
Elizabeth se despertó con una ardiente sed y un dolor de cabeza. Mientras abría los ojos, se desesperanzó al descubrir que no había un vaso de agua en la mesita de noche, vio a Mihaela sentada al borde de la cama. Y más allá, discutiendo en voz baja mientras Mihaela los observaba, estaban Konrad e István.
—¿Qué...? —empezó, pero tuvo que detenerse porque su voz salió como un débil graznido, y porque tan pronto lo hizo, los recuerdos se precipitaron con la suficiente fuerza como para hacerla callar por un muy largo tiempo.
Las tres cabezas se dirigieron hacia ella.
—Elizabeth —dijo Mihaela con evidente alivio—. ¿Estás bien? —Dado que se inclinó hacia delante mientras hablaba, ayudando a Elizabeth a sentarse antes de pasarle un vaso de agua en sus agradecidas manos, tuvo tiempo para que todo se desbordara dentro de ella, y para evitar responderle por estar bebiendo el agua. Se sentía más débil que un gatito recién nacido.
—Estás viva —dijo Konrad, tanto por asombro como por gratificación—. Te dejó vivir.
Más allá del vaso, que todavía tenía en los labios, Elizabeth reconoció la suave manga de la camisa de seda que llevaba, y por debajo de las mantas que la cubría, algo de lana negra y, sin duda, piel...
—¿Por qué hizo eso? —exigió István—. ¿Por qué no te mató?
Elizabeth bajó el vaso de mala gana.
—¿Te lastimó? —preguntó Mihaela con urgencia.
Afligida, Elizabeth la miró y no pudo hablar. ¿Qué diablos podía decir?
—Mierda —masculló Mihaela—. ¿Qué te hizo?
La histeria llegó como un viejo amigo, pero al menos sabía cómo lidiar con eso, tragándosela antes de que la risa se convirtiera en más que un hipo.
Me llevó a su palacio y me hizo el amor toda la noche hasta que me sentí segura, cálida y feliz. Luego bebió mi sangre... Usó palabras como “amor”, cuyo significado varía mucho incluso entre la verdad que no vale la pena hablar al respecto. Salvo para destacar que un educado sinónimo del verbo “follar” es “hacer el amor”.
Y créeme, en todos los sentidos, había estado follando.Cuando se llevó el vaso a sus labios una vez más, sus manos temblaban. Pero al menos su diatriba interna había permanecido interna.Bajó el vaso y lo sostuvo en su regazo con las dos manos bajo tres pares de ansiosos ojos.
—Bebió mi sangre hasta que perdí el conocimiento.
Mihaela levantó su cabeza, buscando la herida. Todavía podría haber tenido algún tipo de marca, por lo que su respiración se atascó.
—¿Cómo te las arreglaste para volver aquí? —preguntó István.
—No lo sé. —Elizabeth jugaba con la manga de su camisa—. Pero a juzgar por mi ropa, él me trajo.
—¿Por qué? —Konrad dio un paso más cerca—. ¿Por qué se molestaría? ¿Por qué te dejó con vida cuando necesita tanto tu sangre? Elizabeth, ¿te hizo algo más?
Por un momento, se preguntó si se refería al sexo. No en sus más salvajes, y más enojados sueños podría llamarlo violación. Más extraño aún era el no querer pretender para sí misma. Quería recordar sus propios deseos, sus propias respuestas, su propio placer. Sólo no quería sentirse tan... traicionada.
—¿Te hizo beber su sangre? —exigió Konrad.
—No —dijo Elizabeth rebelde, y observó el rápido, y aliviado intercambio de miradas entre los cazadores. —¿Es cómo lo hacen? ¿Cómo crean un nuevo vampiro? ¿Igual que en Drácula?
—En parte —admitió Mihaela—. Pero tiene que hacerse en el momento de la muerte.
El estómago de Elizabeth se retorció.
—Entonces lo sabría, ¿cierto? Tal vez me mató; tal vez me hizo beber cuando pensaba que estaba inconsciente y estaba realmente muerta, no lo sabría.Mihaela miró a los demás. Konrad sacó su mano del bolsillo y le tiró algo a Elizabeth. Ella lo tomó con una mano, por instinto, y vio que se trataba de un pequeño detector. Estaba encendido y se quedó inmóvil en la palma de su mano, en silencio y sin brillo.
—¿Eso es concluyente? —se las arregló para decir.
—Con cualquiera excepto con un Antiguo, y estamos trabajando en eso… —se interrumpió cuando un tono de teléfono sonó, y sacó su teléfono del otro bolsillo.
—Creo que va a regresar —dijo sombría Mihaela—. Todavía está jugando.
—Tenía intención de matarme —exclamó Elizabeth—. Me lo dijo al principio, cuando llegamos a su casa.
—¿Estuviste en su casa? —István saltó sobre ella al mismo tiempo—. ¿Dónde está? ¿Podrías llevarnos allí?
¿Podría? Incluso si su memoria y su escaso sentido de orientación venían de la marca, ¿podría? La idea no debía sentirse como una traición. Se había alimentado de ella, después de todo lo que habían hecho antes...
Abrió la boca, pero Konrad habló primero, cerrando bruscamente su teléfono y empujándolo en su bolsillo.
—El vampiro Lajos está muerto. Thomas lo mató en la madrugada, junto con un humano que se atravesó en su camino.
El agua se derramó de su vaso, oscurecimiento un parche cada vez más grande en la manta. La sangre palpitaba en sus oídos.
—¿Qué humano? —susurró.
—El humano protector de Lajos o esclavo, si lo prefieres. Una sucia sabandija que ha cometido toda clase de asquerosos crímenes para complacer a su amo. Nunca hemos tenido suficiente evidencia para apuntarlos hacia él. Probablemente tenía la esperanza de ser “convertido”. Lo importante es, que los vampiros de Budapest están cayendo sobre sí mismos para aliarse con Tom ahora. Como si fueran sólo a esperar para ver cómo maneja a sus enemigos. Zoltán ha dejado Transilvania, presumiblemente en dirección a una confrontación con Tom.
—Él va a perder —dijo István con certeza.
—¿Lo hará? —Konrad sonaba emocionado—. Piensa en ello. ¿Por qué Tom dejo pasar tanto tiempo para matar a Lajos?
—Por los juegos —murmuró Elizabeth—. Le gusta jugar crueles juegos.
Mihaela asintió. —Aumenta el miedo.
—Tal vez —concedió Konrad—. O tal vez no es tan fuerte como todo el mundo piensa que es. ¿A quién ha sacado hasta ahora? A Karl, el más débil de sus vampiros asesinos. No ha tocado a Zoltán, a quien razonablemente podría acusar de usurpar su poder. Incluso tal vez necesitaba la sangre de Elizabeth para ser lo suficientemente fuerte para matar a Lajos.
—Entonces, ¿por qué no la mata y obtiene el doble de poder que tiene? —preguntó István.
—Dios sabrá. Es un Antiguo. Sabe cosas que ni siquiera entrarían en la cabeza de alguien –vampiro o cazador− como una posibilidad. Tal vez obtiene más ordeñándola, dejando que se recupere, y luego regresando. Después de todo, ha bebido de ella dos veces, y todavía está aquí.Entonces ¿por qué tomarse la molestia de seducirme? ¿Sólo para pasar el tiempo? ¿Sólo para divertirse o rascarse una comezón sexual?
Un prurito sexual de 312 años. Excluyendo los nueve días pasados. No, había más aquí. Tenía sentimientos por ella; podía jurarlo...¿A quién estoy tratando de engañar? Tiene miles de años de edad, es fascinante, magnético, peligroso, con todo el atractivo añadido que de alguna manera implica. Soy sexualmente inexperta, socialmente inepta. ¿Qué diablos podría sentir por mí excepto una atracción pasajera?Mierda. ¿Incluso estoy agradecida por eso? ¿Qué hay de malo en mí?
—Puede que tengas razón —dijo Mihaela—. Aunque no apostaría mi vida por la debilidad del vampiro que vi anoche, volando a través del techo del Angel con Elizabeth en un brazo. El otro punto es que, ahora es mucho más fuerte. Ha matado a Lajos y ha bebido más de Elizabeth. Nuestro tiempo se está acabando, y no podemos protegerla. Él sabe que ella está aquí.
* * *
A Bill le gustaba viajar en tren. Le gustaba el hipnótico sonido que hacía, al pasar por encima de los rieles, la agradable sensación de limbo, habiendo salido de un solo lugar, pero aún sin llegar a otro. No conseguía eso caminando o montando a caballo. Por supuesto, a menudo tenía oportunidad para un rápido bocadillo en un silencioso y oscuro pasillo. Un poco de hipnosis como le enseñó Tom, y su víctima no se acordaría de nada. La misma hipnosis era útil cuando se presentaba al conductor con un pedazo de papel que no era un billete, o a la policía de fronteras con un pasaporte obviamente falso.
Este viaje en particular no fue tan agradable. Por un lado, no podía pasearse arriba y abajo del tren en caso de que se encontrara con Zoltán o uno de sus guardaespaldas. No tenía ningún sentido enmascararse a un nivel psíquico si luego caminaba físicamente frente a la persona que estaba tratando de evitar.
Así se sentó solo y aún así, a varios vagones de distancia de los otros vampiros, viendo la oscuridad apresurarse rítmicamente hacia Budapest. Por lo menos allá tendría una comida decente y el placer de la compañía de Thomas.
Por otra parte, no estaba seguro de estar haciéndole un verdadero favor a Tom. El Antiguo sabría tan pronto como Zoltán pusiera un pie en la ciudad. No necesitaba que Bill fuera y le dijera. Bill simplemente no podía quitarse la idea de que Zoltán estaba tramando algo. Ayer por la noche había visitado a una política rumana en su casa y no la había matado. Y luego esta noche se había alejado con demasiado secreto para un vampiro que o bien tendría que enfrentarse o someterse a su antiguo aliado.
Mientras tanto, La Puszta, la gran llanura que se extendía hacia el este de Budapest, era aburrida. Incluso en la oscuridad, Bill prefería las colinas y las montañas de Transilvania. Sin embargo, había pasado mucho tiempo desde que había experimentado la multitud y la emoción de la ciudad. Y admitía la profunda curiosidad que tenía respecto a lo que Tom estaba haciendo.A medida que el tren se detenía por fin en la estación Keleti de Budapest, no pudo evitar la emoción que se apoderó de él. Estaba casi luminoso. Tenía que encontrar vivienda rápidamente, preferentemente con Tom. Sólo esperaba que el hijo de puta no estuviera jugando juegos de enmascaramiento.
Lo que se decía era que era más visible en Budapest, y que con la muerte de Lajos –que todos sentían esa pérdida, o al menos todos los vampiros lo suficientemente viejos como para sentir cualquier otra cosa además de su propia hambre animal− todos estaban desesperados por someterse al Antiguo despertado. Bill supuso que esto era lo que había arrastrado a Zoltán lejos de su inútil cortejo de vampiros dispersos de Transilvania y lo envió por tierra a toda prisa a la ciudad.
Mirando desde la ventana, Bill esperó que los otros vampiros pasaran antes de salir del tren. Y allí estaban, los nuevos dos guardaespaldas de Zoltán, viéndose como matones de cabezas rapadas mientras se contoneaban a través de la multitud, lo que sabiamente les daba un amplio espacio.
Sin embargo, ¿dónde estaba Zoltán? Frunciendo el ceño, Bill escaneó la multitud tanto por delante y por detrás de los guardaespaldas. No había ni rastro de él.Las campanas de alarma sonaron en la cabeza de Bill. El tiempo pasaba. Los guardaespaldas se habían ido, y Zoltán todavía permanecía en el tren. Estaba enmascarado, pero con bastante concentración, Bill podía ver a través de él. ¿De quién demonios estaba escondido? ¿Thomas? Tom lo encontraría en un abrir y cerrar de ojos, si estuviera buscando...
Bájate del tren, idiota, antes de que perfectamente termines en Viena...Viena. Ese era el plan. Zoltán nunca había ido a Budapest. Sus guardaespaldas eran un señuelo. Él estaba de viaje en secreto, sin ninguna compañía, y eso asustó hasta el fondo a Bill. Ni por un momento se le ocurrió pensar que Zoltán estaba huyendo, abandonando la lucha con Tom antes de que se hubiera iniciado correctamente.¿Qué había en Viena?Todo. Era la puerta de entrada al resto de Europa.
Bill gimió. Más pasajeros estaban montándose al tren, en voz alta se despedían y pedían ayuda para encontrar sus asientos reservados.Podía saltar afuera y correr hasta Tom con esta noticia que no significaba nada, o podría permanecer a bordo, llegar a Viena a plena luz del día, y descubrir realmente hacia dónde pensaba ir Zoltán y por qué. Mientras se refugiara del sol.¿Incluso por qué le había enviado esa chica a Tom? La vida era mucho más sencilla cuando dormía. Y un infierno mucho más apagada. El tren rugió de nuevo a la vida, y avanzó pesadamente hacia adelante.
* * *
Elizabeth no pudo dormir bien en la sede de los cazadores. No porque su habitación no fuera agradable, por el contrario, cuando pensaba en ello, más bien le gustaba, todo ese descolorido esplendor y sólida comodidad. Tampoco tenía problemas por pesadillas, aunque a menudo se despertaba en la noche con una extraña impresión de velas y sangre y sabanas de seda, y el caliente escozor de la excitación sexual o placer satisfecho.
Se sentía como ambas cosas.No era tanto su cuerpo como su cerebro lo que le impedía dormir. En particular, era la sencilla pregunta ¿por qué? ¿Por qué no la mató? Él había querido hacerlo, podría jurarlo. La extraña mezcla de seducción y promesa de muerte habían sido genuinas. Incluso podría pretender que la parte de la muerte había sido lo que la convenció para no luchar contra la seducción y había algo de verdad en eso. Hubo un momento en que creyó que estaba jugando con su vida. Lo había perdido con la humillante velocidad en el torbellino de lujuria y placer sensual, y, finalmente, se desvaneció cuando terminaron de hacer el amor por primera vez sin la mordida.He ganado, había pensado. ¿Qué en nombre de Dios le había hecho creer eso? ¿Cuándo había dicho, una follada, una mordida, y estarás muerta? Muy por el contrario; le había prometido una noche entera de sexo antes de matarla, y eso era exactamente lo que le había regalado. No tenía ninguna razón para creer que había cambiado de opinión, no había evidencia de su creencia de que había ganado.
Y, por supuesto, no lo había hecho. La había mordido, se había alimentado de ella, justo antes del amanecer, agregándole ese frío e insidioso placer, a todo el resto que había absorbido y alcanzado por tanta codicia. Era sólo cuando había comenzado a bajar que la realidad había penetrado en su estúpida niebla de éxtasis sexual, con la horrible comprensión de que después de todo no había ganado; que no había significado nada para él.Y, sin embargo ahora, en su segunda noche de dar vueltas en la grande, suave y vieja cama de la sede de los cazadores, su cerebro se aferraba a sus palabras con tenacidad.
Por este momento, esta noche, Elizabeth, Te amo.
Quería creerlo. Tenía que creerlo. No podía soportar la idea de que se había entregado a un monstruo sin sentimientos.¿No lo hacía siempre? Era cruel. Sus anteriores amantes no habían sido monstruos. Sólo terminaban siendo algo poco profundos. Además, había sido su propia soledad, su propia necesidad e inexperiencia lo que había hecho que imaginara que esas relaciones pasadas eran más de lo que era. Habría hecho lo mismo con Richard, si alguna vez mirara hacia ella.¿Ese era el patrón? ¿Necesitaba creer que los hombres con los que dormía la amaban?
Por este momento, esta noche, Elizabeth, Te amo.
Él había querido matarla en la madrugada. Y se había alimentado de ella como siempre había deseado. Necesitaba su sangre para ser fuerte, su muerte para ser más fuerte y para evitar que sus enemigos obtuvieran esa fuerza. Pero ella aún estaba viva. La había traído a su casa. ¿Qué significaba eso?¿Que ella era su vaca lechera, como creían los cazadores?Elizabeth se incorporó y encendió la luz. Evitó pensar en estas cosas durante el día. Se entrenó duro, trabajó en conseguir tener los testimonios de su tesis en orden, y continuó su investigación en la biblioteca de los cazadores.
—Esperando —susurró entre sus dedos cuando los pasaba por sus labios secos—. He estado esperando su próximo movimiento. —Tenía un vago y confuso recuerdo, que era poco más que una impresión, de su promesa de volver. Pero no podía precisar si tenía algo de realidad. En algún lugar, quería que viniera por ella, para demostrarle que algo había cambiado en él, que no la había matado porque él se preocupaba por ella.
¿Eso es probable, Silk?No importaba. No podía, no lo haría, no esperaría más. Tenía que saber qué es lo que haría a continuación para contrarrestarlo. Había matado a Karl y a Lajos ahora, dos de los tres vampiros que lo habían estacado, por no hablar de cualquier humano que se interpusiera en su camino. A continuación estaría buscando al más fuerte de los tres, el misterioso y perdido Maximilian.
Mientras se recuperaba de su pérdida de sangre, los cazadores habían estado perdiendo el tiempo, afilando sus estacas y vigilando el Ángel, recorriendo la vieja y la nueva ciudad por evidencia de Tom y de su casa por las descripciones que había dado. Ella misma se había perdido en la lectura de los restos de sus documentos, obsesionada por consumir cada descripción, cada historia que lo involucraba. Tenía que haber estado persiguiendo a Maximilian y determinada por las evidencias que tenía que ser allí, exactamente donde él había ido. Y cuando lo encontraran, tenían el arma así como el cebo que necesitaban. ¿Arma? ¿De verdad lo mataría ahora?Se alimenta de mí, me traicionó. Él te hizo el amor, permitiéndote vivir.¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Elizabeth saltó de la cama. Otra noche sin dejar de darle vueltas a su cerebro. La biblioteca de los cazadores siempre estaba abierta, y si se encontraba a Maximilian, iba a ser mundialmente inevitable verlo de nuevo… Para disipar esa inútil línea de pensamientos, tiró de sus pantalones vaqueros con una fuerza innecesaria, agarró una camiseta, y se dirigió a la puerta, tirando la parte superior de su cabeza.
Bajando las escaleras a la biblioteca era casi como entrar a la luz del día y en el mundo real, después de mucho tiempo en la oscuridad y brumosa niebla de sus indisciplinados pensamientos. Aquí, la luz eléctrica deslumbraba, la computadora zumbaba, y la gente trabajaba.
Bueno, hasta cierto punto. Elizabeth cerró la boca cuando estuvo a punto de saludar a la asistente del bibliotecario, una de los secuaces de Miklós que tripulaban el servicio exterior en horas de “oficina”. Su cabeza descansaba sobre sus brazos cruzados extendiéndose a lo ancho de su escritorio. Desde su profundidad, incluso respirando, estaba profundamente dormido. Elizabeth se encogió de hombros y se fue a su propia mesa. Iba a despertar a la mujer si la necesitaba, pero también podría comenzar con los libros que ya tenía. Alguno de ellos fueron obligados a seguir los movimientos de Maximilian después del “golpe” de Zoltán.Pero pocos minutos más tarde, se puso de pie, satisfecha. Se detuvieron demasiado pronto, o era demasiado vago.
Necesitaba el material archivado debajo “Maximilian” no “Thomas”.En su escritorio, la asistente del bibliotecario aún dormía. Sus brazos a penas perdieron su teclado de la computadora. Así era, algunos de sus cabellos fueron arrastrados sobre ello. Era una lástima, pensó Elizabeth, no por primera vez, que sólo el equipo del bibliotecario figurara en el catálogo. Ella prefería seguir su propia investigación y seguir todas las posibles líneas de la misma por sí misma en lugar de confiar en lo que otros pensaban. Inevitablemente, las personas- especialmente las personas que no eran expertos en el pequeño área del conocimiento estaban haciendo la suya- perdieron importantes partes y piezas.
Suponía que aquí no era tanto cuestión de conveniencia, sino cuestión de disciplina y mantenimiento de algún tipo de control sobre el conocimiento operativo que cada individuo podría acumular. Había una gran cantidad de personal peligroso, y los operarios sólo eran humanos, con defectos y curiosidades humanas- como ella, excepto que ella no estaba obligada por la obediencia de un operativo. Elizabeth caminaba por el lado del escritorio, modificó el ángulo del monitor, y aflojó el teclado sobre la mesa, cuidando de no tirar del pelo del bibliotecario.Escribió “Vampiro Maximilian” y escaneó la larga lista de elementos que aparecieron. Agarrando un lápiz de la parte superior de la mesa, hizo rápidas notas de algunos lugares, entre ellos un libro que no había visto en los asesinos de Thomas.
Después, escribió “asesinos de Thomas” en el cuadro de búsqueda, en parte porque no era un punto de vista que había perseguido en su estudio, y en parte porque podría aportar pistas sobre el personaje de Maximilian y los lugares en que podría haber estado antes que él golpeara el centro de atención con su muerte del último Antiguo.Parte del material más interesante vino, incluyendo algo titulado Humanos Asesinos de Tom y algo más llamado Tsigana. Tsigana, la amante que lo había traicionado.Dudó sobre uno, quería saber demasiado, y no tenía nada, si alguna cosa, tenía que ver con Maximilian. Lo garabateó de todos modos, a continuación fue a buscar sus nuevos tesoros. En el último minuto, cogió las llaves del escritorio del bibliotecario y entró en lo más profundo de la biblioteca.
Elizabeth estaba acostumbrada a todo tipo de bibliotecas. Aunque esta utilizaba un sistema de clasificación único, que ya había absorbido, casi inconscientemente la manera de seguir. No tardó mucho para encontrar los libros de su lista. Para ahorrar más tiempo, los llevó a la mesa más cercana en lugar de arrastrar los libros a la suya. Mientras se movía, otro volumen en un estante superior llamó su atención. Despertar de los Antiguos. Ya que podría arrojar más luz sobre su papel en todo esto, se apresuró a poner los otros libros sobre el escritorio y volvió por él.Porque no se pudo resistir, hojeó las páginas de Despertar de los Antiguos. Entre un montón de rumores en general y mitología, se encontró con la historia de la Edad Media de la que había oído hablar antes. Habiendo despertado un antiguo él originalmente lo ayudaba a matar, este despertador había huido rápidamente, consciente de que el vampiro necesariamente iba a matarlo cuando recuperara sus fuerzas. El antiguo finalmente lo hizo, aunque no antes de que el despertador hubiera descubierto extraordinarios poderes de velocidad y fuerza, un poco como Elizabeth estaba haciendo ahora. Pero, esta era nueva información para ella, su predecesor había ido un paso más allá, llegando a afirmar ante testigos que ahora era capaz de matar a un antiguo, sin la ayuda de lo que normalmente sería necesario.
Elizabeth sonrió con ironía mientras lo anotaba. El despertador medieval claramente se había creído invencible. Era un error que ella no pensaba repetir.Su estómago se retorció. ¿Incluso iba a verlo otra vez? ¿Cómo amante o enemigo…? Mierda. Ansiosa por aliviar su confusión en vez de añadir, empujó Despertar de los Antiguos a un lado y agarró el primer trabajo sobre los asesinos de Tom.
Después de un tiempo, se olvidó de tomar notas. También estaba horrorizada por descubrir que la sangre de los asesinos humanos de Tom era al menos tan importante como la de los vampiros. No importaba que estuvieran muertos. Sus descendientes llevaban su sangre, y en el mundo Tom la quería. Ellos estaban en peligro, y los cazadores o no lo sabían o no se lo habían mencionado. Febrilmente ahora, comenzó a rastrear la descendencia, trazó todo perfectamente a través de las generaciones. Los anteriores cazadores habían visto y anotado, porque otra cosa se hizo evidente también. Los descendientes, los pocos que sobrevivieron a los ataques del vampiro original, llevaban algo de su propio poder, una consciencia, una fuerza latente similar a la de los despertadores, que los hacía diferentes, superiores en muchos aspectos a sus hermanos humanos.
Algunos de ellos se convirtieron en cazadores, y fueron buenos en ello.Esta era un área completamente nueva para Elizabeth, tan fascinante como extraña. Hace dos semanas, aún menos, tenía al mundo descartado como una fantasía absurda. Ahora ella sabía más, y no podía dejar de cavar. Siguió la línea de descendientes de Tsigana, aprendiendo que se consideraban especiales respecto a los vampiros y los cazadores ya que estaban en posesión de la espada de Thomas.
Frunciendo el ceño, Elizabeth se sentó en su silla. Su vaina estaba vacía cuando se despertó. Lo recordaba, y la prueba estaba allí en la fotografía que había tomado del sarcófago. Así que Tsigana había tomado la espada y se la pasó a sus descendientes. ¿Por qué? ¿Qué uso le iba a dar? Parecía ser considerado algo más que un trofeo. ¿Era algún tipo de objeto encantado? Elizabeth se quejó. ¿Ahora también tenía que creer en la magia? Tenía una pequeña añoranza para el cómodo escepticismo que había traído con ella a este país, pero reconoció que era poco probable que volviera a ella. Entonces ¿Quién tiene esta maldita espada ahora? ¿Todavía existe?Entre los descendientes de Tsigana, sólo dos divergentes líneas no se cerraban como muertos.
El primero dio lugar a un hombre, Joshua Alexander, nacido en 1972, residente en los Estados Unidos. Su nombre parecía vagamente familiar, pero no tenía tiempo para buscar en su memoria. Señaló el nombre en un apresurado garabato y se volvió hacia la otra línea, que había separado de los Alexander's en el siglo XIX. Las voces sonaban a lo lejos, en la parte frontal de la biblioteca donde el bibliotecario ya no dormía. Elizabeth no les prestó ninguna atención. Al fin había trazado la última línea de Tsigana. Y allí se encontró con un nombre que realmente conocía muy bien.John Silk. Su padre.
No era imposible que hubiera varios John Silk nacidos en el mismo año, viviendo en Escocia. Pero no muchos tenían una hija, Elizabeth, nacida en 1979 y viviendo en Escocia.El bibliotecario estaba diciendo fuera, supuestamente para dormir. Miklós estaba, tomando el relevo. A Elizabeth no le importaba. No se podía mover, a penas respirar, porque al fin había descubierto el por qué.¿Por qué Bill la había enviado de todos los investigadores occidentales a Tom? No fue ninguna sangre vieja lo que lo despertó. Era la sangre de sus asesinos, sangre Tsigana que fluía por las venas de Elizabeth, aunque diluida.
¿Por qué Zoltán había arriesgado romper su alianza con Tom para matarla? La sangre de los antiguos asesinos era tan valioso para él como para Tom. Sería darle mayor fuerza que incluso podría otorgarle la victoria.¿Por qué Tom necesitaba tanta sangre? ¿Y por qué la había seducido? Él había estado en total control, logrando su total entrega. No es extraño que haya triunfado follando desesperadamente con su cuerpo dispuesto. Seduciéndola, había seducido a su amada, traicionera Tsigana por última vez, haciéndola elegir placer con Tom sobre su propia vida. Después de eso, no le importaba si vivía o moría. Él había tenido su venganza. Venganza. No podía pensar en eso, no podía comenzar a analizar las terribles, emociones rocosas que se elevan desde los dedos de sus pies. Así que hizo lo que había hecho siempre cuando la vida era insoportable. Estudió.Y se encontró con que Tsigana no era el único humano asesino que tenía descendientes con nombres conocidos. Estos respondieron a unos pocos más por qué.
* * *
Eran las diez de la mañana antes de que la encontraran. Llegaron en un pánico horrible, al frente Miklós ofendido, pero Konrad, István, y Mihaela estaban cerca sobre sus talones.
—Señorita Silk. —La formalidad sin precedentes de Miklós tanto como su helada voz revelaron su disgusto—. Si desea continuar con el privilegio de usar esta biblioteca, ¡debe respetar las normas de la organización! Por un momento, Elizabeth no se movió. Recordó que no le gustaban los enfrentamientos y los evitaba como fuera posible. Había encontrado lo que necesitaba saber. No era necesario un enfrentamiento.Pero la ira hervía muy cerca de la superficie, azotada por una traición más profunda que no podía darse el lujo de tratarla. Esto era algo que podía tratar, y ella quería.
—Reglas —repitió, arrojando el lápiz que inconscientemente estaba masticando mientras leía. Miklós miró la tierra que tenía un libro abierto y chasqueó la lengua—. ¿Las reglas que permiten utilizar a la gente como cebo permitiendo la cortesía de verdad?
—Elizabeth —dijo Konrad, sorprendido—. ¡Nunca te hemos mentido!
—¿No? Pero desde luego no me han dicho toda la verdad, ¿Cierto?
—Eso no te da derecho… —empezó Miklós, pero Mihaela lo interrumpió sin disculpas.
—¿De qué estás hablando, Elizabeth? ¡Nunca ocultamos ninguna cosa de ti, incluso al principio cuando probablemente debíamos hacerlo!
Elizabeth no podía mirarlos, porque su traición la había perjudicado. En cambio, mantuvo su mirada en Konrad y se echó a reír.
—La primera regla de la investigación: Nunca dejes que otra persona interprete el material por ti. Siempre ve a la misma fuente. Muchas personas tienen su propia hacha para moler. Dejan las cosas, por accidente o diseño, o simplemente por su punto de vista. El tema es demasiado nuevo para mí, y estaba intrigada por su mayor experiencia. Konrad conocía su mirada, sus penetrantes ojos azules intensos y desafiantes. Por el primer tiempo lo consideraba también como intimidante.
—¿Exactamente, a qué, te estás refiriendo? —preguntó con un tono de altivo desprecio. Ese sería su aristocrático ancestro haciendo su aparición.
—A ti enviándome a una mortal situación, es decir al Ángel, sin todos los hechos que me habrían hecho más capaz de tratar con eso.
—Nada de lo que había te podría haber ayudado —instó Konrad.
—Estás equivocado. Tan mal. —Me gustaría haber sabido que era la venganza. Habría entendido. No podría haber hecho ninguna diferencia física de lo que pasó, pero no habría caído en la trampa.
—Estás siendo melodramática —dijo fríamente Konrad—. Y posiblemente transfiriendo tu propia culpa. Has estado ocultándonos cosas. Como lo que realmente sucedió la noche que te llevé al Ángel.
Elizabeth sintió la sangre drenándose de sus dedos. ¿Realmente era tan obvio?
—Tenía —admitió, con voz temblorosa—. No podía decirte porque no podía manejar la situación. —Levantó su cabeza—. ¿Y adivinen qué? Ahora no necesito decirles nada, porque nuestra asociación ha llegado a su fin.
Se puso de pie, frente a las cuatro expresiones de asombro.
—¿A su fin? —repitió Mihaela—. ¿Pero por qué? ¡No puedes dejarnos ahora! ¡No es seguro!
—Si, puedo, y es más seguro como lo sabes. Puedo cuidar de mí misma por la misma razón que estaba en peligro en primer lugar. Tom no se despertó porque fui la primera persona en tropezar en su tumba en trescientos años. Lo desperté porque era una de las pocas personas que podía. Y él quería mi sangre por la misma razón. Tsigana fue mi antepasado.
István cerró la boca. Konrad y Miklós intercambiaron una mirada.
—Mierda —dijo Mihaela—. Eso explica muchas cosas.
—¿Eso no, verdad? Como su descendiente, tengo la fuerza física para sobrevivir por mi cuenta. Solo necesito cultivarla.
—Eres una académica —replicó Konrad—. ¡Un simple ratón de biblioteca! Nos necesitas.
—Es cierto que nunca fui terriblemente deportista. Soy mala en los deportes. No he tenido ninguno interés en ellos. Pero ¿adivinen qué? Soy una luchadora por naturaleza. —Miró los ojos de Konrad—. Como ustedes.
—Si no eres nuestro amigo, eres nuestro enemigo. Tienes que irte. —La alcanzó Konrad.
Él no había visto ninguna de sus sesiones con el entrenador de combate. A pesar de lo que acababa de decir, no se dio cuenta hasta dónde había llegado. Ella sacó su brazo con tanta fuerza, que casi lo golpeó. En estado de shock, los demás empezaron entre ellos, pero de alguna manera, a través de todos ellos, Konrad seguía encontrando su furiosa mirada.
—Yo no soy un vampiro, y no tenía ninguna intención de hacerte daño.
—No, posiblemente no. Solo me mantienen tranquila. Pero ellos tienen que saber.
—¿Saber qué? —exigió Mihaela—. Elizabeth, ¿qué infiernos está pasando?
Elizabeth tuvo la atención de todos. Se preguntó si los estudiantes de historia escucharían sus clases con la misma absorta concentración, lo dudada. Se sentía muy cansada. Dijo:
—He leído mucho sobre los cazadores ahora, hasta que ustedes llegaron ¿Nunca se preguntaron por qué Konrad es más rápido en una pelea, y sin embargo nunca se muestra a los estudiantes? ¿Por qué dos de sus equipos anteriores murieron mientras que solo él sobrevivió? ¿Por qué está tan decidido a ser el que agarre a Tom? Quiere el poder que viene de matar a un Antiguo. Dos veces.
—¿Dos veces? —Mihaela la estaba mirando fijamente, con los ojos dilatados. La cara de Konrad estaba blanca y rígida.
—Dos veces. Él es descendiente de Ferenc, uno de los humanos —su teléfono escogió ese momento para sonar en Bach—. Asesinos —terminó mientras Mihaela lo agarró de la mesa y sin decir palabra se lo entregó.
Miklós declaró: —Los teléfonos celulares deben apagarse en la biblioteca, o por lo menos ponerlos en ‘silencio’. Elizabeth rechazó la llamada sin siquiera mirar el número y guardó el teléfono antes de guardar sus papeles.
—Elizabeth, ¿realmente nos estás dejando por esto? —dijo Konrad. Su voz era ahora más controlada, razonable, casi engatusadora.
—Sí. Realmente lo estoy. No puedo confiar en ti, y he tenido bastante. —Tal vez estaba siendo injusta. Mihaela e István obviamente habían estado en la oscuridad tanto como ella, pero Konrad e incluso Miklós lo sabían. Y Mihaela, a pesar de su evidente impacto, peleaba con sus compañeros. Eso le pareció como una fresca traición.
Elizabeth preparó su hombro para pasar a través de todos ellos. Se sentía bastante optimista, pero curiosamente, se separaron de ella como el Mar Rojo.
—No hay algún lugar para correr de él, Elizabeth —advirtió Konrad—. Va a seguirte. Te seguirá.
No, no lo hará. Ha tomado todo lo que necesita de mí.—No estoy corriendo. Estoy enfrentándolo, sea lo que sea, a mi manera, mi tierra. No puedo trabajar en la suya nunca más. —Miró a Mihaela al pasar, y se detuvo para dejar que su mirada la abrazara.
Ellos al principio le habían advertido, la cuidó a su manera, y a pesar de todo, había un cariño, una cercanía que pocas veces antes había sentido. No era su culpa que hubiera descubierto un rechazo total a todas las formas de traición.
—Aunque no te olvidaré —murmuró, y caminó a través del aturdido silencio. Fue un largo camino. Elizabeth quería continuar para siempre, porque su próxima despedida del mundo sería aún más difícil.