella buena?
—Puede serlo. Maneja bien la evidencia, tiene buenas ideas… ella sólo necesita el coraje
para declararse ante ellos.
—Como tú, entonces —se burló él.
—No, siempre fui una intimidadora obstinada. Estaba feliz de declararme ante ellos en
papel para la posteridad.
—Y callada como un ratón en tutoría. Por un tiempo creímos que alguien más escribía tus
ensayos.
Elizabeth se rió. Ella pensó que eso probablemente era verdad. Se dio vuelta hacia el
fregadero, dándole a cada taza un enjuague.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—Dos cosas. Primero, dime cómo va eso de enseñar, en términos generales. ¿Algún
problema?
—No, que yo sepa. De hecho, está yendo sorprendentemente bien. Lo estoy disfrutando.
Supongo que la prueba va a estar en los resultados de las pruebas.
—Estoy sorprendido. —Él apoyó su cadera en la esquina en una de las tres mesas apiñadas
juntas alrededor de las cuales ella se sentó con sus estudiantes—. Para ser honesto, no creí
que tomaras el lado de la enseñanza ni la mitad de bien de lo que lo estás haciendo.
Ella pestañeó hacia él, poniendo la última taza en la tabla de secado y alcanzando la toalla.
—¿Entonces por qué me diste el trabajo?
Él sacudió su cabeza.
—Llegaste hasta aquí. Y necesitas la experiencia. Pero la mayoría de los más respetados
académicos universitarios son maestros de mierda. Espero honestamente que seas una más
en esta gran y honorable línea.
—Gracias. ¿Y la segunda?
Él sonrió.
—¿Quieres ir a la fiesta ‘No de Halloween’ de Chris Harper?
—No me han invitado. No lo conozco —añadió ella, sólo por si él se imaginaba que se sentía
menospreciada por la omisión.
—A mí sí, yo lo conozco. Esperaba que vinieras conmigo.
Sus ojos se agrandaron mientras entendía la implicación.
Mi Dios. Richard Kennoway, sujeto de mi no-correspondido enamoramiento, por fin me ha
invitado a una cita.
¿Ahora qué diablos debo decirle? Porque desafortunadamente, desde que volvió de Hungría seis semanas antes, ella ya no sentía lo mismo. Le gustaba Richard, se llevaba bien con él, pero esas mariposas que solían rondar por su estómago cuando estaban ambos en el mismo salón habían volado lejos para bien. En su más honesto momento, reconocería que la única atracción psicológica real hacia Tom había hecho que su vago enamoramiento por Richard pareciera sin sentido.Richard, presumiblemente dándose cuenta de que ella no estaba muy emocionada por la
oportunidad, se quedó allí, diciendo:
—Avísame, Elizabeth. Tengo un almuerzo en media hora.
Todavía aturdida, ella lo miraba mientras se retiraba de la habitación. Eso probablemente lo
complacería, si se daba cuenta.
—¡Perdón! —dijo otra voz en el pasillo, probablemente después de haber chocado con
Richard. Era Joanne, que buscaba a Elizabeth para el almuerzo. Y Elizabeth recordó que ella
y Joanne iban a cenar en su apartamento el sábado siguiente: Halloween. Tenía una excusa
perfecta, si elegía tomarla.
—¿Qué le pasa a su cara? —preguntó Joanne, entrando. Diez años más mayor que Elizabeth,
ella era una regordeta excéntrica Glaswegian con un pelo en parte púrpura en puntas, que
le daba a poca gente el respeto que sentían que merecían. También era la delegada del
departamento y una académica muy distinguida y escritora.
A Elizabeth le gustaba ella.
—Puede que haya herido sus sentimientos —confesó Elizabeth—. Él me invitó a la fiesta de
Halloween, y yo no me emocioné mucho por la idea, exactamente. Te estás arriesgando a mi
comida esa noche. Pero él no esperó para oír mi respuesta.
—¿Tu excusa? —preguntó con perspicacia.
—No estoy segura —confesó Elizabeth, alcanzando su chaqueta colgada sobre una silla y
deslizándola por sus hombros.
Ninguna de ellas dijo nada más hasta que dejaron el edificio del departamento y caminaran
por la Calle Sur. Luego Joanne dijo:
—No tienes miedo de él, ¿no?
—¿Miedo? —El miedo era para los vampiros, para monstruos que matan, y criaturas que
pueden hacerte sentir lo que sabes que no debes, lo que no era real—. ¿Por qué razón
debería estar yo asustada de él?
Joanne se encogió de hombros.
—Él es un mujeriego. Todo el mundo lo sabe. Nunca deja que cada mujer a la que la invita a
salir piense que es la única y la que puede cambiarlo. Tiene un cierto encanto mágico, toda
esa hombría en lo alto de ese gran intelecto. Irresistible.
Elizabeth miró a su costado.
—¿Eso crees?
—Si puedes pasar su ego.
Elizabeth rió.
—Y suena como si tuvieras —dijo Joanne con aprobación—… Unas pocas semanas
alrededor de él puede hacer maravillas por llevar el brillo de un ídolo sexual. Por otro lado...
Elizabeth paró alarmada frente a la heladería hasta que Joanne la empujó para que siga
caminando.
—Por otro lado —continuó Joanne—, en realidad él es un chico muy lindo. Él no se casará
contigo. Probablemente ni siquiera te llame por semanas. Pero si no esperas más que eso,
puede ser divertido.
Elizabeth no respondió hasta que pararon para observar la arruinada catedral. Luego dijo:
—Parece que hablas con experiencia.
—He tenido diversión con Richard Kennoway, y él no rompió mi corazón. Ni yo rompí el
suyo. Probablemente estás lista para él ahora.
El viento sopló sus cabellos frente a sus ojos, y lo sacó con sus dedos.
—¿Qué quieres decir?
Joanne se encogió de hombros.
—Quiero decir que te conozco desde que eras una tímida en primer año con un cerebro
del tamaño de un planeta y con menos que ninguna habilidad para mostrarlo. Te vi crecer
mientras te graduabas y empezabas tu tesis. Te vi en su compañía con la frecuencia suficiente
como para ver los signos de un enamoramiento insano.
Elizabeth sonrió con tristeza
—¿Piensas que salir con él va a ser un asesinato o una cura?
—Oh, no, creo que ya estás curada. Si hubieras salido con él el año pasado, eso hubiera sido
desastroso. Pero este año… Este año no te sonrojas cuando te habla. No notas sus bromas
excepto para dar unas tan buenas como las que tienes. De hecho, creo que te empezó a
ver diferente este verano. Me parece que finalmente lo has intrigado cuando no estabas
esforzándote.
—¿De verdad? —Era un poco gracioso y patético. Ella era consciente, aún de su pequeño
triunfo. Pero eso apenas le tocaba. Le gustaba su nueva vida en San Andrews. Le gustaba
enseñar y le gustaban sus colegas. Pero aparte de eso, se sentía emocionalmente entumecida,
como si hubiera perdido todo el este de Europa.
Sé honesta, arruinaste todo en el este de Europa, donde en primer lugar, lo encontraste…
Joanne alzó sus ojos como en una nube negra de amenaza.
—¿Conociste alguien este verano?
Elizabeth quería reír.
—Algo así.
—¿Vas a verlo de nuevo?
—Sinceramente, espero que no. —Esa era la verdad, y sin embargo a pesar de sí misma, sólo
el pensamiento hizo que su pecho se estremeciera.
—Ya veo.
Pero no lo hacía, por supuesto que no. No podría.
—Bueno, si te apetece un poco de romance sin cadenas. —dijo Joanne, moviéndose hacía
la heladería donde claramente se había determinado a almorzar—, Richard es tu hombre.
Con mucho gusto voy a salir a tope para Halloween. En vez de eso puedes alimentarme el
domingo, la cena así como los detalles sangrientos. —Elizabeth la miró mientras caminaban,
reflexionando sobre eso. Era momento que viviera de nuevo, tan intenso como en el este de
Europa, solo que sin todos los aterradores vampiros detrás. Ella agarró la punta del cabello
de Joanna, que sorprendentemente estaba suave—. Tienes una cabeza de un sabio y viejo
hombre bajo ese exterior suave y esponjoso.
—Por lo de ‘viejo’ te va a tocar comprar la comida.
* * *
El ataque salió de la nada mientras ella caminaba a casa desde el departamento esa noche.
Ella había tomado la ruta silenciosa porque iba mejor con su humor y porque San Andrews
nunca había parecido un lugar tenebroso, ni siquiera de noche. Su mente no estaba en
peligro, pero el complicado letrero de una parte de su tesis, la cogió por sorpresa. Algo la
picó en la parte posterior de su cuello, lo suficiente para tirar su cabeza hacia arriba al alto
muro a su derecha, pero ya era demasiado tarde.
Una sombra saltó hacía ella, volviéndose sólida mientras caía encima suyo. Se retorcía
mientras caía, tal como ella había hecho en los simulacros de combate con Mihaela, así
como con el entrenador de combate en Budapest, y lanzó hacia arriba, así que antes de caer
en el suelo, ella estaba encima de su atacante. Él gruñó como un perro. Sus largos y crueles
colmillos brillaban en la oscuridad. No había tiempo de pensar. Sus manos la agarraron,
su boca se lanzó, pero la estaca ya estaba fuera de su bolsillo y estaba metiéndoselo. El
vampiro explotó en una nube de cenizas, y Elizabeth, sacudida por un nuevo estallido de
energía, saltó a sus pies. La estaca aún seguía preparada mientras se apresuró a escanear
la carretera y la parte superior de la pared, escuchando por algún movimiento cerca. Fue
entonces cuando empezó a temblar. Tuvo la suerte de que el vampiro era un atacante
solitario. Guardó de nuevo la estaca en su bolsillo y caminó hacia adelante con las piernas
temblorosas.
Había matado un vampiro. Ella, que no recordaba haber golpeado a nadie antes, había
cometido el asesinato sin remordimientos, sin ningún pensamiento, al parecer, actuando
completamente relajada. Todo el incidente solo duró unos segundos, y no había nada para
mostrar lo que había ocurrido.
Bueno, el entrenamiento sirvió. Y también hay vampiros aquí…
Oh mierda, ¿y si me habían seguido desde Hungría?
Caminó rápidamente, tratando de mantener su conciencia y la vigilancia, mientras que
llegaba a un acuerdo de lo que había hecho. Con lo que le habían hecho a ella, y con todo
lo que significaba.
Entró al edificio y dejó su abrigo antes de acordarse de lo que había sentido en el momento
de su primer asesinato. No era arrepentimiento, ni siquiera triunfo, pero fue algo físico, como
una oleada de energía.
Se sentó en el suelo del pasillo, inconsciente del silbido de debajo de la puerta.
—Es verdad —susurró—. Mierda, es verdad. Si se siente algo; se gana algo con matar a
alguien.
Eso también significaba algo. Su atacante no había sido un novato. De acuerdo con la
mitología que había leído de la biblioteca de cazadores, las habilidades de los novatos no
daban poderes extras. Pero se sentía diferente. Se sentía fuerte.
Eso solo es la reacción… Tenía cosas más importantes de las que preocuparte, como de
donde vino el bastardo, porque me eligió a mí, y si había más de ellos.
Una cosa era cierta: ella no sólo podría esconderse aquí. Siempre supo eso. Era por eso que
seguía apuntada en judo y en esgrima y siempre llevaba consigo una estaca en el bolsillo
adónde sea que fuera. Pero desde las seis semanas desde que había llegado de casa, había
estado adormecida. El ataque de la noche había sido un recordatorio. No se había acabado.
* * *
En el sótano cerca a los muelles de Leith, en uno de los edificios viejos intocables por modernas
reconstrucciones o influenciados por nuevos jóvenes profesionales, Bill observó la luz
del día oscurecerse detrás de la espesas, y sucias cortinas del salón de anfitriones.
Janine, la ocupante de esa cabaña, estaba fuera trabajando. Era una prostituta. Él había
tenido sexo con ella y se había alimentado de ella la noche que la había encontrado y la
había dejado allí. Incluso le había pagado por eso. Desde eso, aún cuando ella casi no se
acordaba de eso, él no la había tocado, sexualmente, una circunstancia que aparentemente
lo había dejado en el estatus de amigo. Desde eso, él se había alimentado de ella una o dos
veces, pero era más un trato de final-de-noche que una comida como tal, una manera rápida
de drogarse. Sólo Dios sabe ella con que abusaba su pobre y joven cuerpo.
Pero un trabajo social no tenía lugar en los planes de Bill. Tan pronto como se hacía
de noche, el iba a los muelles a esperar a Tom, quién finalmente se había interesado
para lidiar con el problema de Zoltán. Había dicho que iba a llegar en un barco carguero –
abajo marcado con Thomas- que llegaba esa noche, y como siempre ante la perspectiva de
reencuentro, la emoción hervía en las venas de Bill. Bajó de nuevo la sucia cortina. Una
banda de luz oscura apareció en la parte superior de la ventana hundida. Ahora él podía salir
a los muelles. Tenía que encontrar a alguien para alimentarse antes de que Tom llegara.
Se acordó de recoger la chaqueta robada del desastroso suelo. No sentía frío y los escoceses
eran resistentes, aún en el frío, húmeda noche de octubre, debía haber varios de ellos yendo
en delgadas, camisetas sin mangas. Pero Bill parecía y sonaba como un extranjero. No
tenía deseos en llamar la atención.
A mitad de camino en la habitación, paró. Sus oídos hormiguearon. Y también los bellos
de la parte de atrás de su cuello. Se volteó, buscando lo que lo causaba, detrás de la puerta
de la habitación había un intruso. El crimen era abundante es este vecindario, pero era un
ladrón con sangre buena que podría entrar en la guarida de un vampiro desconocido.
Bill no podía oler a un humano. Pero sentía la presencia de un—vampiro enmascarado.
Zoltán.
Bill había tenido cuidado en el largo viaje a Escocia para no ser observado.
Se disfrazaba continuamente y se blindaba en la casa de Janine. Pero Zoltán era un vampiro
fuerte, y estaba buscando a otros. No había ni una posibilidad de que hubiera encontrado
a Bill, casi por accidente.
Bill cruzó la habitación en silencio y con rapidez. Se podría hacer cargo de Zoltán, pero
sería una pelea dura y necesitaba toda la ventaja que le pudiera tener, necesitaba tomarlo
por sorpresa. Abrió la puerta, mostrando los colmillos, con los puños y el pie derecho listo
mientras cubría todos los ángulos.
Él bajó sus puños.
Tom se tumbó en la cama desecha de Janine. El parecía estar leyendo su diario en la
oscuridad.
—Que trágico ser humano —observó—, y ni siquiera se da cuenta de ello. Buenas noches
Bill.
—Tom, llegas temprano.
—Encuentro necesario estar un paso por delante de mis enemigos, o una hora como mínimo.
Bill frunció el ceño.
—¿Zoltán sabe que estás aquí?
—¿Se lo dijiste?
—¡Por supuesto que no se lo dije! Pensé que me había seguido la última vez. Nunca creí que
te meterías a escondidas. Escucha, sé lo que está tramando.
Tom cerró el diario y lo tiró al suelo donde supuestamente, lo había encontrado, pero
por lo demás no movió mucho más que una ceja, en interrogación. Iba a pretender que ya
lo sabía.
Bill dijo:
—Está trayendo humanos poderosos a casa, no estoy seguro si esta controlándolos o
hipnotizándolos para alimentarse o para convertirlos después, pero de una manera u otra
el planea esclavizarlos. Ese es el plan y luego viene aquí ¿Por qué? Primero pensé que era
por la despertadora. Pero no ha estado cerca de ella aún. Tampoco ha estado en el sur hacia
Londres donde la gente de mayor poder en este país tiende a reunirse. Me pregunté si estaba
buscando apoyo, creando un ejército extranjero de Vampiros, con el cual enfrentarte. Si
lucía lo suficientemente fuerte, tendría una oportunidad de atraer a la vieja guardia. Pero
tampoco lo ha hecho. Él está buscando tan solo a un Vampiro. —Se detuvo, mirando a
Saloman a los ojos para un máximo efecto—. Maximilian.
Saloman asintió, como si fueran viejas noticias y estuviera esperando por más.
—¿Maximilian? —dijo Bill—. ¿Tu enemigo? ¿El que te atacó y usurpó tu poder? Y
Tom, estoy muy seguro que Zoltán sabe dónde está. Ha estado buscando registros de
propiedades y ocupaciones de todas las pequeñas islas occidentales y contrató un barco
con tripulación—. Aún está en Edimburgo, pero creo que no se quedará por mucho tiempo.
Va a encontrarse con Maximilian.
—¿Supones que Max lo matará?
—El pudo hacerlo antes. O no se molestó. ¿No lo entiendes, Tom? ¡Ésos dos no tienen
nada en común excepto su odio por ti! Maximilian sabe que estás obligado a ir por él.
Aunque sea sólo por una vida pacífica. Él deberá atacarte de nuevo. Lo que no podrá hacer
sin algunos aliados poderosos. Y no lo puede hacer ahora sin Zoltán. Creo que Maximilian
ha estado escondiéndose en alguna isla por décadas, pasivamente reuniendo fuerzas con
los años. Dudo que esté buscando problemas. Pero estará preparado si eso pasa. Si Zoltán
lo encuentra, juntos podrían derrotarte, Tom.
Tom se removió y se levantó.
—Así que me llamaste aquí, lejos de mi base de poder en Hungría y Rumania. Donde tengo
la fidelidad y el apoyo de todos los vampiros, ¿para enfrentar esta amenaza solo?
Bill parpadeó.
—Perdóname. Pensé que te gustaría encontrar a Maximilian por ti mismo. —El sarcasmo no
pasó desapercibido para Tom pero esto ni siquiera alteró su expresión.
—Sé donde está, más o menos. Lajos lo sabía, se lo dijo a Karl, que me lo dijo a mí. Y si Karl
me dijo es razonable pensar que le dijo a cualquiera del que tuviera miedo, incluido Zoltán.
Derrotado, Bill lo miró hasta que el malestar y la irritación de deslizaron en sus palabras.
—¿Quieres decir que seguí al maldito matón por toda Europa por nada? ¿He estado viviendo
en este hoyo, saltando de un lado a otro para observar y eludir a Zoltán por nada?
—Oh, dudo que fuera por nada.
—¿Qué diablos quieres decir con eso? ¿Y para qué molestarte en venir si ya sabías todo?
—Vine a lidiar con Maximilian… y contigo.
El estomago de Bill pareció caer. Se sintió enfermo. La figura de Tom aun era clara
en la oscuridad. Eran las tenues luces ocasionales de los faros de los coches las que lo hacían
lucir siniestro.
—¿Ya están aquí los cazadores? —preguntó Thomas.
Joder, joder, y joder.
—¿Cómo voy a saberlo?
Bill voló hacia la pared con suficiente fuerza para cegarlo de dolor. Ni siquiera supo
como Tom lo había arrojado con su mente, o si se había movido tan rápido que Bill
ni siquiera lo había visto. De cualquier manera, la fuerza ancestral había aumentado cien
veces desde Bistrila, y mientras sus dedos se cerraban en la garganta de Bill, la muerte
fue una certeza.
—Me traicionaste con los cazadores —dijo Tom, su voz era lo suficientemente ronca
como para revelar su dolor.
—Les dije que habías sido despertado —graznó Bill—. Lo habrían descubierto pronto
de todos modos. Incluso les dije que estaba asustado para sacarlos de la inactividad.
—No puedes jugar con la información a mi alrededor, Bill. Hay sólo un lado, y no
escogiste el mío.
—¡Te envié a la chica! —No estaba suplicando por su vida ahora sino por entendimiento,
para alejar la oscuridad de la herida de su amigo.
Cada amigo que Tom había tenido antes del ataque lo había traicionado y Bill, su hermano, no
podía soportarlo. El no podría soportar la terrible soledad del anciano, incluso con su poder.
La rabia llenó los ojos de Tom.
—¿Para despertarme por esto?
—Perdóname —susurró Bill.
—Nunca te perdonaré.
Bill cerró los ojos, no por miedo, sólo para evitar el sufrimiento en la mirada de Tom.
—Te maldigo, con el último latido de tu traicionero corazón, que es inminente. —El agarre
de Tom se afianzó. El aire pareció zumbar cuando el anciano se abalanzó a su garganta
para drenarlo, romper su cuello y convertir su cuerpo y su alma en polvo. Él no había tenido
en cuenta la joven bestia que había tratado de atacar al despertador. Eso dolía. Más que la
muerte, eso dolía. Ni siquiera le importaba que Tom viera las lagrimas de sangre que se
deslizaban de sus ojos. Eso podría confortarlo en su soledad.
Pero estaba tomando tiempo. Ningunos dientes atravesaron su garganta, por unos
momentos, hasta que abrió los ojos para ver el desprecio en los ojos de Tom.
—Eres nada. —Tom susurró—. Vive con tu dolor. —Empujó lejos a Bill. Él patinó a
lo largo de la pared y cayó al suelo mientras Tom se dirigía a la puerta.
—¿Cómo lo supiste? —Las palabras salieron de él sin permiso. Ni siquiera supo si las había
dicho en voz alta.
Tom se detuvo, pero no se dio la vuelta.
—Elizabeth Silk me lo dijo “Zoltán te traiciono” dijo ella. No “Zoltán trato de matarme” o
incluso “Zoltán rompió su alianza” Traición suena como algo tuyo. Y me preguntaba cómo
los cazadores habían averiguado sobre mi tan rápido además, —él curvó sus labios—, tienes
sus números en tu teléfono.
—Era la única manera de hablar con ellos —declaró Bill—. Lo he hecho por años…
alimento chismes a cambio de una vida pacífica. Y por diversión. Si soy sincero quería
decirte…
Tom caminó hacia la puerta.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Porque sabía que me matarías. —Bill luchó para ponerse en pie y siguió a Tom a
la desordenada sala—. ¿Te vas? —preguntó desconcertado.
—En este caso —Tom dijo—. He decidido que vivir es un castigo mucho más cruel que
la muerte. Adiós Bill. Haz tu propio camino al infierno.
La puerta principal se cerró ruidosamente, dejando a Bill con la boca abierta en mitad de
la desordenada sala. Parecía reflejar lo que quedaba de su existencia. Bill no era estúpido.
Él sabía que había sido borrado. Un gran abismo esperaba para devorarlo. Deseaba que Janine
llegara a casa para que pudiera alimentarse de ella. Necesitaba beber hasta cegarse.
* * *
Caminando en la oscuridad, de las calles amenazadoras de Leith, el cuerpo de Tom dolía
con furia aún no desatada. Deseaba después de todo haber matado a Bill, y atacarse a
sí mismo por dejar ir al bastardo.
Había sido otra decisión tomada en el momento, como la de no haber matado a Elizabeth
Silk. En su lugar los dejó a los dos vivos para agregarlos a las amenazas que lo rodeaban. No
esperaba que el dolor fuera tan fuerte. Suprimiéndolo por semanas, pensó que estaba bajo
control, pero no era así.
Y quería matar a Bill, tanto que dolía. Como cuando mató a su primo Luk. Eso era lo que
lo había asustado al final. Las decisiones sobre la vida y la muerte no debían hacerse en el
calor del dolor y la rabia, cuando uno no podía ver las consecuencias.
Eso era lo que había salvado a Bill en Bristila. Y de nuevo hoy, incluso aunque había
planeado desde hace tiempo matarlo cuando se reunieran de nuevo, su rabia lo había
hecho retroceder y entonces solo necesito salir. Pero el impulso de matar era todavía fuerte,
inapagable.
Cuando los matones humanos atacaron, fue un regalo. Había cuatro delgados despojos
de humanos, obviamente buscando dinero para drogas y arruinar lo que quedaba de sus
miserables cuerpos, sin preocuparse de a quien lastimaban en el proceso. Cazando en
manada como perros. Salieron de las sombras antes que les pusiera atención, saltaron sobre
él con los cuchillos destellando bajo la tenue lámpara.
Rompió el cuello del primero hombre y lo drenó hasta que murió. Mientras que tomaba a el
otro delante de él y los sostenía como escudo. Hubo un dolor agudo cuando un cuchillo lo
hirió, pero fue fácil de olvidar en la euforia de la bebida.
Soltando el primer cuerpo, mordió al segundo, girando de una forma rápida, dio una patada
que mando a el resto de los atacantes al suelo. Debieron haber huido cuando tuvieron
la oportunidad, sin embargo, sorpresa, curiosidad o lentos reflejos, parecían haberlos
paralizado. Uno se arrastró y corrió lejos. Tom lo dejo ir—él despreciaba la codicia—
pero atrapó al cuarto hombre y también bebió hasta dejarlo seco. Fue un postre amargo. Y
tomaría toda su sangre ancestral combatir cualquiera que fueran las sustancias venenosas
que fluían en sus venas. Sin embargo mitigo la mayoría de su mal humor.
Dejando al cuarto hombre sobre sus camaradas muertos. Tom le dio una mirada a la
carnicería, y sus labios se curvaron.
—Llámalo “Hola” Zoltán —murmuró—. Y haz lo que quieras.
Flexionando las rodillas, saltó al techo de edificio más cercano, desde donde miraba los
muelles y la Firth of Forth. Al lado opuesto se extendía, Fife, St Andrews y Elizabeth Silk.
* * *
Ya había estado aquí antes, hace mucho tiempo, cuando todavía le llamaban Kilrymont.
Macbeth había sido el rey. Y por las normas de esos días el país había prosperado en relativa
paz. Luego había tenido que ir al sur y había sido llamado de nuevo a Hungría. Los asuntos
concernientes a Escocia se habían ido al infierno en carretilla. Le gustaba esa frase.
St. Andrews. Era un muy diferente ahora. Aunque había muchos viejos edificios, pocos
sobrevivieron desde los primeros días, excepto la torre, la que una vez había sido parte de la
pequeña iglesia de los Celtics Culdees. Y ahora estaba opacada por su masivo vecindario. La
antigua hermosa catedral, yacía en elegantes ruinas por encima de la orilla.
La torre estaba llena de gente caminando en multitudes, algunos llevando libros y bolsos,
algunos serios, algunos riendo, algunos regresando a casa o yendo a los muchos bares
dispersos a lo largo de las calles principales.
Ella estaba aquí. Él podía sentirla, como el calor del sol, y el júbilo se elevó por encima de la
soledad de perder a Bill. Después de todo había aprendido a convivir con la traición en
Budapest. Bill no era el primer viejo amigo que había perdido de esta manera y otros se
convertirían en viejos amigos también. Además no tenía tiempo para perder. Tenía planes
que hacer, para terminar esto, y limpiar su camino al poder. Hoy era una indulgencia.
La encontró en la playa, una amplia extensión de arena sobre la que algunas personas
paseaban con sus perros. Una joven pareja andaba, con los brazos alrededor del otro,
mientras se detenían para besarse. Elizabeth destacaba, porque ella no paseaba, ella
caminaba de manera enérgica, decidida. Como si igual que él estuviera trabajando con
exceso de energía.
Se detuvo en la orilla cubierta de hierba que dividía la playa del camino, lo suficientemente
lejos de ella, para hacer imposible que viera más que una sombra en la oscuridad, incluso si
miraba directamente a él. Pero con los poderosos ojos de Vampiro, podía verla claramente,
su frágil y hermoso rostro sonrojado con por el frío. Su pelo estaba suelto y enmarañado
detrás de ella, y mantuvo la cabeza en el viento mientras marchaba.
Ella lucía vaqueros y una chaqueta de lana. Era bueno verla. Extrañaba su presencia. Quería
bajar a la arena, estar frente a ella y tomar su pequeño y cálido cuerpo en sus brazos,
presionarla fuerte, llevarla a la playa mientras el viento los azotaba y las olas corrían cerca de
ellos. Era tentador. Muy tentador.
Dormí contigo para salvar mi vida.
Pero no tan tentador como para no pelear contra ello. Sabía que se aliaria con los cazadores,
en la lucha venidera. Tenía que hacerlo. Y no lo haría difícil para ella. Así mientras miraba,
como si sintiera su silenciosa presencia se traslado, dio la vuelta y la vio marchar hacia la
calle.
Sin embargo, a un ritmo rápido, caminó a lo largo de la carretera saludando a algunas
personas que pasaban a su lado. Luego desapareció en uno de los muchos bares. Tom
se subió al tejado y esperó a que saliera, escuchando su voz en la multitud de charlas, risas
y tintineos de vasos en el interior.
No dijo mucho. Pero estaba a gusto, hablando con personas que eran obviamente amigos.
Se pregunto cómo sería tener una conversación con ella, bajo circunstancias normales, sin
la amenaza de la muerte o la seducción que pesaba sobre ella.
Tal vez lo normal estaba sobrevalorado.
Sólo se quedó por media hora antes de salir con otra mujer a quien le dijo adiós en la puerta.
Antes de continuar su rápida caminata por la calle. En el último edificio, puso la llave en la
cerradura y entro.
Él podía cuidarla en su casa. Podía entrar y sentarse en su cama mientras dormía, justo como
había hecho antes. Podía beber su dulce sangre de nuevo. Y hacerle el amor mientras se
despertaba.
Él podría, excepto que la hora de indulgencia había acabado. Ahora era momento para
encontrar a Maximilian antes que Zoltán lo hiciera. Podría contratar un bote como Zoltán,
para rondar por la costa opuesta de Escocia, navegando a través de las brumas de las islas
del oeste, hasta que encontrara el lugar donde se escondía Maximilian.
Si se acercaba lo suficiente, incluso Maximilian no sería capaz de esconderse de sus sentidos.
O podría simplemente llamarlo.
“Maximilian. Estoy de vuelta.