12 ene 2012

BOS: Capitulo 8


Capítulo 8

Esto es increíble. —Elizabeth miró a su alrededor con asombro.
Aunque el edificio de arriba era corriente, el viejo y espacioso sótano, albergaba una enorme biblioteca que parecía extenderse hacia el infinito. Las paredes estaban forradas con, aparentemente, infinita caoba y estanterías de vidrio. Los armarios altos y llenos estaban dispersos entre escritorios de madera oscura y cuadros, algunos de los cuales soportaban terminales de ordenador. Alfombras turcas grandes y lujosas cubrían el suelo, añadiendo un extraño aire de opulencia al entorno académico que de otra manera sería austero.

En la computadora más cercana, situada en una alta mesa redonda, había un mostrador de biblioteca pasado de moda así como un hombre de mediana edad con gafas, que brillaban hacia ella benevolentemente.

Konrad dijo:
—Este es nuestro bibliotecario, Miklós. Miklós, Elizabeth Silk desde el Reino Unido. Ella nos está ayudando con el problema de Thomas.

Elizabeth tuvo la gracia de ruborizarse al aceptar la mano que le tendió Miklós.
—Lo siento. Me temo que he causado el problema de Tom.
—Estas cosas pasan —dijo el bibliotecario, y un soplo de risa escapó de Elizabeth porque parecía haberla excusado por haber dañado un libro al dejarlo en la lluvia en vez de desatar en el mundo al vampiro más poderoso y malvado de todos los tiempos.

Cubriendo su inadecuada risa, Elizabeth fue hacia el librero más cercano, mirando con
asombro los encuadernados antiguos.
—¿Todo esto es puramente relacionado con los vampiros?
—Directa, o indirectamente —dijo Miklós—. Tenemos libros de referencia generales
necesarios para cualquier biblioteca decente, además de varios relacionados con las
áreas paranormales, biográfica e histórica. Tenemos todas las demonologías y obras
sobrenaturales que hayan sido publicadas, además de varias que nunca vieron la luz del día.

Tuvimos nuestra propia imprenta por un tiempo, así que tenemos muchos textos eruditos publicados privadamente por nuestros predecesores. Todos los documentos recopilados a lo largo de los siglos correspondientes a los vampiros o al mundo sobrenatural en general se mantiene aquí, anexados y catalogados. Diarios, cartas, confesiones, declaraciones de testigos, incluso trozos de documentos parcialmente destruidos. Nunca arrojamos nada.

También se han recopilado cuidadosamente genealogías y biografías de todos los vampiros conocidos nacidos en el este de Europa o que viven aquí, lo que representan más de la mitad de la población de vampiros del mundo.

El corazón de investigadora de Elizabeth latía más rápido. ¡Lo que podría aprender aquí...!
—¿Y mantienes toda esta enorme colección por tu cuenta?
—Difícilmente —contestó Konrad—. Miklós cuenta con un equipo de bibliotecarios
auxiliares e investigadores, todos dedicados a darnos la información que necesitamos lo más rápido posible. También disponemos de nuestro propio personal médico. Otros de nuestros campos también tiene su propio personal médico. Otros son operativos de campo, como István, Mihaela y yo.

Elizabeth frunció el ceño. —¿Son controlados por el gobierno? ¿Financiados?
—Oh, no —respondió Miklós—. Nuestra financiación es privada y proviene de una variedad de fuentes, todos experta y sabiamente invertidas: fideicomisos y fondos que comenzaron en todo el mundo hace siglos; tesoros confiscados de varios vampiros ricos que hemos gastados con los años; donaciones de todos los tamaños de muchas fuentes, entre ellas gracias a las posibles víctimas que hemos ayudado, así como a cazadores particulares.

Miklós sonrió levemente frente la obvia sorpresa de Elizabeth.

—Los cazadores son asalariados, pero su vida tiende a convertirse en su trabajo, y gran
parte de eso se regresa a la organización a su muerte, si no antes. Lo mismo ocurre con el personal administrativo superior como yo, e incluso con los mismos Grandes Maestros.

Antes de que Elizabeth, por su curiosidad insaciable, pudiera preguntar sobre los Grandes Maestros, Miklós se apresuró.
—En cuanto al control del gobierno, yo diría que somos tolerados por el gobierno. Pero sólo unos pocos en el corazón mismo del gobierno han sabido de nuestra existencia. El régimen Comunista nos ignoró casi por completo, lo que en realidad era más cómodo que los curiosos y ocasionales visitantes del actual gobierno. Pero el secreto se mantiene. Tiene que ser así.

—¿Por qué? —preguntó Elizabeth. Podía adivinar algunos de los razonamientos, pero
estaba ansiosa por escucharlo todo.
—Bueno, por un lado, la población demandaría que nos encerrarán como chiflados —
dijo Konrad secamente—. Por otra parte, no queremos ser molestados por lunáticos y los que buscan llamar la atención quienes nos hacen perder el tiempo. Tampoco queremos anunciar nuestra ubicación a los vampiros. Este edificio está protegido y nunca ha sido violado. Necesitamos que siga siendo así. Y entonces, por supuesto, está la cuestión del pánico humano. La mayoría de las personas no estarían felices de saber que comparten su planeta con los monstruos de las películas de terror. No queremos precipitar una guerra a gran escala entre las especies. Es una guerra que los humanos, a pesar de su número muy elevado, sólo pueden perder. Por lo tanto, por todas estas razones, muy pocas personas alguna vez hablaron de nuestra existencia.

—Me siento increíblemente… honrada —murmuró Elizabeth.
—Deberías —dijo Konrad con una sonrisa torcida. Se volvió a Miklós—. ¿Puedes encontrarle a Elizabeth todo lo que tenemos de Tom?
—¿Todo? —Por primera vez, Miklós parecía intimidado.
—Todo —repitió Konrad—. Pero no hay prisa. Elizabeth estará con nosotros durante algún tiempo.
—Sin embargo, no puedo quedarme indefinidamente. Tengo que estar de vuelta en
Escocia, en un par de semanas. Tres a lo sumo —corrigió, con una mirada rápida en torno a los estantes—. Umm… ¿podremos atrapar a Tom en ese tiempo?
—Oh, sí. Todo lo que tenemos que hacer es un poco más de investigación, un poco más de entrenamiento. Su despertar no nos sorprendió con la guardia baja. Pero tenemos todo lo que necesitamos aquí para ponernos al día sobre él. Y luego podremos volver a Transilvania y estacar al hijo de puta.

Elizabeth lo miró, pero ya había partido, listo para salir de la biblioteca y continuar con la gira. Cerró su boca, manteniendo la agitada emoción para sí misma por ahora. Ya habría otra oportunidad para decir que no creía que necesitaran volver a Transilvania. Tom se lo había dicho. Estaba buscando diversión “urbana”. Iría a la ciudad más grande de la región, y la había desafiado a seguirlo.

* * *

Al salir del dormitorio de Mihaela, Elizabeth vaciló en la puerta de la sala. Mihaela estaba acurrucada en un sillón, cuidando de una copa de vino y leyendo un extenso libro abierto en su regazo.

Elizabeth había estado de acuerdo con los planes de los cazadores para que se quedara
con Mihaela en Budapest, pero se sentía insegura de su lugar aquí—¿Qué era? ¿inquilina o huésped?—y se resistía a entrometerse más allá.

Este piso era claramente el escape de Mihaela del trabajo. Luminoso, brillante y moderno, no contenía ninguna referencia obvia del mundo sobrenatural, el cual tenía que ser una parte importante de la vida de un cazador. Elizabeth se sentía como una intrusa.Mihaela se giró, se dio la vuelta hasta encararla y darle una rápida sonrisa.
—¿Una copa de vino?
La invitación parecía genuina. Agradecida, Elizabeth entró en la habitación y se instaló en el sillón vacante, mientras que Mihaela vertía vino tinto en el vaso vacío, ya esperando por ella en la baja mesa.
—Hay una cazuela en el horno —dijo Mihaela—. Debe estar listo en media hora.
—Esto es muy amable de tu parte —dijo Elizabeth con torpeza, levantando la copa.
—Tonterías. Todo es parte del servicio. —Con otra sonrisa, Mihaela levantó su copa, y
Elizabeth le devolvió la sonrisa antes de inclinarse hacia su copa a hacer clink con la de ella.
—¿Quieres decir que a menudo tienes que tomar a niños abandonados y callejeros en el cumplimiento de tu deber? —preguntó Elizabeth.
—Las personas sin hogar que son víctimas suelen permanecer en la sede hasta que están listos para regresar a sus vidas. Pero no eres realmente una víctima, ¿verdad? Más bien una recluta temporal.
—¿Tienen muchos de esos?
Mihaela bebió un sorbo de su vino.
—¿Víctimas o reclutas?
—Ambas.
Mihaela se encogió de hombros.
—Demasiadas víctimas, no suficientes reclutas. El nuestro es un campo más especializado de trabajo.
Elizabeth la miró con curiosidad. Mihaela era una mujer atractiva, probablemente de unos treinta años. No llevaba anillo de boda. No había fotografías en todo el piso anunciado la existencia de hijos u otros familiares. Elizabeth se preguntaba lo que pasaba en la vida de la otra mujer. ¿Cuánto tiempo pasaba aquí en este apartamento acogedor y aún así impersonal? No mucho, suponía. Mihaela no era de las que conducía directo a casa.
—Entonces, ¿cómo llegaste a entrar en esto? —preguntó Elizabeth—. ¿Cazar vampiros es una carrera profesional reconocida en esta parte del mundo?
Mihaela dio un silbido de diversión.
—No lo creo. La mayoría de nosotros fuimos testigos de los ataques de vampiros, o incluso víctimas, y fuimos ayudados por la organización. —A pesar de que hablaba a la ligera, naturalmente, una sombra parecía pasar a través de sus ojos oscuros y desaparecer—. Como tú.
Elizabeth no se dio por aludida.
—¿Cuál eres tú? ¿La víctima o el testigo?
—Ambos, ya sea el caso. No te veas tan sorprendida.
—Lo siento. —Elizabeth tomó un sorbo rápido de vino antes de poner el vaso en la mesa—.
La forma en que trataste con los vampiros la otra noche, la forma en que te levantaste y fuiste tras él después del ataque de Zoltán... Es difícil imaginarte aterrada e impotente. —Como yo—. Siempre pareces tan fuerte, capaz y consciente.
Los ojos de Mihaela cayeron a su vino.
—Si lo soy es porque he aprendido a serlo.
—¿Cuándo sucedió?
—Cuando era una niña. —Por un momento, Elizabeth pensó que no podría decir nada más. Luego continuó casi abruptamente—. Mis padres fueron asesinados en casa por un vampiro incipiente. Fui rescatada por los cazadores que llegaron a tiempo para matarlo y salvarme. Pero fue demasiado tarde para mis padres. —Mihaela drenó su vaso en un movimiento rápido y brusco. Era la única señal de aflicción que la delataba.
Elizabeth sintió que la sangre de su rostro se drenaba. Había sido una peor, mucho peor experiencia que la suya. Cuando Mihaela levantó sus oscuros y encantadores ojos, Elizabeth entrevió allí la calmada e impulsiva niña, quien se había convertido en esta valiente, y entregada mujer, determinada a nunca llegar demasiado tarde para cualquier otra persona.

—Mihaela —dijo, sin poder hacer nada. ¿Cómo le das tu apoyo en una cosa así? ¿Qué
palabras podrían marcar una diferencia a lo que Mihaela había sufrido?
Pero la cazadora claramente no quería simpatía. El instante de vulnerabilidad, si hubiera estado allí alguna vez realmente, se había desvanecido. Mihaela alcanzó la botella de vino.
—Al crecer, pasé mucho tiempo con cazadores de vampiros. Parecía natural seguirlos.
—¿Has sido un cazador toda tu vida adulta? —Elizabeth levantó su copa para rellenarla.
—Sí. Aburrido, ¿no?... Salud.
Elizabeth parpadeó.
—¿Aburrido? Aterrador. Increíble. Totalmente admirable. ¡Pero seguramente no aburrido!
Mihaela se echó a reír. —Te sorprenderías —dijo, desenrollándose de la silla y poniéndose de pie—. Sobre todo seguir las pistas y despachar a los débiles, incipientes vampiros antes de que causen algún problema. ¿Estás hambrienta? Voy a comprobar la cena.

* * *

Tom casi se pierde el Club del Ángel. Su entrada estaba en una calle lateral insignificante, cerca del Danubio en el casco antiguo de Budapest. El débil eco de la fuerte música hip hop, recogida por sus oídos sensibles, podría haber venido de cualquier número de clubes de la zona a ambos lados del río. Durante las últimas noches, había visitado la mayoría de ellos, atraído por su energía pura y la emoción de la extraña, innecesariamente alta, e irresistible música. Había aprendido rápidamente a distinguir entre los distintos tipos de música moderna, y rechazó una gran cantidad dela chocante música bailable a favor de las bandas de rock en vivo.

Y así, con la esperanza de seguir el sonido hasta su fuente, casi pasó por alto el Ángel. Parecía demasiado insignificante, no sólo de mala calidad sino aburrido. Incluso el ángel tallado en piedra por encima de la puerta no tenía clase. No había portero o letrero. Podría haber sido la entrada de un edificio destartalado de apartamentos o un edificio de oficinas barato y malo, excepto por el ángel más bien aburrido que atrajo su atención de nuevo.

Se detuvo y miró un poco más. De hecho, no era aburrido en absoluto, sino una de las
mejores tallas de arquitectura que había visto nunca. Sus labios temblaron. —Encantador —murmuró, y se volvió, caminando por las escaleras y abrió la puerta.

La música se abalanzó sobre él, el golpe del duro rock pesado, golpeaba detrás del grito
de las guitarras eléctricas. Podía oler a los humanos, oír el flujo de sangre en sus calientes y excitadas venas. Pero más que eso, sus sentidos recogieron la presencia de varios vampiros, débilmente, casi revoloteando a través de la segunda capa que enmascaraba a todo en general y que rodeaba el establecimiento.
Era una subida empinada hasta las escaleras de piedra poco atractivas y para nada limpias. A Tom no le importaba. Estaba intrigado. Ya que mantenía su propio, y por mucho el más poderoso, enmascaramiento en el lugar, el vampiro de pantalones de mezclilla y una camiseta negra quien acechaba fuera de las puertas dobles en la parte superior de la escalera apenas parpadeó hacia él. Le dio un mirada, admirando, escaneo de arriba hacia abajo, por el cual, presumiblemente, aprobó su atuendo como adecuado para el establecimiento —estos eran tiempos para lo casual, y a Tom no le gustaba la libertad de usar menos— y luego lo invitó a pasar al antiguo edificio sin siquiera molestarse en abrir la puerta para él.

El casual portero lo siguió hasta el interior, aunque sólo para agacharse a una mesa
compartida por otros dos vampiros —femeninos— y mirar con interés a la banda ocupando el escenario opuesto. No eran malos, pero Tom encontraba otros aspectos de su entorno más interesante.

Era un área grande y abierta, alguien había logrado una conversión muy inteligente
manteniendo la opulencia original interna del edificio del siglo XVIII. La pintura en las
paredes y en el techo curvo había una cúpula, cuidadosamente conservada y reparada,
mientras que el vidrio en el vértice de la cúpula era retráctil. Había estado parcialmente
abierto para dejar entrar el aire fresco de la noche. Un moderno bar ocupaba todo el lado de una pared, pero el personal de mesa trabaja entre los clientes sentados en las mesas que rodeaban la pista de baile, tomando pedidos y entregando bebidas. El área inmediatamente delante del escenario estaba ocupada por los bailarines y los apreciadores más insondables de la particular banda de música rock y extrañamente acompañados por un jover rapero.

La iluminación también era buena, cálida e íntima sin ser tan oscuro como para no poder ver a la persona sentada a tu lado. En la pista de baile, era más oscuro, esforzándose para dar una sensación más emocionante. Aquí, las luces se movían, y se establecían en ocasiones, creando sombras y rápidos y seductores vislumbres, de los hermosos y transportados individuos que habían elegido.

Tom, consciente de que tenía toda la atención de los dos camareros esperando por él,
y de varios otros ocupantes del club, se paseó por una mesa vacía de su propia elección en las sombras y ordenó una botella de champaña. El mundo no había cambiado tanto. Las personas todavía saltaban a obedecer los deseos de los evidentemente ricos.
Tom se sentó y observó. Porque le gustaba hacerlo, dejó que el ritmo incesante de la
música se insinuase en su conciencia, elevando su conocimiento y su entusiasmo a dos
niveles. Este, pensó, era un lugar donde bien podría divertirse conduciendo un negocio. Sin duda era un buen comienzo. A juzgar por el número de vampiros presentes, era el lugar para venir. Esto era interesante en sí mismo, ya que los vampiros tienden a ser criaturas solitarias, celosos de su propio territorio y poder. Aquí, se mezclaban con los humanos que venían por la opulencia, la confortable frescura mezclada con la única atmósfera sólo lo suficientemente sudorosa de la pista de baile.

Para ellos, era algo diferente también. Y sin duda proporcionaban comidas para los clientes vampiros. Y todo se llevaba a cabo con discreción, a salvo de curiosos o desaprobadores ojos.Astuto. Discreto. Organizado. De gusto artístico. Ninguno de ellos hablaba de Zoltán. ¿Así que quién manejaba este establecimiento?

Echó un vistazo a la habitación mientras la música instaba a sus pies a seguir el ritmo y su analítico cerebro procesaba la información, rostros, y posibilidades.
Tú lo haces. Su mirada se detuvo en la hermosa mujer que lo miraba sin vergüenza o disculpa desde un taburete alto en frente de la barra. Se había enmascarado bien, utilizando una técnica de los Antiguos, lo que era interesante. Era sin duda un vampiro. Tenía un estilizado, cabello negro corto, y un corto e igualmente estilizado vestido negro, combinado con unas botas elegantes que hacían hincapié en la longitud de sus largas piernas seductoras, que, bajo su flagrante escrutinio, descruzo para levantarse.

Tom le sonrió.

Habló con la camarera que estaba justamente pasando cerca de ella con su botella en su bandeja de plata, y un instante después, era la hermosa vampiresa la que lleva su champaña. Tom vio su aproximación. Caminó rápidamente, sin buscar o evitar su mirada mientras se desviaba entre los clientes, saludando y hablando con aquellos que ella conocía claramente mejor. Tom apoyó la cabeza contra el terciopelo de atrás de su sofá para mirar hacia arriba mientras depositaba su botella y su vaso sobre la mesa, y luego sin problemas o explosión, quitó el corcho.
—¿Quisiera probar? —le preguntó.
—Siempre. ¿Te unirás a mí?
—Sólo hay un vaso.
—No es un problema para el dueño del establecimiento. O incluso para mí —dijo, levantando un dedo hacia el camarero más cercano quien se desvió hacia él y luego se había retirado de nuevo al reconocer la orden señalada.
—Estás haciendo suposiciones —observó la vampiresa.
—Estoy haciendo una observación —corrigió, y señaló el asiento a su lado. Esta vez, después de dudar un momento, se sentó.
—Bienvenido al Ángel —dijo—. Siempre es un placer ver a nuevos clientes.
—Me encanta la estatua del ángel. ¿Quién te enseñó a encantar así?
Sus ojos se abrieron, el único signo de sorpresa o consternación.
—¿Qué te hace pensar que no es un regalo?
Así de cerca, olía a poder, ligeramente desgastado pero indiscutible. A él le gustaba eso. El pálido, casi indistinguibles aroma de Zoltán que se aferraba a los bordes era tal vez inevitable.
—Todas esas capas para ocultar la belleza, enmascarando capas de protección mágica. Tu ángel es una base perfecta para disfrazar un encantamiento tan poderoso. Brillaba por su alabanza. Sólo el pequeño movimiento de agitación de su dedo pulgar e
índice frotándose juntos en su regazo traicionaron su inquietud. Claramente, nadie antes que él había descubierto cómo protegía al club y a sus clientes vampiros. Él sonrió y, mirando a sus ojos, dejó caer una capa del velo de su máscara.

Ella le devolvió la sonrisa.
—Ya me lo imaginaba. Pero te enmascaras como un maestro.
—Confía en tu observación —dijo, y dejó que otro velo de protección se deslizara.
Sus labios se separaron.
—Dios mío —susurró—. Eres él. Thomas...
No era la única que había captado las señales. El vampiro que le había dejado allí estaba
mirándolo. Varios otros lanzaban miradas rápidas, intrigadas o nerviosas, en su dirección.
Quizás no todos ellos lo habían identificado, pero reconocían el poder cuando se les permitía verlo, y él era más que capaz de ocultar sus limitaciones actuales.
—Soy Tom. —Estuvo de acuerdo—. ¿Y tú eres...?
—Angeline.
Tom sonrió. —Como el Angel. Eso me gusta. Me gusta lo que has hecho aquí. ¿Y a
Zoltán?
—Por supuesto. —Sus escudos se levantaron, pero él no tenía la necesidad de fisgonear.
Había entendido. Ella había trabajado en esto, en construir su propia base con un poco de poder en Budapest dejando a Zoltán creer que era para él. Y así poder pagar con palabras insinceras a su liderazgo.
—Eres joven para tal logro —dijo.
Se encogió de hombros.
—No tan joven. Morí hace casi 200 años.
Dejó pasar eso, apenas aceptando el vaso de un camarero y vertiendo champaña.
—Por el Ángel —dijo, levantando su copa hacia ella.
—Por tu despertar —replicó. Casi podía verla preguntándose qué diferencia supondría
esto para ella aquí. Si era tan lista como él pensaba, sabría que necesitaba su alianza, y sin embargo, su lealtad ya estaba prometida a Zoltán.
Se tomaron un sorbo de champán. Tom flexionó sus dedos. Esto era bueno. Música
salvaje en sus oídos, el ritmo de la batería volaba a través de su cuerpo desde el suelo, las burbujas del vino en su lengua, mientras él y esta joven vampiresa inteligente flotaban en la cúspide de una nueva alianza. Después de lo cual, las posibilidades eran infinitas. Todo lo que necesitaba para hacer su vida perfecta en este momento era que Elizabeth Silk caminara a través de las puertas.

Incluso lanzó una mirada a ellas, pero sólo una pareja humana común llegó, lanzándose directamente a la pista de baile. Angelina estaba en lo cierto. Había hecho suposiciones.

Había asumido que Elizabeth le seguiría; sabía dónde buscar, aunque no dónde encontrarlo.
Pero no había percibido su presencia en la ciudad hasta ahora. Y no sabía nada de ella, si le gustaba o no, o siquiera era consciente de este tipo de lugar, este tipo de música. Tal vez era demasiado mundana, demasiado aislada en su torre de marfil. Tal vez eso era lo que le había atraído, por qué ella querría experimentar esta novedad con él. La emoción vibraría por sus venas mientras se movían al ritmo de la música, su suave y delicioso cuerpo sujeto al suyo, despierto, consciente y listo. Recordó el sabor de su sangre, el olor de su piel y su cuerpo se agitó, exigiendo la repetición y más. El final de Elizabeth iba a ser su comienzo, pero en el fondo dentro de su apasionado y dador cuerpo, también estaría su alegría, y la de ella.

Angeline dijo:
—Me siento honrada de que haya venido al Ángel. No hay necesidad de que se oculte aquí. Todo lo que se solicita es discreción. Qué significa que nadie pelea, nadie mata, nadie se alimenta públicamente. Nada puede ser rastreado de regreso al Ángel.
—Reglas sensatas. —Se sentó en su silla y la miró, desterrando todos los pensamientos de Elizabeth hasta que tuviera la oportunidad de saborearlos. —¿Tiene planes de expansión? —preguntó.

* * *

En Budapest, la vida de Elizabeth adquirió una nueva rutina bastante similar a la antigua, para mantener sus pies en el suelo. Quedándose con Mihaela, se levantó poco después del amanecer y condujo por las calles todavía silenciosas a la sede de los cazadores. Allí, en el gimnasio especialmente construido, entrenó durante una hora con un especialista en fitness, y luego, tras un breve descanso, pasaron otras dos horas de aprendizaje de combate: tanto sin armas como con espadas.

—No vas en serio —se había burlado Elizabeth cuando Konrad mencionó las espadas por primera vez.
—Muy en serio —la reprendió Konrad—. Los vampiros más viejos todavía usan espadas contra los seres humanos, especialmente en una gran lucha, que espero que nunca tengas que presenciar, y mucho menos participar; pero hay que estar preparado. Recuerda con quién estás tratando.
No era probable que lo olvidara. Él rara vez estaba fuera de sus pensamientos, ya que cada momento parecía estar dedicado a aprender sobre él y cómo combatirlo.
Le dolían los músculos con el ejercicio desacostumbrado, aunque no estaba tan mal como ella había esperado… o al menos no todavía. En su lugar, encontró un nuevo placer en la actividad física que se extendía por su cuerpo más allá de lo que estaba acostumbrada. Por encima de todo, le encantaba la velocidad del combate y se sorprendió por lo rápido que aprendió y que mejoró. Al menos eso le parecía a su entrenador.
—Tus reflejos son rápidos —le dijo, en el cuarto día—. Y luchas de manera inteligente. Eres natural.
Elizabeth recordó recoger su mandíbula del suelo.
—Nunca lo he hecho antes —logró decir—. Era una atleta pobre en la escuela. No brillaba exactamente en baloncesto, y apestaba positivamente en el hockey. ¡Los deportes y yo nos separamos tan pronto como pudimos!
El joven la miró de forma escéptica.
—Entonces, nunca descubriste el deporte correcto. Hasta ahora.

Elizabeth se echó a reír, y luego se fue a la ducha, impulsada por su alabanza. Hubo un
tiempo, pensó mientras se lavaba el sudor del esfuerzo de su cuerpo, que tal elogio —por no decir nada de ese contacto físico cercano—, de un joven tan increíblemente atractivo la habría mostrado como una torpe e idiota tartamuda. Hoy en día, no estaba más que contenta de haber complacido a su maestro, que era claramente un experto en su propio campo… no significaba que fuera inmune a su atractivo rostro o a sus bíceps. Sus ojos no estaban muy alejados de su culo tenso, sexy, pero sólo sentía una especie de apreciación desapasionada.

A pesar de que no se consideraba por debajo de su notificación, si le hubiera invitado a
salir, habría dicho no. No por el miedo de estar fuera de su liga, sino porque no tenían nada en común. Y de hecho, incluso su bronceado, musculoso cuerpo no la hacía temblar… no como el de Tom.

Thomas… Nunca lo había visto siquiera sin la camisa y, sin embargo, una mirada a él la reducía a mantequilla, una inútil, impotente gota de la lujuria, ni siquiera había llegado tan lejos como para preguntarse si podría complacer a un ser tan consciente de la sexualidad como él…

Se salió de la ducha y cogió la toalla. Bueno, eso era antes: antes de que hubiera tomado el control y tomado su decisión, antes de que se hubiera dado cuenta de lo que el infierno era o que era lo que su propio cuerpo podía hacer. Cuando se encontraran la próxima vez, sería diferente. Estacaría al bastardo y disfrutaría de ello.
Bueno, no, no lo disfrutaría. De hecho, probablemente no lo haría. Todos los planes que los cazadores habían discutido hasta ahora eran con ella participando como cebo, con su poder para defenderse únicamente el tiempo necesario para que llegara la caballería y la muerte real. Konrad, como jefe de equipo, se pondría a la cabeza, con István y Mihaela como respaldo en caso de que fuera asesinado.

Era extraño como aquellos pensamientos se habían convertido en normales.
Seca y vestida, le gritó adiós al entrenador y luego se dirigió a la biblioteca para continuar su investigación sobre los vampiros en general y sobre Tom en particular.

Tenía su propia mesa ahora, cerca del frente de la biblioteca, repleta de volúmenes
encuadernados y carpetas de documentos. Tendiendo cuidado, temor de la edad y rareza del material, estaba trabajando su camino a través de él, aprendiendo acerca de la contribución de los vampiros, sobre todo de Tom, a la historia de la región. Por lo que se podía decir, los documentos de la época eran auténticos, sobre todo con el apoyo de otras fuentes, aunque ella nunca había oído hablar de los otros tampoco.

Miklós era lo suficiente feliz para hablar de las fuentes con ella, diciéndole cosas de la más dignas de confianza. Pero si sólo la mitad de las cosas que leyó sobre Tom eran ciertas, había tenido casi tanta influencia en esta parte del mundo como Jesucristo. Comandante militar, gobernador, amigo de príncipes y reyes, diplomático, político… parecía que no había nada que él no hubiera hecho en los quinientos años de registros que cubrían su primera vida… o por lo menos la segunda.

Frunciendo el ceño ante la idea repentina, miró a Miklós, que había ido a buscar un gran volumen de la caja de cristal más cercana a ella. El único otro ocupante de la biblioteca que podía ver era un investigador, lejano que golpeando en uno de los ordenadores.
—¿Miklós? ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Por supuesto. —Fue hacia ella, dejando el libro en el borde de su escritorio.
—¿Cómo se crearon los Antiguos? Por lo que tengo entendido, los vampiros modernos —es decir, todos los demás vampiros existentes, aparte de Tom— son una especie de híbrido de humano muerto y Antiguo. ¿Qué son exactamente los Antiguos?

Miklós se hundió en el asiento a su lado y se quitó sus gafas. —Bueno, eso es difícil. Sus orígenes se pierden en las brumas del tiempo. La mayoría de los documentos que tenemos son sólo especulaciones, y los propios Antiguos han sido extrañamente reticentes. No creo que ellos lo supieran bien. Pero mira, hay algo aquí, un fragmento, posiblemente de una carta, escrita por el mismo Thomas… —Miklós rebuscó entre la carpeta de documentos hasta que sacó un pedazo de pergamino quebradizo.
Elizabeth, con la boca inexplicablemente seca, miró hacia a él. Una mezcla de latín medieval bailaba ante sus ojos. El dedo de Miklós apuntaba a la firma en la parte inferior, una palabra,

Thomas, en negrita y en cursiva. La “T” era grande y ornamental, el lazo superior cubriendo la mitad del resto de su nombre. Su estómago se retorció. Él escribió esto. Siglos antes de Vlad el Empalador. Antes incluso de que los principados rumanos se formaran.
—Va sin fecha —observó Miklós, como si hubiera leído su mente—. Pero eso no importa para nuestros propósitos. Es la defensa de la alianza de humanos y vampiros —posiblemente a un sacerdote o un príncipe; es imposible saber a partir de este fragmento—al afirmar que los seres humanos y los vampiros fueron una vez de la misma especie, pero que en algún momento, ellos se separaron, al igual que las carreras dentro de la humanidad. Cuando algunos de ellos murieron, sus cuerpos murieron, y sus almas siguieron adelante. Pero a otros, era posible revivirlos con la sangre de otros, y estos, denominados vampiros, eran más o menos inmortales. Se les dio este regalo, dice aquí, con el fin de proteger a sus débiles, primos mortales.

Elizabeth arrastró sus ojos lejos.
—¿Es eso cierto?
Se encogió de hombros.
—No lo sé. No tengo ninguna razón para dudar de ello. Sonaba como un ser completamente sensato y compasivo, ¿no? El contraste con el Tom de después en el siglo XVII es agudo y trágico. El colapso en la locura del último Antiguo, y con él, ningún control real de muchos vampiros bestiales modernos.
Elizabeth tragó. La compasión por Tom, si eso es lo que estaba sintiendo, no la ayudaría aquí.
—¿Qué pasó con los otros?
—Los registros son escasos. Creemos que algunos acabaron en la locura, de forma similar y, o bien terminaron con sus propias vidas o fueron ejecutados como Thomas. Del mismo Tom se dice que mató al único otro Antiguo, apenas dos años antes de que él fuera estacado. Al parecer, se peleaban por una mujer humana, Tsigana, que es nombrada como una de las asesinas de Thomas.

Esta parte de la historia ella la conocía.
—Gracias, Miklós —murmuró—. Me has dejado las cosas mucho más claras.
—Cuando quieras. —Miklós se puso de pie, alzó su libro una vez más, y se lo llevó a
investigarlo en el ordenador. Elizabeth volvió a sus propios documentos. No era la primera vez que se preguntaba con cuál de ellos podía salirse con la suya, utilizándolo en su tesis.

Tom había girado toda la premisa de su tesis en la cabeza. ¿Algo de ellos seguía siendo
válido?
Suspirando, trató de perderse en los libros. Pero a pesar de un entorno propicio, la paz y la naturaleza excepcional del material, nunca podría hacer todo eso aquí. Sus nervios estaban demasiado al borde. Su estómago se torcía cada vez que leía el nombre de Thomas. Lo imaginaba susurrando en su cabeza, en su oreja, estremeciendo su piel sin el más leve aliento mientras murmuraba palabras calientes, por la lujuria.

Se quemó con vergüenza, con la necesidad insatisfecha. Y odiaba a Tom por eso, casi
más que por la gente que había matado y mataría.
—¿Qué estás leyendo ahora? —La mano de Mihaela en su hombro, un poco más tarde, la hizo dar un salto.
—Cómo matar a los Ancianos —dijo con una sonrisa rápida—. No estabas bromeando cuando dijiste que no era fácil. —A pesar de ser muy suave al tacto, como cualquier otra persona, su piel, se creía, era en gran parte impermeable, con una capa extra de dureza por debajo de la epidermis, que se hacía más fuerte con la edad. El primer golpe era vital.

Tenía que ser exactamente sobre el corazón, con fuerza, y utilizar el arma de madera más puntiaguda posible. Una fuente recomendaba el peso de varias personas detrás de la participación, lo que podría explicar por qué Tom había tenido tantos asesinos.
—Déjanos la matanza a nosotros —la tranquilizó Mihaela—. ¿Estás lista para volver allí ahora?
Elizabeth parpadeó.
—¿Volver a dónde?
—Bistrila. Transilvania. Tom, ¿recuerdas?
Elizabeth tomó nota de la página y cerró el libro.
—Mihaela, no creo que siga en Transilvania. Creo que está aquí, en Budapest. —Decirlo y pensar en ello, envió una extraña y torcida tensión a través de su cuerpo. Podría haber sido miedo o el odio, pero se sentía peligrosamente cerca de la excitación.
La mano de Mihaela se detuvo en el aire, a medio camino de su cabello.
—¿Lo has visto aquí?
—No, no. Fue algo que dijo sobre el nuevo mundo urbano y la diversión. Sé que él quería decir que se dirigía a las luces brillantes de una divertida, ciudad moderna.
—Puede ser —admitió Mihaela—. No hemos oído nada recientemente de nuestro
informante en Transilvania, por lo que es posible que se movieran del campamento. Por otra parte, ha estado tranquilo aquí. Y el vampiro Lajos, uno de los “asesinos”, sigue sin ser molestado. Él iría por él primero.
—¿Lo haría? ¿No crees que le guste jugar al gato y el ratón, levantando un poco de miedo primero? Estoy segura de que es parte de su venganza.
Mihaela apoyó la cadera en el borde de la mesa, frunciendo el ceño y la frente mientras
consideraba lo que dijo Elizabeth.
—¿Crees que eso es lo que está haciendo contigo?
—Sé que eso es lo que está haciendo conmigo. Sólo que no veo por qué tengo que ser
castigada. Le desperté, ¿no?
—Bueno, eso puede ser el origen de su actitud ambigua. Está agradecido, pero necesita la sangre de su Despertador para alcanzar toda su fuerza.
Hubo un pequeño matiz en la risa de Elizabeth.
—Bueno, esa es una regla estúpida y sangrienta.
—Es una ciencia perversa y antinatural —coincidió Mihaela—. Aunque en este caso, sirve al propósito de desalentar a Despertar después de las ejecuciones. ¿No es maravillosa la evolución?

Inesperadamente, Elizabeth quería hablar de la evolución de vampiros con el mismo
vampiro… el vampiro que creía en la evolución de él mismo y su especie cien años antes que Darwin. Se puso de pie, dejando a un lado la idea no deseada.

—Vamos a hablar de tu teoría a los demás… —dijo Mihaela—, pero no esta noche. ¿Te acuerdas del concierto?
—Lo estoy esperando —aseguró Elizabeth.

* * *

Con el sonido familiar distintivo de la orquesta afinando, Elizabeth se recostó en su asiento y comenzó a relajarse. Estaba muy entusiasmada con esto: un par de horas para perderse en la música, en algo que no tenía nada que ver con toda esta mierda de miedo, y sin embargo todo lo relacionado con Hungría, un concierto de Liszt y Bartók en la Academia Nacional de Música.

Tal vez era debido a la nube extraña de temor y emoción que estaba viviendo, pero en esta, su tercera visita a Budapest, había comenzado a apreciar la belleza de la ciudad: las líneas limpias, clásicas de Pest que se distribuían hacia fuera rodeando al Danubio; los majestuosos puentes sobre el río a la antigua y pintoresca ciudad de Buda en la orilla opuesta, subiendo la colina hasta el castillo que había guardado durante siglos.

Cuando había estado caminando con Mihaela a lo largo del río en la creciente oscuridad, después de su agradable comida en un pequeño restaurante de gestión familiar, Elizabeth se preguntó si ella sólo había estado medio viva antes. Había registrado que le gustaba el lugar, pero no se había tomado tiempo para conocerlo mejor, para empaparse de la atmósfera. Había estado viviendo sólo entre su hotel y las bibliotecas, aeropuertos y estaciones de ferrocarril. En los pueblos, había sido diferente, por supuesto, había tenido que salir, mezclarse con la población local para hablar con ellos y hacerle preguntas acerca de las supersticiones de vampiros, pero, ¿había apreciado realmente el entorno?

Tal vez, simplemente todo tenía más definición, más atractivo, cuando la amenaza de la muerte se cernía sobre uno.
O tal vez, simplemente finalmente se sintió útil. Desde el Despertar Tom, había
compartido un objetivo claro con los cazadores.
Elizabeth miró a las paredes y techos ornamentados, era un hermoso salón, en un hermoso edificio, no muy grande, muy art nouveau y, Mihaela le aseguró, se jactaba de una excelente acústica. Tenían asientos cerca del frente de los puestos, y el balcón en tres lados por encima, lleno de compañeros amantes de la música, la hacía sentirse casi acogida. Además de eso, había comenzado a valorar la compañía calmada y sensata de Mihaela, una amiga inesperada en medio de su vida, que de repente era una locura.

El auditorio calló, y luego estalló en aplausos por el director, antes de que el silencio
descendiera una vez más y comenzara la música.
Funcionó. Durante un tiempo, realmente funcionó. Realmente se perdió en la música y en su entorno. La parte posterior de su cuello no comenzó a picarle hasta la mitad de la segunda pieza. Ella lo cubrió con la mano, echando una rápida mirada a su espalda en las filas de personas que no llamaban su atención en absoluto.

Curvando el labio hacia dentro, volvió a la música. Vio al pianista, disfrutando de la
concentración salvaje en su joven, intensa cara: una futura estrella internacional, ya
produciendo música exquisita. Su mirada se movió hacia arriba, a lo largo de la línea de
violinistas y violonchelistas de la talla en el balcón de arriba. Cuando la música comenzó a sonar de nuevo, capturó un movimiento de sombras con el rabillo del ojo, y miró velozmente a la puerta del balcón. Dios, que nerviosa estaba. Casi había imaginado que una figura oscura estaba allí, pero las únicas personas en el balcón estaban sentadas fuera, y ninguna de ellas parecía una remota amenaza. Sin embargo, la puerta del balcón estaba un poco abierta.

Debió haber vislumbrado uno de los funcionarios de teatro pasando en el pasillo más allá.¿Iba a ser siempre así? ¿Vivir al borde de lo nervios, con miedo de todas las sombras? Sólo si se lo permites.

Respiró hondo y miró con determinación al pianista. En el intervalo, había recuperado su calma y su apreciación de la música.
—¿Bebida? —sugirió Mihaela—. Vamos a tener que abrirnos camino hacia la barra, pero conozco a uno de los camareros.
—Vayamos —dijo Elizabeth con entusiasmo, y se unieron a la multitud creciente de la sala.

Sin embargo, antes de que incluso llegaran a la barra, Mihaela estalló en risas y comenzó a saludar locamente a un camarero que fue escurriéndose a través de la multitud. Él sonrió y le dio la señal universal del pulgar hacia arriba.
—Él la guardará para nosotras —dijo Mihaela con satisfacción, después de salir de la
multitud—. Lo qué es una buena noticia, porque necesito ir al baño.
—Te esperaré —dijo Elizabeth, siguiéndola. Lo consideró preferible a luchar en el camino del bar con todos los demás.
Como había una multitud en el baño de mujeres también, Elizabeth caminó a encontrar un lugar más tranquilo para esperar a Mihaela. A medida que se iban, se encontró admirando todo el interior del edificio, en particular los hermosos murales, y como la escalera del balcón estaba desierta, decidió echar un vistazo por allí, también.

La sala superior estaba vacía y silenciosa. Mientras caminaba, siguió examinando los
murales, su mirada se deslizó por delante de la puerta del balcón abierta. Mihaela estaba probablemente esperándola ahora. Debería haber bajado, pero no lo hizo. La sombra que había imaginado antes se deslizó de nuevo en su mente, casi un dibujo demostrándole que no existía… de nuevo.

Idiota.

Se detuvo en la puerta, escuchando el zumbido tenue de una conversación, y luego echó un vistazo dentro. Algunas personas estaban sin hacer nada más que hablar, aún ocupando sus asientos, aunque la mayoría estaban vacíos. Con una vaga idea de comprobar el punto de vista de la orquesta desde aquí arriba, entró.

Su cuello se erizó. Se dio la vuelta para hacer frente a la puerta, y su corazón se sacudió lo suficiente para hacerle sentir vértigo. La sangre corrió por sus venas. No podía respirar.

Tom estaba justo a un lado de la puerta, apoyando el hombro contra la pared, mirándola impasible.
Vestía de negro: pantalón negro, una camisa de color negro, abierta en el cuello, sin corbata y sin chaqueta. Su pelo negro brillaba sobre su piel pálida, un mechón cayendo a un lado de la frente. Dios, era hermoso. Lucía bohemio, elegante, y podría ser confundido con un estudiante de música, tal vez un contemporáneo del pianista impresionante.

¿En este nuevo y urbano mundo, de riqueza y libertad, música y tecnología? Quiero divertirme.De alguna manera nunca había considerado este tipo de concierto como la diversión que él había querido decir.¿Era posible que hubiera venido aquí por la música, no por ella…?

Se quedó muy quieto, como sólo él podía, su oscura mirada, fija en su rostro.
Convulsivamente, agarró su bolso, sintiendo a través del suave cuero la forma de la estaca que ahora llevaba siempre. Su corazón parecía estar latiendo en sus oídos. ¿Qué diablos debía hacer? ¿Avisar a los demás? ¿Huir? ¿Tratar de estacarlo delante de toda esta gente?

Estas personas cuya sangre debe haber venido aquí para beber. Mierda, él podría haberlo hecho ya. Podría haber un rastro de cuerpos sin descubrir en el fondo de alguna escalera trasera…

Sus labios carnosos se curvaron, suavizando su mirada dura. Parecía casi acogedor, para
nada como un monstruo que había acabado de drenar de sangre a varios amantes de la
música.
—¿Lo hiciste? —Las palabras incomprensibles se derramaron sin permiso. Él parecía
divertido. Levantando un dedo a los labios en señal de desaprobación burlona, dio un paso más cerca, y ella respiró con pánico. Pero se detuvo allí, sin tocarla, pero lo suficientemente cerca para que hubiera sentido su aliento, si tuviera.
—Un aperitivo ligero, creo que es el término moderno. —Parecía que él la entendía, después de todo.
—¿Están muertos? —Consternada por sus propias palabras, lanzó una mirada nerviosa
alrededor de la dispersa gente. Una mujer en la primera fila se había girado para mirar hacia la puerta, pero por lo demás no había nadie que les prestara atención. Era como si ella y Tom estuvieran aislados en alguna privada e íntima burbuja.

Tom dijo:
—Por supuesto que no. Me estoy reservando para mi comida principal.
Bastardo. —¿Yo? ¿Por qué no lo haces de una vez y me matas? ¿Por qué estos juegos crueles todo el tiempo?
Sus cejas se levantaron. Estaban bien definidos, de forma perfecta, distrayéndola por la
textura del pelo corto y negro. —¿Cruel? La vida es para ser valorada. Ya te permití vivir una semana más de lo que podrías tener.
—Estoy superada con gratitud.
—No, no lo estás, pero deberías. No me digas que no has apreciado esta semana más que ninguna otra en tu vida.
Lo miró fijamente, sacudida hasta la médula.
Sus labios se curvaron.
—¿Estás disfrutando el concierto? ¿Te gusta esta música?
—Sí… —Todavía demasiado desconcertada para hacer algo más que darle la desnuda
verdad, se imaginó que la burla familiar había desaparecido de sus ojos convincentes. Se veían inesperadamente serios—.¿Y a ti? —preguntó, como si fueran conocidos genuinos que se habían encontrado por casualidad.
—Es como música de la corte, sólo que con más músicos. Muy diferente a otra música
moderna, aunque, por supuesto, no consideran esto como moderno. La variedad es buena, pero no a expensas de todo lo que era en el pasado.

Tragó saliva, separando sus labios secos.
—Casi podría creer que querías decir eso.
Se encogió de hombros.
—La nostalgia es la maldición de la edad. Me encanta la energía de su música rock me divierto bailando con eso que llaman Hip Hop. Me encanta la melodía exquisita y técnica de esto. Y sin embargo, echo de menos la música en bruto, ignorante que estaba antes, pasada de generación en generación por cientos de años. Incluso los gitanos ya no tocan.
—No aquí.
Sus cejas se levantaron de nuevo.
—En los pueblos —espetó ella—. En las montañas, todavía se escucha. O algo así como lo que asumo que debe haber sido.

Sus ojos sostuvieron los suyos. Parecían llamear, y hasta imaginó una llama que bailaba; luego, pestañeó. Él inclinó la cabeza.
—Gracias.
—No hay de qué. —La risa luchaba por hacerse camino a través de ella, histérica e indignada.
Como si lo reconociera, le sonrió, y sus entrañas se derritieron. Podría haber estado
tocándola íntimamente los labios, los senos, la dolorosa dulzura de entre sus muslos. Estaba muy contenta de que no lo estuviera haciendo. Ella se desesperaba porque no lo hacía. Y, sin embargo, por primera vez reconoció algo más en su sonrisa, que era lo que le hizo tener problemas para conversar con ella, lo que brillaba y ardía en los, de otro modo oscuros y opacos, ojos.
Reciprocidad.
Eso la sorprendió, como si no estuviera ya bastante indefensa. Por supuesto, no dudó ni por un momento que Mihaela estaba en lo cierto. Él tomaría su sangre y su cuerpo sin escrúpulos. Pero no sólo sería un acto de burla excesiva, o estúpida dominación masculina o cualquier otra cosa que había estado imaginando. Por alguna razón, él la quería, a ella, y con un deseo que ardía con más fuerza que todo lo demás de él. El conocimiento era eufórico, terrible, enorme…

Risas, extrañamente discordantes, sonaron en el pasillo detrás de ella. Alguien chocó con ella y se disculpó. Se hizo a un lado a medida que más gente entraba, separándola de Tom.

Elizabeth salió por la puerta. Desde el pasillo, vislumbró su alta figura elevándose sobre los empujones de la multitud.
Deliberadamente, le guiñó un ojo. “Diviértete”, dijo dentro de su cabeza. Y luego, ella se volvió y corrió en busca de Mihaela.

1 comentario:

  1. estuvo larguisimo pero maravilloso espero mas ese juego con tom me divierte mucho

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