Me disculpo por la falta de capitulos pero entre a la universidad y Dios! me sobre explotan! El primer día con la primera clase tuve que pasar medio día en la biblioteca para hacer el trabajo que me dejaron :s no he leido fics ni nada así que no se extrañen si no comento... Nos leeremos el fin de semana espero les guste el capitulo!
Capítulo 14
Capítulo 14
Una parte de ella esperaba que no hubiera tiempo. Y sin embargo, Konrad había
tenido razón. Si ella no lo veía, estaría huyendo.
Así que se escabulló de la sede de los cazadores, metió todo su equipaje en el viejo coche que había comprado aquí hace varios meses, y se dirigió al aeropuerto. Se las arregló para conseguir un asiento en un vuelo nocturno a Glasgow, que la dejó con varias horas de inactividad.
Después de una taza de café fuerte, salió del aeropuerto y regresó a la ciudad.
¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por mi propia paz mental? ¿O por qué no puedo permanecer lejos de él?
Porque incluso gritar era mejor que la soledad.
Una noche de falsa intimidad le había mostrado lo que quería y nunca había encontrado, esa combinación de emocionante éxtasis sexual y compañerismo que la había hecho sentir como una reina. Y ni siquiera era real. Crédula Elizabeth Silk, engañada de nuevo, por un monstruo a quien ni siquiera debería haber reconocido por lo que era.
Fue fácil encontrar el área correcta de Pest. El primer día de su recuperación, los cazadores habían pasado algún tiempo aquí, después Elizabeth les había mostrado la red de calles en el mapa, buscándolo a él o a su casa sin éxito. Al día siguiente, habían tratado de reducirla mediante el uso de la guía telefónica, junto con los registros de propiedad y arrendamiento.
Pero era un campo minado de cambios y múltiples ocupaciones, y a pesar de las frecuentes patrullas, nadie lo había visto, o a cualquier otro vampiro, entrar o salir de cualquiera de los edificios.
Elizabeth aparcó el coche y caminó. No tenía una idea clara de hacia dónde estaba yendo.
Solo estaba segura de que encontraría la casa cuando la viera. Lo olería, o algo así.
Pero era un área grande, y caminó por un largo tiempo. Había estado oscuro esa noche, y apenas había visto la casa por fuera. Habían aterrizado en el techo y saltado hacia el lado de la casa antes de caminar a la puerta principal. Ni siquiera podía recordar de qué color era la puerta. Había muchos edificios de similar tamaño y forma.
Al final fueron las cortinas lo que reconoció. Gruesas, de pesado terciopelo, y de un profundo y oscuro rojo, cubrían las dos ventanas de su salón en el primer piso, y dos ventanas de su dormitorio junto a este.
Su corazón latía fuerte. Sabía que era esta. Reconoció ahora la forma de la puerta, el
ornamentado y tallado arco por encima de ella. Las altas puertas de hierro forjado que
no había notado antes. Estaban cerradas con candado, por lo que, despreocupada de los transeúntes, se subió por encima de la pared.
Sin embargo, había estado equivocada. No podía olerlo. Y mientras se acercaba a la puerta, incluso comenzó a dudar de si este era el lugar correcto. Tuvo una breve visión cómica de irrumpir como un remolino vengador, blandiendo su afilada estaca sobre una desconcertada familia a la mesa del té.
También tenía la intención de tocar la campana. Lo que tenía que decir podía ser transmitido desde la entrada mientras él se escondía en las sombras. Sería mejor de esa forma. No tendría que mirar al hijo de puta.
Por otro lado, cuando presionó el timbre, no oyó ningún sonido. Dudaba que funcionara. No importaba. Si no lo olía, sin duda él podía sentirla, a pesar de que parecía no tener intención de abrir la puerta.
Interesante.
A no ser que él realmente no estuviera. Bill se había movido a la luz del día, manteniéndose en los senderos sombreados del jardín de María. Estaba segura de que Tom tenía formas de hacer lo mismo en la ciudad.
Bueno, maldita sea, no se irían con el rabo entre las piernas. Levantando la mano, agarró la manija de la puerta, más para poner a prueba la fuerza de la cerradura antes de patearla con cualquier expectativa de abrirla.
No necesitó darle vuelta. A su primer toque, la puerta se balanceo abriéndose.
Se quedó sin aliento. ¿Si ya se había ido, le diría a los cazadores de esta casa, como les había dicho acerca de la iglesia en Bistrila?
¿Cuántas películas de terror como esta había visto? Solitaria mujer estúpida camina sin
poder hacer nada en un lugar de evidente peligro. Bueno, sólo tenía la esperanza de que tuviera razón y de que él no la mataría. Después de todo, había tenido su venganza, la cual, presumiblemente, perdería su dulzura, si estaba muerta e incapaz de apreciar el haber sido tan absolutamente seducida. Y si estaba equivocada... Solo conseguiría terminarlo.
Empujó la puerta y entró. Por mezquindad, dejó la puerta abierta, permitiendo a un rayo de sol caer a través del pasillo.
Había salas en la planta baja en las que ella no había estado.
Se preguntó que hacía él en ellas, que guardaba el resto de la casa. Si él no estaba en casa, daría una vuelta, pero estaba condenada si perdía su dignidad por espiar en frente de él. ¿Qué clase de extraña dignidad es esa?
Se dirigió hacia la escalera, enseñándose a sí misma a caminar firme, incluso en los escalones, aunque tenía la boca tan seca que dudaba que pudiera hablar y el corazón le martilleaba en su pecho como un pistón.
Dobló la curva de la escalera antes de que lo viera. Su estómago y su corazón parecieron dar un tirón, como si hubieran intercambiado posiciones. Él estaba de pie en el vestíbulo superior, un hombro apoyado contra la pared mientras la observaba aproximarse.
Sus largos y delgados pies estaban desnudos. Con nueva emoción, recordó la sensual
sensación de ellos acariciando sus piernas, y obligó al recuerdo a irse. Llevaba sus
habitualmente sencillos pero elegantes pantalones negros con una camisa blanca suelta, sin abrochar.
O tal vez era a la que le había arrancado los botones en la urgencia por hacerle el amor la primera vez.
¡No vayas allí, por el amor de Dios!
Su cabello negro caía en rebeldes rizos sobre el rostro y los hombros, completando la
impresión de un hombre incomodo demasiado pronto antes de que el aseo apropiado
pudiera ocurrir. La idea era estúpidamente seductora, y tuvo que apartar esa también,
porque sus ojos eran de lejos demasiado brillantes y demasiado penetrantes para permitirle volver a sumergirse en esa bruma de ceguera, depravación e ilusiones vanas.
—Elizabeth.
Era francamente insultante que pudiera decir su nombre así. En una voz así. Parecía recorrer todo su cuerpo de adentro hacia fuera. Pero ahora ella era más fuerte. Agrupando los jirones de esa fuerza a su alrededor, se imaginó a sí misma volteándose de la manera correcta de nuevo.
—Thomas.
—No esperaba darte nuevamente la bienvenida aquí tan pronto.
—Estoy segura que no. —Por fin llegó a la parte superior de la escalera, y él se enderezó, por lo que su cuerpo quedó demasiado cerca a ella.
—Por favor. —Sin quitarle la mirada, él extendió su mano hacia el salón. Más allá de la puerta, la cual estaba entreabierta, libros abiertos y periódicos estaban esparcidos por el suelo en un círculo grande, desordenado con un parche desnudo de la alfombra en el centro, como si hubiera estado sentado allí, mientras estudiaba en la semi penumbra—. Entra.
—No me voy a quedar —dijo fríamente—. Me voy esta noche de Hungría. Sólo vine a decirte que sé quién soy y cuál es mi importancia. Sé que puedo aprender a luchar contra ti, y lo haré. Toma lo que tienes y deja a los descendientes solos. Si no, encontraré una manera de matarte.
Sus ojos buscaron los suyos. Pensó que el brillo se había ido, pero por lo demás su rostro era inexpresivo. ¿Realmente había imaginado que podía leerlo la otra noche?
—Eres una mujer inteligente —reconoció—. Probablemente podrías, con el tiempo.
—Cuenta con ello.
—Así que finalmente ellos te dijeron acerca de Tsigana.
—No necesitaron. Soy una mujer inteligente.
Inclinó la cabeza, al parecer, todavía inmóvil. Porque tenía que hacerlo, dijo:
—Siempre lo has sabido. Incluso Bill lo sabía. Deliberadamente me condujo a ti.
—Es un amigo que recordó lo suficiente como para actuar en consecuencia.
—Incluso plantó una espina para hacerme sangrar.
—Es un asunto sencillo para un vampiro de su edad extraer la sangre de tus venas sin tocarte. Incluso te siguió para asegurarse que mantenía la conexión y la sangre todavía corría para el momento en que llegaste a mí.
—¡Entonces yo lo vi en el camino!
Una débil sonrisa tembló en sus labios recordándole que había escapado del personaje y que había venido a decirle que ahora entendía todo. Frunció los labios en una mueca. —Espero que la venganza fuera dulce para ti.
—La más dulce —dijo en voz baja.
La sangre rugió a través de ella, bañando su cara y cuello. ¿Quieres decir que fui más caliente que mi tátara-tátara-tátara-tatarabuela? Se tragó las palabras antes de que se derramaran por sus labios. Debe haber sido un poco más grandiosa en esto de todos modos.Salvajemente, buscó un discurso más seguro.
—Tienes que dejar a Konrad solo.
—¿Lo hago?
Mierda, sólo estaba molestándolo ahora, poniendo en peligro a Konrad.
—Así que —dijo—. Vas a casa, a Escocia. ¿Por qué?
—Tengo un trabajo que hacer, una tesis que escribir. Una vida.
Su mirada nunca dejó su cara.
—Estás enojada porque no te lo dijeron. No importa, no pertenecías a ellos. Pero no necesitas irte así.
—¿Así cómo? —le espetó.
Sus labios temblaban.
—Enojada. Herida. ¿Qué te ha hecho sentirte así? —Su mano se levantó, como si fuera a tocar su cara.
No podía golpearlo. No era tan buena o rápida.
Todavía no. Pero podría, y lo haría, bloqueo su movimiento con el brazo y dio un paso atrás.
—Elizabeth —reclamó, burlón, cerrando nuevamente la distancia—. No estabas tan en contra de mi toque antes.
—¿Antes de que bebieras mi sangre? —le soltó.
Llamas estallaron en sus ojos y quemaron, aún así no se movió. —Soy un vampiro. Tu sangre era buena, y lo disfruté. Así como tú. Junto con todo lo demás.
—¡Gilipollas! —Sólo la desagradable verdad podría haberla hecho perder la compostura, y luchó desesperadamente por traerla de vuelta—. Dormí contigo para salvar mi vida.
A través de la furia, algo lo lastimó. Parecía herido.
Sin advertirlo, sus ojos bajaron. Por un instante, se preguntó si realmente había logrado infligirle algo de su propio dolor. Pero, por supuesto, no lo había hecho. Su mirada estaba sobre sus caderas, sus pechos.
—La próxima vez —dijo—, será diferente.
Pero al menos él se lo había creído. El triunfo la estimuló a seguir.
—No habrá una próxima vez. Adiós, Tom. Espero que nunca nos encontremos de nuevo. Si lo hacemos, te mataré.
Era una buena línea de salida. Desafortunadamente, no pudo seguirla girando sobre sus
talones y descendiendo las escaleras hacia la puerta abierta del frente. Él estaba parado tan cerca, y aun cuando ella se movió para hacer una salida menos dramática, él se movió con ella, bloqueando su camino.
Su cabeza descendió. La conciencia la inundó, mareándola. Sin embargo él ni siquiera la tocó. No había calor corporal para excitarla, sólo simple, arrolladora presencia. Él movió su cabeza, inhalándola como lo había hecho varias veces en el pasado.
—Amo un oponente digno —murmuró él—. Recuerda eso, junto con el resto.
Su ronca, gutural voz parecía vibrar dentro de su cuerpo. Antes de obedecerle y permitir que la memoria la inundara, arrojó la dignidad al viento y lo empujó ligeramente al pasar. Hubo un instante de llameante contacto, un leve toque que tuvo el efecto de las caricias más íntimas de cualquier otra persona, y luego había pasado a su lado y se apresuraba por las escaleras.
Esta no soy yo huyendo...
Había medio esperado que él hiciera uno de sus sobrenaturales saltos y apareciera frente a la puerta abierta. Cuando no lo hizo, no pudo resistir arrojar una mirada sobre su hombro mientras cruzaba el salón.
Aunque no lo había oído moverse, él estaba parado a mitad de camino de las escaleras
mirándola. Su rostro estaba serio, casi... perdido.
Pero si él estuviera triste, era una emoción más profunda que cualquier otra que ella pudiera inspirar. Mirándola irse, él claramente pensaba en otra cosa.
A ella le hubiera gustado golpear la puerta, pero la dignidad y el despecho ganaron. La dejó abierta para que él pensara cómo cerrarla a la vez que se mantenía fuera del sol.
Todavía temblaba cuando encontró su auto. Pero demonios, había manejado en peores condiciones, por ejemplo después de su primer aterrador encuentro con Thomas. Ella era más fuerte ahora, y más que capaz de manejar hasta el aeropuerto y la acogedora cordura de su hogar.
No podía entender por qué se sentía culpable, como una desertora. O por qué las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.
* * *
Tom miró hasta que la sombra de ella se fue, y el sonido de sus rápidos, ligeros pasos
desaparecieron en la distancia. Sólo entonces, cuando la luz del sol perdió su encanto, cerró la puerta con el poder de su mente y volvió arriba.
Considerando que era la primera vez que había sido lo suficientemente fuerte para usar
ese truco desde su despertar, no estaba tan satisfecho con eso como debería estarlo,
porque sabía que había sido un error. Había confundido cierta empatía con conocimiento y entendimiento de Elizabeth. No había esperado que ella estuviera tan devastada porque él hubiera bebido su sangre; no había esperado que ella se fuera. Había querido que se quedara bajo la protección de los cazadores hasta que él estuviera listo.
No llevaba despierto dos semanas. Luego de trescientos años de total aislamiento, quizás no era una sorpresa que hubiera perdido un poquito de realidad en su tratamiento con los humanos. Pero confundir su momento de amor con confianza era un error básico.
A Tom no le gustaban los errores; tampoco le importaba que lo frustraran, o perder la
iniciativa en un momento de inusitada vacilación. Podría haberla hecho quedarse. Lo que fuera que estaba intentando fingir, ella no era inmune a él. Su cuerpo aún temblaba ante su cercanía, y no todo era miedo. No le hubiera llevado mucho tiempo tomarla en sus brazos para reducirla a una dócil entrega, o eso pensó. Pero ya había cometido ese error antes; aún no la conocía y había vacilado. Porque el cuerpo de ella ya no era suficiente.
Dormí contigo para salvar mi vida.
Eso nunca había entrado en su cabeza. Nunca había querido que hubiera una posibilidad de eso. La muerte de ella era inevitable, él sólo había querido hacerla dulce para ella, darle vida antes de quitársela. Nunca había fingido otra cosa. Dios sabía que la había inducido a creer que podría cambiar su manera de pensar con sexo.
¿No fue eso exactamente lo que hizo?
Tom atravesó el desorden de libros y papeles en su cuarto de dibujo y se sentó con
las piernas cruzadas en el medio, donde había estado cuando había sentido el inesperado acercamiento de ella. La mujer humana que lo había despertado, tocado, y obsesionado estaba comenzando a revolverlo. Tampoco le gustaba eso. Necesitaba una cabeza clara, no más distracción. ¿Por qué ella no podía aceptarlo y esperar?
Se habían vuelto a encontrar, por supuesto, lo que fuera que ella imaginaba, y cualquier juego que ellos jugaban estaba lejos de concluido. No era uno que ella pudiera ganar al final. Admiraba bastante el inesperado arrojo de visitarlo, sólo para decirle como ella le había dicho a los cazadores, que se fuera al infierno. Era una criatura compleja, Elizabeth Silk. Y él extrañaba su presencia.
Disgustado, tomó el libro más cercano y revisó los periódicos abiertos para volver a reunir sus pensamientos. Necesitaba una identidad humana. Lejos estaban los días cuando podía pararse junto a un trono y aconsejar e influenciar el curso de la historia. Esta era una época práctica, como los buenos viejos tiempos, y pensó que podría disfrutarla bastante.
Estaba más atraído por la radical, socialmente activa identidad de un músico de rock con el suficiente peso para influenciar gobiernos así como gente ordinaria. Dos irlandeses parecían haberse apoderado del mercado, pero estaban luciendo un poco arrugados estos días, y quizás el mundo estaba listo para alguien que luciera un poco más joven. Esbozó una sonrisa torcida. Que luciera un poco más joven.
La otra, que permitía menos excesos y en la que probablemente tenía más certeza de
realización, era la política. Le gustaba bastante la noción de ser presidente de los Estados Unidos de América, ¡aunque las dificultades de realizar esto para un inmigrante de Europa del Este sin documentación no eran insustanciales! Quizás algún tipo de consejero sería más sensato. Después de todo, uno sólo podía ser presidente por cuatro años, ocho si tenía suerte, y él tenía mucho más tiempo para dar.
Cambiar de países e identidades con las décadas no sería fácil en este nuevo mundo, y aun más difícil para alguien con un altamente visible perfil. Pero entre más descubría de la vida moderna, más grande era su entusiasmo. Había posibilidades aquí. Sólo necesitaba saber más, mucho más.
Aprender lo distraería de las emociones difíciles de aceptar que rodeaban a Elizabeth Silk, y continuaría mientras él retomaba el control del mundo sobrenatural y se vengaba una última vez. Podía cazar a Konrad en cualquier momento, pero antes de avanzar con sus planes, Maximilian y los otros descendientes humanos de sus “asesinos” debían ser encontrados.
Tom. La voz en su cabeza era ligera, conocida, y lo llenó de dolor. Otra traición que
vengar, otra venganza que saborear, si podía.
“¿Qué?” respondió sin obvio interés.
“Zoltán ha dejado la región.”
“Lo sé.”
Una pausa, luego, “¿también sabes que visita a un ministro del gobierno rumano? ¿Y que cenó con un industrial húngaro en Viena?”
La sonrisa de Tom era torcida. “¿Cenó con él, no se alimentó de él? Entonces, está tomando mi idea de una alianza humana en serio”.
“¡Y te está excluyendo a ti!”
“Sí, entendí esa parte,” dijo pacientemente Tom.
Otra pausa palpablemente desagradable. “¿No quieres saber a dónde está yendo ahora?”
“Si la información es de algún uso para mí. Estoy ocupado.”
“Júzgalo por ti mismo...”
* * *
Elizabeth miró fuera de la ventana del avión mientras volaba a través de la negrura del
cielo nocturno. Estaba demasiado exhausta para sentir alivio al dejar esta locura atrás,
para esperar con ansias ver a sus viejos amigos y aceptar los desafíos de su nuevo trabajo.
Por tres noches, apenas había dormido, excepto por el preocupado, afiebrado sueño de la inconsciencia después de que él la había dormido.
Cerró sus ojos. Thomas. Thomas.
En lo más profundo de su ser había un dolor que no se iba. No sabía qué era; no quería saber. Deseaba que tuviera una causa física, para poder tomar alguna medicina y hacerlo detenerse. Tom era malvado. Era un vampiro que bebía sangre humana para sobrevivir, y había sobrevivido por un largo tiempo. Había bebido la suya, y lo odiaba por eso así como también por lo que era. Las inconvenientes lujurias de su cuerpo, el magnetismo sexual que tironeaba de ella en su presencia, estaban bastante separados de eso, como también lo estaban los placeres sensuales de su noche juntos.
Odio. Miedo. Estaba confundida por una pequeña lujuria, porque estaba sola, frustrada, y era inexperta con los hombres atractivos, mucho menos vampiros.
Un borbotón de risa surgió en su garganta, amenazando con ahogarla si no la dejaba salir.
Cuando la tragó, lo sintió como lágrimas.
Estoy muy cansada para lidiar con esto...
Siempre estaría muy cansada para lidiar con esto porque estaba muy profundo. Odio, miedo, lujuria, eran sólo palabras, y tenían poco que ver con lo que fuera que sentía ahora. No podía y no lo nombraría, aunque sabía que le tomaría tiempo y esfuerzo superarlo.
Pero lo haré. Lo haré.
tenido razón. Si ella no lo veía, estaría huyendo.
Así que se escabulló de la sede de los cazadores, metió todo su equipaje en el viejo coche que había comprado aquí hace varios meses, y se dirigió al aeropuerto. Se las arregló para conseguir un asiento en un vuelo nocturno a Glasgow, que la dejó con varias horas de inactividad.
Después de una taza de café fuerte, salió del aeropuerto y regresó a la ciudad.
¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por mi propia paz mental? ¿O por qué no puedo permanecer lejos de él?
Porque incluso gritar era mejor que la soledad.
Una noche de falsa intimidad le había mostrado lo que quería y nunca había encontrado, esa combinación de emocionante éxtasis sexual y compañerismo que la había hecho sentir como una reina. Y ni siquiera era real. Crédula Elizabeth Silk, engañada de nuevo, por un monstruo a quien ni siquiera debería haber reconocido por lo que era.
Fue fácil encontrar el área correcta de Pest. El primer día de su recuperación, los cazadores habían pasado algún tiempo aquí, después Elizabeth les había mostrado la red de calles en el mapa, buscándolo a él o a su casa sin éxito. Al día siguiente, habían tratado de reducirla mediante el uso de la guía telefónica, junto con los registros de propiedad y arrendamiento.
Pero era un campo minado de cambios y múltiples ocupaciones, y a pesar de las frecuentes patrullas, nadie lo había visto, o a cualquier otro vampiro, entrar o salir de cualquiera de los edificios.
Elizabeth aparcó el coche y caminó. No tenía una idea clara de hacia dónde estaba yendo.
Solo estaba segura de que encontraría la casa cuando la viera. Lo olería, o algo así.
Pero era un área grande, y caminó por un largo tiempo. Había estado oscuro esa noche, y apenas había visto la casa por fuera. Habían aterrizado en el techo y saltado hacia el lado de la casa antes de caminar a la puerta principal. Ni siquiera podía recordar de qué color era la puerta. Había muchos edificios de similar tamaño y forma.
Al final fueron las cortinas lo que reconoció. Gruesas, de pesado terciopelo, y de un profundo y oscuro rojo, cubrían las dos ventanas de su salón en el primer piso, y dos ventanas de su dormitorio junto a este.
Su corazón latía fuerte. Sabía que era esta. Reconoció ahora la forma de la puerta, el
ornamentado y tallado arco por encima de ella. Las altas puertas de hierro forjado que
no había notado antes. Estaban cerradas con candado, por lo que, despreocupada de los transeúntes, se subió por encima de la pared.
Sin embargo, había estado equivocada. No podía olerlo. Y mientras se acercaba a la puerta, incluso comenzó a dudar de si este era el lugar correcto. Tuvo una breve visión cómica de irrumpir como un remolino vengador, blandiendo su afilada estaca sobre una desconcertada familia a la mesa del té.
También tenía la intención de tocar la campana. Lo que tenía que decir podía ser transmitido desde la entrada mientras él se escondía en las sombras. Sería mejor de esa forma. No tendría que mirar al hijo de puta.
Por otro lado, cuando presionó el timbre, no oyó ningún sonido. Dudaba que funcionara. No importaba. Si no lo olía, sin duda él podía sentirla, a pesar de que parecía no tener intención de abrir la puerta.
Interesante.
A no ser que él realmente no estuviera. Bill se había movido a la luz del día, manteniéndose en los senderos sombreados del jardín de María. Estaba segura de que Tom tenía formas de hacer lo mismo en la ciudad.
Bueno, maldita sea, no se irían con el rabo entre las piernas. Levantando la mano, agarró la manija de la puerta, más para poner a prueba la fuerza de la cerradura antes de patearla con cualquier expectativa de abrirla.
No necesitó darle vuelta. A su primer toque, la puerta se balanceo abriéndose.
Se quedó sin aliento. ¿Si ya se había ido, le diría a los cazadores de esta casa, como les había dicho acerca de la iglesia en Bistrila?
¿Cuántas películas de terror como esta había visto? Solitaria mujer estúpida camina sin
poder hacer nada en un lugar de evidente peligro. Bueno, sólo tenía la esperanza de que tuviera razón y de que él no la mataría. Después de todo, había tenido su venganza, la cual, presumiblemente, perdería su dulzura, si estaba muerta e incapaz de apreciar el haber sido tan absolutamente seducida. Y si estaba equivocada... Solo conseguiría terminarlo.
Empujó la puerta y entró. Por mezquindad, dejó la puerta abierta, permitiendo a un rayo de sol caer a través del pasillo.
Había salas en la planta baja en las que ella no había estado.
Se preguntó que hacía él en ellas, que guardaba el resto de la casa. Si él no estaba en casa, daría una vuelta, pero estaba condenada si perdía su dignidad por espiar en frente de él. ¿Qué clase de extraña dignidad es esa?
Se dirigió hacia la escalera, enseñándose a sí misma a caminar firme, incluso en los escalones, aunque tenía la boca tan seca que dudaba que pudiera hablar y el corazón le martilleaba en su pecho como un pistón.
Dobló la curva de la escalera antes de que lo viera. Su estómago y su corazón parecieron dar un tirón, como si hubieran intercambiado posiciones. Él estaba de pie en el vestíbulo superior, un hombro apoyado contra la pared mientras la observaba aproximarse.
Sus largos y delgados pies estaban desnudos. Con nueva emoción, recordó la sensual
sensación de ellos acariciando sus piernas, y obligó al recuerdo a irse. Llevaba sus
habitualmente sencillos pero elegantes pantalones negros con una camisa blanca suelta, sin abrochar.
O tal vez era a la que le había arrancado los botones en la urgencia por hacerle el amor la primera vez.
¡No vayas allí, por el amor de Dios!
Su cabello negro caía en rebeldes rizos sobre el rostro y los hombros, completando la
impresión de un hombre incomodo demasiado pronto antes de que el aseo apropiado
pudiera ocurrir. La idea era estúpidamente seductora, y tuvo que apartar esa también,
porque sus ojos eran de lejos demasiado brillantes y demasiado penetrantes para permitirle volver a sumergirse en esa bruma de ceguera, depravación e ilusiones vanas.
—Elizabeth.
Era francamente insultante que pudiera decir su nombre así. En una voz así. Parecía recorrer todo su cuerpo de adentro hacia fuera. Pero ahora ella era más fuerte. Agrupando los jirones de esa fuerza a su alrededor, se imaginó a sí misma volteándose de la manera correcta de nuevo.
—Thomas.
—No esperaba darte nuevamente la bienvenida aquí tan pronto.
—Estoy segura que no. —Por fin llegó a la parte superior de la escalera, y él se enderezó, por lo que su cuerpo quedó demasiado cerca a ella.
—Por favor. —Sin quitarle la mirada, él extendió su mano hacia el salón. Más allá de la puerta, la cual estaba entreabierta, libros abiertos y periódicos estaban esparcidos por el suelo en un círculo grande, desordenado con un parche desnudo de la alfombra en el centro, como si hubiera estado sentado allí, mientras estudiaba en la semi penumbra—. Entra.
—No me voy a quedar —dijo fríamente—. Me voy esta noche de Hungría. Sólo vine a decirte que sé quién soy y cuál es mi importancia. Sé que puedo aprender a luchar contra ti, y lo haré. Toma lo que tienes y deja a los descendientes solos. Si no, encontraré una manera de matarte.
Sus ojos buscaron los suyos. Pensó que el brillo se había ido, pero por lo demás su rostro era inexpresivo. ¿Realmente había imaginado que podía leerlo la otra noche?
—Eres una mujer inteligente —reconoció—. Probablemente podrías, con el tiempo.
—Cuenta con ello.
—Así que finalmente ellos te dijeron acerca de Tsigana.
—No necesitaron. Soy una mujer inteligente.
Inclinó la cabeza, al parecer, todavía inmóvil. Porque tenía que hacerlo, dijo:
—Siempre lo has sabido. Incluso Bill lo sabía. Deliberadamente me condujo a ti.
—Es un amigo que recordó lo suficiente como para actuar en consecuencia.
—Incluso plantó una espina para hacerme sangrar.
—Es un asunto sencillo para un vampiro de su edad extraer la sangre de tus venas sin tocarte. Incluso te siguió para asegurarse que mantenía la conexión y la sangre todavía corría para el momento en que llegaste a mí.
—¡Entonces yo lo vi en el camino!
Una débil sonrisa tembló en sus labios recordándole que había escapado del personaje y que había venido a decirle que ahora entendía todo. Frunció los labios en una mueca. —Espero que la venganza fuera dulce para ti.
—La más dulce —dijo en voz baja.
La sangre rugió a través de ella, bañando su cara y cuello. ¿Quieres decir que fui más caliente que mi tátara-tátara-tátara-tatarabuela? Se tragó las palabras antes de que se derramaran por sus labios. Debe haber sido un poco más grandiosa en esto de todos modos.Salvajemente, buscó un discurso más seguro.
—Tienes que dejar a Konrad solo.
—¿Lo hago?
Mierda, sólo estaba molestándolo ahora, poniendo en peligro a Konrad.
—Así que —dijo—. Vas a casa, a Escocia. ¿Por qué?
—Tengo un trabajo que hacer, una tesis que escribir. Una vida.
Su mirada nunca dejó su cara.
—Estás enojada porque no te lo dijeron. No importa, no pertenecías a ellos. Pero no necesitas irte así.
—¿Así cómo? —le espetó.
Sus labios temblaban.
—Enojada. Herida. ¿Qué te ha hecho sentirte así? —Su mano se levantó, como si fuera a tocar su cara.
No podía golpearlo. No era tan buena o rápida.
Todavía no. Pero podría, y lo haría, bloqueo su movimiento con el brazo y dio un paso atrás.
—Elizabeth —reclamó, burlón, cerrando nuevamente la distancia—. No estabas tan en contra de mi toque antes.
—¿Antes de que bebieras mi sangre? —le soltó.
Llamas estallaron en sus ojos y quemaron, aún así no se movió. —Soy un vampiro. Tu sangre era buena, y lo disfruté. Así como tú. Junto con todo lo demás.
—¡Gilipollas! —Sólo la desagradable verdad podría haberla hecho perder la compostura, y luchó desesperadamente por traerla de vuelta—. Dormí contigo para salvar mi vida.
A través de la furia, algo lo lastimó. Parecía herido.
Sin advertirlo, sus ojos bajaron. Por un instante, se preguntó si realmente había logrado infligirle algo de su propio dolor. Pero, por supuesto, no lo había hecho. Su mirada estaba sobre sus caderas, sus pechos.
—La próxima vez —dijo—, será diferente.
Pero al menos él se lo había creído. El triunfo la estimuló a seguir.
—No habrá una próxima vez. Adiós, Tom. Espero que nunca nos encontremos de nuevo. Si lo hacemos, te mataré.
Era una buena línea de salida. Desafortunadamente, no pudo seguirla girando sobre sus
talones y descendiendo las escaleras hacia la puerta abierta del frente. Él estaba parado tan cerca, y aun cuando ella se movió para hacer una salida menos dramática, él se movió con ella, bloqueando su camino.
Su cabeza descendió. La conciencia la inundó, mareándola. Sin embargo él ni siquiera la tocó. No había calor corporal para excitarla, sólo simple, arrolladora presencia. Él movió su cabeza, inhalándola como lo había hecho varias veces en el pasado.
—Amo un oponente digno —murmuró él—. Recuerda eso, junto con el resto.
Su ronca, gutural voz parecía vibrar dentro de su cuerpo. Antes de obedecerle y permitir que la memoria la inundara, arrojó la dignidad al viento y lo empujó ligeramente al pasar. Hubo un instante de llameante contacto, un leve toque que tuvo el efecto de las caricias más íntimas de cualquier otra persona, y luego había pasado a su lado y se apresuraba por las escaleras.
Esta no soy yo huyendo...
Había medio esperado que él hiciera uno de sus sobrenaturales saltos y apareciera frente a la puerta abierta. Cuando no lo hizo, no pudo resistir arrojar una mirada sobre su hombro mientras cruzaba el salón.
Aunque no lo había oído moverse, él estaba parado a mitad de camino de las escaleras
mirándola. Su rostro estaba serio, casi... perdido.
Pero si él estuviera triste, era una emoción más profunda que cualquier otra que ella pudiera inspirar. Mirándola irse, él claramente pensaba en otra cosa.
A ella le hubiera gustado golpear la puerta, pero la dignidad y el despecho ganaron. La dejó abierta para que él pensara cómo cerrarla a la vez que se mantenía fuera del sol.
Todavía temblaba cuando encontró su auto. Pero demonios, había manejado en peores condiciones, por ejemplo después de su primer aterrador encuentro con Thomas. Ella era más fuerte ahora, y más que capaz de manejar hasta el aeropuerto y la acogedora cordura de su hogar.
No podía entender por qué se sentía culpable, como una desertora. O por qué las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.
* * *
Tom miró hasta que la sombra de ella se fue, y el sonido de sus rápidos, ligeros pasos
desaparecieron en la distancia. Sólo entonces, cuando la luz del sol perdió su encanto, cerró la puerta con el poder de su mente y volvió arriba.
Considerando que era la primera vez que había sido lo suficientemente fuerte para usar
ese truco desde su despertar, no estaba tan satisfecho con eso como debería estarlo,
porque sabía que había sido un error. Había confundido cierta empatía con conocimiento y entendimiento de Elizabeth. No había esperado que ella estuviera tan devastada porque él hubiera bebido su sangre; no había esperado que ella se fuera. Había querido que se quedara bajo la protección de los cazadores hasta que él estuviera listo.
No llevaba despierto dos semanas. Luego de trescientos años de total aislamiento, quizás no era una sorpresa que hubiera perdido un poquito de realidad en su tratamiento con los humanos. Pero confundir su momento de amor con confianza era un error básico.
A Tom no le gustaban los errores; tampoco le importaba que lo frustraran, o perder la
iniciativa en un momento de inusitada vacilación. Podría haberla hecho quedarse. Lo que fuera que estaba intentando fingir, ella no era inmune a él. Su cuerpo aún temblaba ante su cercanía, y no todo era miedo. No le hubiera llevado mucho tiempo tomarla en sus brazos para reducirla a una dócil entrega, o eso pensó. Pero ya había cometido ese error antes; aún no la conocía y había vacilado. Porque el cuerpo de ella ya no era suficiente.
Dormí contigo para salvar mi vida.
Eso nunca había entrado en su cabeza. Nunca había querido que hubiera una posibilidad de eso. La muerte de ella era inevitable, él sólo había querido hacerla dulce para ella, darle vida antes de quitársela. Nunca había fingido otra cosa. Dios sabía que la había inducido a creer que podría cambiar su manera de pensar con sexo.
¿No fue eso exactamente lo que hizo?
Tom atravesó el desorden de libros y papeles en su cuarto de dibujo y se sentó con
las piernas cruzadas en el medio, donde había estado cuando había sentido el inesperado acercamiento de ella. La mujer humana que lo había despertado, tocado, y obsesionado estaba comenzando a revolverlo. Tampoco le gustaba eso. Necesitaba una cabeza clara, no más distracción. ¿Por qué ella no podía aceptarlo y esperar?
Se habían vuelto a encontrar, por supuesto, lo que fuera que ella imaginaba, y cualquier juego que ellos jugaban estaba lejos de concluido. No era uno que ella pudiera ganar al final. Admiraba bastante el inesperado arrojo de visitarlo, sólo para decirle como ella le había dicho a los cazadores, que se fuera al infierno. Era una criatura compleja, Elizabeth Silk. Y él extrañaba su presencia.
Disgustado, tomó el libro más cercano y revisó los periódicos abiertos para volver a reunir sus pensamientos. Necesitaba una identidad humana. Lejos estaban los días cuando podía pararse junto a un trono y aconsejar e influenciar el curso de la historia. Esta era una época práctica, como los buenos viejos tiempos, y pensó que podría disfrutarla bastante.
Estaba más atraído por la radical, socialmente activa identidad de un músico de rock con el suficiente peso para influenciar gobiernos así como gente ordinaria. Dos irlandeses parecían haberse apoderado del mercado, pero estaban luciendo un poco arrugados estos días, y quizás el mundo estaba listo para alguien que luciera un poco más joven. Esbozó una sonrisa torcida. Que luciera un poco más joven.
La otra, que permitía menos excesos y en la que probablemente tenía más certeza de
realización, era la política. Le gustaba bastante la noción de ser presidente de los Estados Unidos de América, ¡aunque las dificultades de realizar esto para un inmigrante de Europa del Este sin documentación no eran insustanciales! Quizás algún tipo de consejero sería más sensato. Después de todo, uno sólo podía ser presidente por cuatro años, ocho si tenía suerte, y él tenía mucho más tiempo para dar.
Cambiar de países e identidades con las décadas no sería fácil en este nuevo mundo, y aun más difícil para alguien con un altamente visible perfil. Pero entre más descubría de la vida moderna, más grande era su entusiasmo. Había posibilidades aquí. Sólo necesitaba saber más, mucho más.
Aprender lo distraería de las emociones difíciles de aceptar que rodeaban a Elizabeth Silk, y continuaría mientras él retomaba el control del mundo sobrenatural y se vengaba una última vez. Podía cazar a Konrad en cualquier momento, pero antes de avanzar con sus planes, Maximilian y los otros descendientes humanos de sus “asesinos” debían ser encontrados.
Tom. La voz en su cabeza era ligera, conocida, y lo llenó de dolor. Otra traición que
vengar, otra venganza que saborear, si podía.
“¿Qué?” respondió sin obvio interés.
“Zoltán ha dejado la región.”
“Lo sé.”
Una pausa, luego, “¿también sabes que visita a un ministro del gobierno rumano? ¿Y que cenó con un industrial húngaro en Viena?”
La sonrisa de Tom era torcida. “¿Cenó con él, no se alimentó de él? Entonces, está tomando mi idea de una alianza humana en serio”.
“¡Y te está excluyendo a ti!”
“Sí, entendí esa parte,” dijo pacientemente Tom.
Otra pausa palpablemente desagradable. “¿No quieres saber a dónde está yendo ahora?”
“Si la información es de algún uso para mí. Estoy ocupado.”
“Júzgalo por ti mismo...”
* * *
Elizabeth miró fuera de la ventana del avión mientras volaba a través de la negrura del
cielo nocturno. Estaba demasiado exhausta para sentir alivio al dejar esta locura atrás,
para esperar con ansias ver a sus viejos amigos y aceptar los desafíos de su nuevo trabajo.
Por tres noches, apenas había dormido, excepto por el preocupado, afiebrado sueño de la inconsciencia después de que él la había dormido.
Cerró sus ojos. Thomas. Thomas.
En lo más profundo de su ser había un dolor que no se iba. No sabía qué era; no quería saber. Deseaba que tuviera una causa física, para poder tomar alguna medicina y hacerlo detenerse. Tom era malvado. Era un vampiro que bebía sangre humana para sobrevivir, y había sobrevivido por un largo tiempo. Había bebido la suya, y lo odiaba por eso así como también por lo que era. Las inconvenientes lujurias de su cuerpo, el magnetismo sexual que tironeaba de ella en su presencia, estaban bastante separados de eso, como también lo estaban los placeres sensuales de su noche juntos.
Odio. Miedo. Estaba confundida por una pequeña lujuria, porque estaba sola, frustrada, y era inexperta con los hombres atractivos, mucho menos vampiros.
Un borbotón de risa surgió en su garganta, amenazando con ahogarla si no la dejaba salir.
Cuando la tragó, lo sintió como lágrimas.
Estoy muy cansada para lidiar con esto...
Siempre estaría muy cansada para lidiar con esto porque estaba muy profundo. Odio, miedo, lujuria, eran sólo palabras, y tenían poco que ver con lo que fuera que sentía ahora. No podía y no lo nombraría, aunque sabía que le tomaría tiempo y esfuerzo superarlo.
Pero lo haré. Lo haré.
crei que te habia perdido pero la escuela primero me encanto como siempre y espero que puedas subir pronto cuidate
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