
Capítulo 4
No produjo ningún sonido. El aire apenas se agitó mientras caminaba entre los
árboles, pero Bill sabía que él estaba allí.
—Llegas tarde —observó Bill, sin quitar sus ojos de la ruinosa casa de campo.
—Fui detenido.
—Por la chica. Apestas a ella. ¿La mataste?
—Aún no.
Bill se erizó y volteó su cabeza. Aparentemente sin problemas, Tom se mantenía
parado a su lado, viendo a través de los árboles los edificios destartalados a través del campo en el refugio de madera.
—Para que tu regreso este a su total potencia lo requiere. Porque tiene la sangre de Tsigana y porque ella te revivió. Zoltán está por hay, y sin su sangre, su fuerza vital, no eres lo suficientemente fuerte para enfrentarlo.
Los labios de Tom se curvaron. Con su ropa discreta, podría haber sido un mesero o un
antiguo sangre azul. Cometer el último error quizás fuera excusable, pero Bill imaginaba que pocos harían lo primero.
—Zoltán no lo sabe. ¿Cuántos de los otros hay allí?
—Los tres que trajo consigo—como guardaespaldas presuntamente—y como diez vampiros locales, dos de ellos débiles. Zoltán es lejos el más fuerte.
La fuerza peligrosa de Zoltán residía en su manejo del poder y su determinación de
mantenerlo. Hubo un tiempo en que le había temido a Bill al ser el vampiro más viejo, pero estos días parecía imaginar que la falla de Bill al no poder disminuir su poder era
debido a debilidad. No lo era. Era debido a la inercia y el aburrimiento y una preferencia por una vida solitaria. Bill no tenía ningún deseo de gobernar los tontos sin cerebro que se protegían bajo Zoltán.
—Hay mucho que Zoltán no sabe —observó Tom.
—No lo subestimes —advirtió Bill—. Es fuerte, tiene apoyo masivo aquí y alianzas con las comunas de vampiros de gran parte de Europa, América y África. También… —respiró y retiró la vista—. Tiene dominio sobre los zombis. Tom flexionó sus dedos.
—¿Zombis? ¿Levanta a los verdaderos muertos? Hasta para mí, eso es una abominación.
—Eso es parte de su valor para él. Los utiliza como su ejército, sus encargados de hacer
cumplir lo que ordene. Instrumentos del terror, si así lo quieres. Si te atrapan, van a dispersar tus miembros y cenizas tan lejos que estarás perdido para siempre.
—Lo tendré en mente. —Tom salió de su escondite y comenzó a caminar a través del
campo. Nadie más, vivo o muerto, se movía con esta gracia tan particular, casi flotando, aún así visiblemente pendiente de cada centímetro de su hermoso y confiado cuerpo, que estaba a punto de ser enviado de vuelta al infierno.
—¿No vas a encubrir tu identidad? —Bill siseó tras él—. ¿Al menos hasta que llegues
allá?
—No —dijo Tom—. Déjalos eh… encogerse de miedo.
Estaba disfrutando la lengua moderna, pensó Bill con resentimiento. Estaba especialmente disfrutando mezclar las jergas inglesas y americanas con el rumano. No
le importaba si Bill no compartía su entusiasmo por la provocación o por la muerte
Probable.
El deber de Bill estaba cumplido. Había provocado el despertar de su creador y una vez
amigo. Estaba en completa libertad de dejar todo en este punto y de regresar al pueblo y a Maria, quien una vez había sido su amante y que todavía le daba refugio en sus edificios sombreados, a pesar de las protestas de su petrificada familia. Estaba acostumbrado a la paz y a la soledad en estos días, y no iba a conseguir ninguna alrededor de Tom, aún si sobreviviera.
Bill suspiró, luego lo siguió. Siempre lo había hecho.
* * *
Elizabeth se sentó en su cama, mirando el celular que sostenía en sus dedos temblorosos. En su rodilla estaba el pedazo de papel con el número de Konrad. Lo que la asustaba aún más que el ataque era el desmoronamiento de su cinismo. Ella no quería, no podía, creer todas esas tonterías, pero tampoco podía pensar en una razón para mantener el engaño tanto tiempo. Necesitaba una aclaración, pero aún así la última cosa que quería era ser absorbida por el mundo pequeño de los cazadores de vampiros y perder todo soporte de la realidad.
Ella era una profesional, una investigadora. Quería evidencia. Pero todo lo que tenía era la foto de un sarcófago de piedra y el dudoso recuerdo del hombre con colmillos atacándola a ella y a otro hombre –también con colmillos- reclamando que lo había asesinado. No podía confiar en la evidencia de sus propios ojos traumatizados. Había estado oscuro, la tenue luz de la farola era engañosa, y todo ocurrió demasiado rápido como para fijarse adecuadamente, y mucho menos para tomar algo.
Si “Thomas” lo había matado realmente, ¿dónde estaba el cuerpo?
—Mierda —susurró ella y marcó el número de Konrad. Esperaba que no contestara. No le importaría dejar un mensaje y luego cambiaría el teléfono en caso de que la llamase de vuelta.
—¿Aló?
Infiernos. No era una simple respuesta porque tenía un tono bastante alto e interesado.
—¿Aló? —dijo él de nuevo.
Elizabeth lamió sus labios.
—Konrad. Soy Elizabeth. Elizabeth Silk.
—¡Elizabeth! ¿Estás bien?
—Sí. Eso es, no lo sé. Fui atacada en la calle.
Su aliento se detuvo.
—Cómo me estás llamando, él no fue, entiendo que fue un asalto.
—No lo sé. Él era como una animal, tratando de morderme... —Ella se rompió, lamió su labio inferior entre sus dientes mientras una reacción amenazaba con sobrecogerla.
—¿Tuvo éxito? ¿Te mordió? ¿Cómo escapaste?
—Alguien lo detuvo. —Dejó de respirar, arrastrando su mano a través de su cabello—. Fue él. El hombre que pretendió ser Thomas. Dijo que lo mató.
—Mira, ya voy para allá.
—No, no vengas —interrumpió ella—. Estoy bien. Solo quería preguntarte: ¿por qué me salvaría de otro vampiro y luego me dejaría ir?
Todo dentro de ella gritaba en contra de seguir con toda esta tontería, pero tenía que darse cuenta de ello antes de decidir cómo reaccionar apropiadamente.
—Por qué te salvaría es fácil. No quiere que tu sangre se “desperdicie” en nadie más. Por qué te dejaría ir... No puedo contestar a eso. Pero fue un gran jugador de juegos en su pasado.
Supongo que cuando vives por siglos, tienes que trabajar más difícil para entretenerte.
—Gato y ratón —murmuró Elizabeth tristemente. ¿Realmente estoy creyendo esto?—.
¿Konrad? ¿Si el otro “vampiro” estaba realmente muerto, por qué no estaba su cuerpo allí? ¿No se pondría rígido como piedra? ¿Cómo “Thomas”?
—Oh, no, la mayoría de los vampiros se dispersan en el aire. Liberados de la sangre prestada que los mantiene vivos, sus cuerpos se revierten a polvo.
—Tom no lo hizo —señaló ella.
—Tom es un Anciano. Un vampiro de sangre pura, el último de la raza original. Su clase vive por miles de años hasta que deciden morir, o cuando se vuelven locos y son sacados de su miseria por alguno de los de su clase. Para el momento en que Tom estuvo a la altura de su poder, casi no existían otros como él, y mató al último de ellos él mismo. Los vampiros modernos son meros humanos híbridos. En cualquier caso, si el cuerpo de Tom se sintió como piedra, le tomó siglos que se le pusiera así. Los relatos contemporáneos dicen que tendido allí, estacado en el corazón, se veía sólo demasiado vivo. Escucha, Mihaela irá para allá y te va a buscar...
—No, por favor, estaré bien aquí. —Se rió sin aliento y tristemente—. Después de todo, ¿si Tom me está protegiendo, no podría estar más segura, verdad? —Al menos por esta noche.
—Realmente sí, estarías mucho más segura. Acabo de escuchar de mi informante de que Zoltán está en Transilvana.
—¿Zoltán?
—El líder regional de los vampiros de Hungría, Rumania y Croacia. Escuchó de Tom y de ti. Y los quiere a ambos muertos. El ataque de esta noche pudo haber sido instigado por él, o por alguien tratando de ganarse su favor. Ha convocado a los vampiros locales a que se le unan. Elizabeth, realmente es el momento de que salgas de aquí.
* * *
Bill no era estúpido. Cuando llegaron sin abusar la puerta de la casa de campo, con
mucho gusto pateo la puerta para abrirla y se quedó a un lado para que Tom entrara
primero. Así que así fue como Tom dio un paseo hacia dentro, era él en lugar de Bill
quien tenía que aguantar lo más duro del ataque.
Lo que interesó a Bill fue que a pesar de que quizás quince vampiros llenaban la cocina
vacía, solo uno de ellos voló hacia la garganta de Tom. Bill no vio razón para
intervenir. Tom a penas necesitaba sus dos manos para atrapar a la estúpida criatura, antes de hundir sus colmillos y dejarlo seco. El cuerpo cayó a sus pies y explotó en polvo plateado que bailó a la luz de las antorchas flameantes de la pared.
—Gracias —dijo Tom, como si estuviera agradecido por la bienvenida, y caminó hacia
delante en la habitación. Bill eligió seguirlo.
La casa entera apestaba a muerte humana. Era fácil divisar a Zoltán, tendido sobre la única silla como si fuera su trono. Su pie descansaba sobre un cuerpo humano pálido, que en su muerte fue doblado en una forma grotesca.
En la esquina tras él, obviamente dos vampiros habían estado peleando por la última criatura viviente de la habitación, una mujer quizás en sus cuarentas, cuyos ojos reflejaban locura y terror. Su familia había sido masacrada frente a sus ojos.
—Es mi placer —dijo Zoltán arrastrando las palabras.
Había tenido tiempo de prepararse, de asumir su posición de poder descuidado mientras Bill y Tom habían cruzado el campo abiertamente. Él era un gran y hermoso
vampiro, un mechón de su desordenado cabello le caía sobre la frente. Su cara no era la de un ser pensante, pero reflejaba una cierta cantidad de inteligencia y astucia así como una considerable autoestima y fuerza. Era más fuerte de lo que Bill recordaba.
Su mirada se quedó en Tom mientras el Anciano pasaba por encima de los cuerpos que
se atravesaban en su camino. Zoltán sonrió, levantó una mano, y chasqueó sus dedos.
—Mi invitado está hambriento. Ya que ustedes no se pueden poner de acuerdo, dénsela.
—Eres muy amable. —Tom no sabía si mirar a los vampiros indignados o a su víctima
traumatizada.
—Tienes que reunir fuerzas —dijo Zoltán con tan obviamente falsa consideración que
Bill tenía el impulso de patearlo—. Trescientos años es un largo tiempo pasando
hambre.
—Dímelo a mí —dijo Tom—. Eso lo tomo, como que no necesito presentarme.
—Yo tampoco lo necesito. —Su malévola mirada parpadeó hacia Bill con desprecio.
Bill se contentó con curvar su labio.
Tom dijo:
—Claro que no. Puedo decir que tú eres Zoltán, el gran líder.
Los ojos de Zoltán se redujeron con sospecha, pero no descubrió nada de la cara de
Tom. Los dos vampiros que habían estado peleando, mientras tanto, arrastraron a la
mujer aterrorizada a un lado de la silla de Zoltán.
—Ese idiota desobediente no fue signo de hospitalidad —explicó Zoltán—. Esto lo es. —Dio una sacudida a su cabeza y sin ninguna gracia los dos vampiros le lanzaron la mujer a Tom, quien la atrapó antes de que se cayera. Sin embargo, no se alimentó de una vez, en su lugar la sostuvo a su lado—. Imaginó que matándote, se volvería lo suficientemente fuerte como para usurpar mi lugar.
—Un idiota de hecho —concordó Tom. La mano que sostenía a la mujer se deslizó por su hombro hasta su garganta y empezó a golpear ligeramente allí.
—Obviamente —dijo Zoltán—, les dije a todos que no debías agradarles.
Bill se puso rígido, reconociendo un reto cuando lo escuchaba.
—Ciertamente no. —Tom continuó golpeando el cuello de la mujer mientras veía a
Zoltán. La mujer volteó su cabeza y miró a Tom, confundida, presuntamente, por su
dulzura totalmente engañosa. Tenía una mirada cansada y sobre trabajada, mezclada con los restos de su belleza de juventud que le recordaban a Bill un poco a Maria.
Rechazando ser distraído, Bill dio otra mirada rápida alrededor de la habitación, confirmando la posición de todos en su mente. Si no fuera por Zoltán, él y Tom podrían tomar a los otros fácilmente. Pero Zoltán... Zoltán podía ser su ruina. Quería sacudir a Tom.
—La mujer no es un soborno, por cierto —dijo Zoltán—. Ni está envenenada.
—Lo sé. Un gran líder como tú no me temería tanto como para cometer esas clases de
ofensas.
El sarcasmo de Tom estaba comenzando a sonar demasiado a adulación para el gusto de Bill. Se preguntaba cuándo los demonios iban a irse, o al menos hacer lo que sea que vinieron a hacer.
—No lo hago —dijo Zoltán demasiado rápido.
—Y aún así mi sangre es una atracción. La sangre de un Anciano es poderosa.
—Podría tomarla —dijo Zoltán. Sus manos, descansando en los brazos de la silla, se
convulsionaron, y Bill se tensó.
—Mi buen señor —dijo Tom, volteando a la mujer en sus brazos—, no vine acá a hacer algo tan tonto como pelear contigo.
La mujer observó su rostro, completamente confundida ahora. Tom le dio una mirada rápida, una media sonrisa antes de inclinarse hacia su cuello. Al primer toque de sus labios contra su piel, ella jadeó y dejó caer su cabeza. Los rasguños en las caras de los vampiros que estaban peleando dejaban claro sus previas peleas, pero con Tom ni siquiera trato de resistirse. Le dio la bienvenida, como todos lo hacían. No la haría menos muerta.
Tom bebió. La mujer rasguñó sus hombros con agonía y éxtasis, y luego se apoderó de
él, como sosteniéndolo para ella. Los otros vampiros sisearon, boquiabiertos.
Zoltán replicó:
—¿Entonces por qué?
Tom levantó su cabeza y lamió una gota de sangre de sus labios. La mujer gimió.
—Quisiera sugerir una alianza —dijo él, y regresó a su herida garganta. Ella suspiró con satisfacción.
El gruñido de Bill decía que estaba cualquier cosa menos satisfecho. ¿Alianza? ¿Qué demo...?
Zoltán rió.
—¿Una alianza? ¿Por qué necesitaría una alianza contigo? Controlo a todos los vampiros en tres países importantes. Los que están allá no se atreverían a replicarme. Tengo dominio sobre zombis y apoyo mundial. ¿Qué tienes tú, a parte de tu perra?
Lanzó una mirada despectiva a Bill quien frunció los labios una vez más y vio a Tom terminar su comida. Sus dedos ya no lo agarraban mientras colgaba casi muerta en sus
brazos. Un tirón más de los labios que la saboreaban y ya la había tenido completa.
Liberándola, la dejó deslizarse al suelo a sus pies.
A pesar de ser testigo del horror inexplicable que claramente había desquiciado su mente más allá de cualquier poder de curación, murió feliz al final.
Tom, sin manchas excepto por una gota de sangre, dijo:
—Mi –her- perra tiene más poder en su dedo meñique que el que tú jamás tendrás. Sin mí.
Necesitas tanta sabiduría como fuerza bruta, mi amigo.
—¿Para hacer qué? —se burló Zoltán—. ¿Qué más hay allí? ¿Conquistar América?
Él era un hijo de puta engreído, satisfecho consigo mismo.
Bill comenzó a desear que lo hubiera matado después de todo, décadas antes cuando
a nadie le hubiera importado.
—Piensas muy pequeño —reprendió Tom—. Tú mismo lo dijiste, gobiernas a vampiros de tres grandes países. ¿Cuántos seres son esos, precisamente? Aún añadiendo a un poco de zombis sin cerebro al cálculo, no muchos. La mayor parte de la población de esos países, así como de todos los demás, incluso América, es… Humana.
Zoltán frunció el ceño, aún sin comprender. Bill lo entendió sin embargo, y estaba horrorizado. Tom voltearía al mundo de pies a cabeza y recuperaría el poder que era
suyo en el amanecer de los tiempos. Los humanos serían sus esclavos una vez más, porque lo habían traicionado trescientos años antes.
No sólo Elizabeth Silk, sino todo el mundo pagaría por las acciones de Tsigana.
Y si él tenía éxito. Pero de todas maneras, Bill supo que su paz había terminado.
* * *
Más fastidioso que cualquier otra cosa era la renuencia de Tom de hablar sobre ello.
Mientras veían la casa de campo incendiarse, tenía un ceño muy serio que repelía discusión.
Y entonces, aparentemente para deshacerse de su estado de ánimo sombrío, se dirigió de nuevo a través de los árboles en dirección hacia Bistrila con nada más que la belleza de la naturaleza en sus labios, no importaba lo que estuviera en su cabeza.
—No entiendes el mundo moderno —explotó Bill—. No son miles de personas ahora, bajo los pulgares de una mano poderosa. ¡Esta es una era de democracia y superpoderosos y del dinero!
—Es fascinante —concordó Tom, mirando hacia la luna—. ¿Sabes que la primera vez
que renací casi odiaba la luna? Sentía que felizmente la tiraría del cielo solo por un rayo del caliente y tranquilizador sol. Y sin embargo ahora, después de mirar por tanto tiempo un techo de piedras, creando imágenes en mi cabeza de cada grieta, contando los hilos de las telarañas y los granos de polvo... honestamente valoro la belleza del cielo nocturno.
Bill lo observó inciertamente. Sus palabras golpearon un acorde así como un recuerdo,
y era la primera referencia que hacía a sus trescientos años de “sueño”. Por otra parte, Bill se rehusaba a ser manipulado lejos del punto.
—¡Te mueves muy rápido, no puedes tomar el mundo cuando ni siquiera puedes hallar la manera de subir por una escalera mecánica!
—¿Qué es una escalera mecánica?
—¿Ves? Es una escalera móvil, funciona con electricidad. Hay por todos los centros
comerciales y aeropuertos… ¿Sabes lo que son cada uno, verdad?
—Grandes mercados interiores, y puertos para aviones. Explicaste los aviones en nuestro camino hacia aquí: ruidosos pero efectivos vehículos, aunque malos para el medio ambiente.
La boca de Bill se abrió. De hecho, paró en su camino, y por un momento Tom le pareció como lo haría mirando a cualquier humano, un parche de tierra baldía, brillando luz intensamente, casi como una película acelerada. ¿No sabría que era eso también, lo haría?Corrió a alcanzarlo
—¿Supongo que sabes cómo los aviones son malos para el medioambiente también?
—Cogí pedazos. —Le echó un vistazo a Bill—. Pero tienes razón. Mi conocimiento es
incompleto. He coleccionado libros —a esta edad tengo un número impresionante, incluso en tal remanso— y periódicos, pero realmente pienso que necesito una televisión. Y acceso a Internet —Sonrió beatíficamente a la expresión de Bill—. Sí, sé que es eso. Una increíble edad para divertirse, ¿no?
Ellos estaban entrando en la ciudad ahora. Tranquilas, suburbanas calles brillaban a pasado.
Uno no podría incluso oler el humo desde la granja aquí.
—Sí. —Bill chasqueó la lengua—. ¡Pero tienes que saber qué infiernos estás haciendo!
¡Y tú obviamente no lo sabes! ¿Aliándote con un sin sentido, poco fiable matón como Zoltán? ¿No puedes ver realmente hasta qué punto está por debajo de ti?
Tom paró a una velocidad de caminar normal, mirando con aparente admiración
mientras un coche pasaba conduciendo.
—Son increíbles —observó—, Y hay muchos de ellos, incluso aquí, en los pueblos. ¿Cómo infiernos trabaja?
—Motor de combustión interna. ¿Tienes alguna intención de contestar mis preguntas?
—Eventualmente. —Tom miró al cielo otra vez—. Demasiado pálido en la cuidad. Las estrellas desaparecen de la vista. Las luces de las calles son un arma de doble filo.
—Deberías ver Budapest. Brilla en la noche, casi como el sol.
—Lo haré —prometió—. Estoy débil, Bill.
Era tan inesperado después de la evasión de la última media hora que Bill tropezó.
Tom sonrió débilmente.
—Pero no puedo estar así nunca más, necesito avanzar, incluso mientras estoy aprendiendo, incluso mientras estoy ganando fuerza. Necesito tiempo, y la alianza con Zoltán lo comprará para mí. Él no mantendrá mucho nuestro acuerdo, y francamente, yo tampoco lo haré, pero por ahora necesito espacio para actuar sin una amenaza inmediata.
Bill tragó. No podía recordar a Tom demostrando debilidad antes.
—Mata a la Despertadora —declaró—. Déjame encontrar a Karl y Lajos para ti, incluso si Maximilian está perdido…
—Sé dónde están. Puedo sentirlos ahora mismo.
—Entonces tu fuerza está volviendo.
—Despacio… es un delicado balance entre el placer de la venganza y la fuerza que adquiriría con ella. En cuanto a la Despertadora… —Una sonrisa se dibujó a través de su cara—. Ella es como un buen vino que estoy aprendiendo a apreciar.
Estaban en las luces más brillantes del centro de Bistrila ahora, y la modesta multitud de fin de semana de locales y turistas llenaban los bares y cafés, derramándose sobre la acera.
—Todo muy bien —observó Bill—. Pero tendrás que drenar la botella eventualmente.
—Créeme. Estoy esperando por eso. —Frunció el ceño—. ¿Qué es lo que pasa con esta gente? No pueden estar todos locos, agarrando sus cabezas y hablando con ellos mismos.
Bill siguió su mirada hacia el portero fuera del bar, las dos charlatanas mujeres en el
otro lado de la calle, que parecían estar compitiendo la una con la otra por la mayoría de palabras en un segundo, y empezaron a reír.
—Están hablando por teléfonos móviles, dispositivos de comunicación. Todo el mundo los tiene ahora.
—¿Lo haces tú?
Bill cogió el suyo desde su bolsillo.
—¿Con quién hablas? —preguntó Tom curiosamente—. ¿Llamas a otros vampiros para charlar?
Bill enrojeció.
—Difícilmente. La mayoría de servicios como compañías de taxis o lavandería, y el hombre de extraña confianza para preparar mi regreso. Uno se aburre con las alcantarillas, los sótanos y las criptas.
—Indudablemente —Tom estuvo de acuerdo—. ¿Qué pasa aquí?
Había parado fuera de un hotel, donde los golpes de implacable música golpeaban a través de la acera.
—Tiene un club nocturno los fines de semana. Baile. Música alta. Vino. Mujeres.
—Tengo mucho que aprender —observó Tom, volviendo sus pies hacia la puerta—.
Quizá aquí habrá una escalera mecánica.
* * *
En la luz del día, el decadente apoyo del escepticismo de Elizabeth revivió. No sabía cómo o por qué tal truco había sido preparado en ella, pero lo que ella sabía era que los vampiros no existían. Por lo tanto, ignoraría el lado bizarro de los cazadores de vampiros y preguntaría para ver sus documentos de Tom. Había dispuesto a encontrarse con ellos en un café, porque parecía impersonal y en un lugar público
los pararía de hablar sobre vampiros como de otros mitos.
Pero después de una noche de poco dormir, estaba temprano, y en lugar de esperar media hora en el café, caminó a través del centro del pueblo contemplando la iglesia del siglo catorce. Había sufrido un extraño incendio recientemente, pero el daño había sido mínimo.
A Elizabeth le gustaban las iglesias. No era una persona profundamente religiosa, sin embargo apreciaba su hermosura y la paz que a menudo las llenaba. La puerta estaba abierta así que caminó dentro. Vagamente sorprendida de encontrarla vacía de otros caminantes o turistas, camino a lo largo de ella, mirando sobre ella a las vidrieras y a las tallas de piedra, antes de sentarse en un banco para absorber la atmósfera.
¿Atmósfera? Eso es lo que la había metido en un lío en primer lugar, aunque una parte de ella negaba fuertemente estar en ningún lío. Sólo estaba investigando.
“Qué inesperado placer”.
La voz la hizo saltar, miró salvajemente a su alrededor. Peor, parecía sumir su corazón entre sus muslos dónde seguía golpeando y palpitando, por la voz, profunda y sombría a pesar de su nota de burla, era sin lugar a dudas el de la pasada noche.
—Tom.
Enfadada consigo misma por tan estúpida reacción, espetó:
—No puedo decir lo mismo. ¿Dónde estás?
No contestó.
Negándose a saltar sobre la búsqueda de él, se sentó de vuelta en el banco de madera.
—Ya veo. Escondiéndote otra vez. ¿Dónde esta vez? ¿Algo un poco más mundano que un sarcófago, quizás?
“Por qué, no. Estoy empezando a pensar que no es mundano del todo. Estoy en tu cabeza.”
Se congeló, paralizada, incapaz de pensar o moverse. Sabía que era verdad, incluso antes de que lo dijese, no sólo porque ella no podía verlo, sino porque ella podía sentirlo. Su alta y poderosa voz parecía llenar su mente desde dentro. No hubo eco mientras que debería haber en la vacía iglesia. El pánico aumentó, amenazándola con consumirla ya que incluso la noche anterior el miedo no lo había hecho.
“Relájate” se burló. “Sólo estoy hablándote. No violando tu mente.”
“¿Cómo sé eso?” preguntó llena de pánico. “¿Y cómo sabes qué es lo que más temo?”
“Oí que volviste a Sighesciu. ¿Estabas buscándome?”
—Por Bill —susurró—. Y por pruebas de tu muerte.
“Pasado. ¿No tenías miedo de volver?”
—No. ¿Estás acechándome?
“Sí.”
“Oh mierda. Oh Jesús, oh mierda…”
La enloquecedoramente calmada voz continuó: “Estoy muy interesado en leer tu tesis
cuando esté completa. Quizá pueda ayudarte con ella.”
—¿Por el precio de una bebida? —replicó antes de que pudiese ayudarse a si misma, y su inesperada cálida risa frotó su mente.
“¿Es eso una oferta?” él se burló.
—No. —Con alivio, se dio cuenta de que estaba segura, que estaba a la luz del día, cuando él no podría salir. “Dios mío, estoy empezando a creerte. Y sin embargo, ¿qué más hay que hacer ahora? ¿Cómo puedo culpar esto de ser un engaño?”
Dónde fuese que estaba, físicamente, estaba lejos de allí. Sino… Su corazón se sacudió.
—¿Estás en la iglesia?
“¿Qué, un impío no muerto como yo?”
Ella tragó fuertemente.
—¿Realmente lo eres?
“¿Soy realmente qué?”
—Impío. No muerto. Tom.
“¿Y si lo soy?”
—¿Cuándo y cómo moriste? ¿Quién te mató? ¿Por qué?
De nuevo, su risa hizo eco alrededor de su cabeza y, peligrosamente, se sintió atraída hacia él. “Estás aún investigando para tu tesis. Muy bien, ¿qué quieres decir mi primera muerte o mi estacada?”
Tragó. —¿Tú… estacado?
“Una alianza con vampiros hostiles y codiciosos humanos me mató en el año 1697, en Sighesciu. Por medio de la traición. ¿Por qué? Yo los traicioné a ellos. Lo cual entiendo encaja en tu teoría. Sin embargo, desafortunadamente para ti, ya era un vampiro, y en lugar de utilizar eso como excusa, cubrieron el incidente lo mejor que sus pobres habilidades les permitieron.”
—Has estado hablando con Bill —susurró, ¿Dónde más habrías aprendido sobre tu tesis, o tu trabajo?
“Alguien tiene que hacerlo. El pobre compañero se siente solo.”
Miro hacia arriba a lo alto, al techo gótico, preguntándose cómo era posible que estuviese sentada en ese sagrado lugar y hablando tan calmadamente con una mística criatura de la oscuridad.
—¿También es un vampiro?
“Por supuesto.”
—Pero lo vi en el sol.
“En la sombra, quizás.”
Pero si era todo lo que se dijo, ¿estaba ella realmente tan segura de él? Se apresuró en
volver a la conversación.
—Me envió a ti. Me puso en tu camino.
“Para cenar y diversiones” se burló la voz dentro de su cabeza, y a pesar de todo, su cuerpo se calentó.
Se horrorizó, se puso de pie tan abruptamente que se sorprendió a sí misma.
—Pero hoy no —dijo con un triunfo feroz—. Nunca.
Y eso es cuando lo vio directamente enfrente de ella, estando de pie alto y erecto en la
sombra del pasillo lateral. Su respiración se desvaneció.
Llevaba lisos pantalones oscuros y una igualmente lisa camiseta blanca, abierta en la
garganta para revelar la fuerte y pálida columna de su cuello. Su largo oscuro pelo se movió en una ráfaga de aire desde la puerta. En la noche, incluso en la oscura luz de la iglesia, estaba impresionante.
Incluso ante la simplicidad de su ropa parecían ambas elegantes y caras. Sus llenos y sensuales labios tiraban de la forma que ella recordaba, y vislumbró esos blancos y malvados dientes que habían arrancado su carne. Quería lanzarse a sí misma encima de ellos; quería ahogarse en esos brillantes ojos oscuros, en las profundidades de su boca.
En su lugar, se aclaró la garganta:
—¿Qué quieres? ¿Cuál es el punto?
—¿De la existencia? —Habló normalmente ahora, dejando su cabeza extrañamente vacía—.
Es un fin en sí misma. ¿Qué más hay?
—¡Una existencia sin sangre!
—Aburrido.
—Yo no quería despertarte. —Salió corriendo.
—Lo sé.
—Entonces déjame ir.
—No te estoy manteniendo. —Como si lo probase, levantó sus brazos a la altura de la cintura y los dejó caer en su sitio. Pero perversamente, dado permiso, ella se negó a cogerlo.
—Te dije que no haré nada para traer de vuelta el poder que una vez tuviste.
—¿Quién podía haberte dicho tal cosa? —Se maravilló.
—Los cazadores de vampiros.
Sonrió, una extraña, llena sonrisa que disparó peligrosamente fuego directo a su centro.
—Dales mis bendiciones —dijo afectuosamente—. ¿Están aún sobre nosotros? Diles que les mando saludos.
No parecía asustado. Él ni siquiera parecía interesado. Parecía más absorto en sostener un mechón de su pelo y dejar que se escapase a través de sus dedos. Ella quería dar un paso atrás de su alcance, pero algo, o su magnetismo o su tonto orgulloso, la mantenía en su lugar todavía.
—¿Qué más dijeron?
—Que los otros vampiros te matarán. Y a mí, porque yo te desperté.
Sus labios se arquearon.
—Entonces mejor ven conmigo para que yo te pueda proteger.
—Pero tú me mataras también.
—Pobre Elizabeth —dijo sin lastima notable—. Es fácil. Yo no quiero matarte aún. Me intrigas demasiado.
—¿Cómo? —demandó con tal desprecio que dejo caer el mechón y se reunió con su mirada.
—Como esto. —Sin aviso, cogió su barbilla entre sus largos y pálidos dedos e inclinó hacia arriba su cabeza. Mientras ella jadeaba, sus dedos se extendieron hacia abajo alrededor de su garganta en un agarre firme, ni amenaza ni caricias y sin embargo podría tener algo de ambos—. Un día, te tendrás que decidir. ¿Amigo o enemigo?
—Enemigo —escupió.
—No estaba hablando contigo. —Su cara se abalanzó sobre ella, su boca estaba deteniendo un mechón de pelo en sus labios. No había respiración, nada para agitar o calentar su piel, y aún así ella sintió algo potente y peligroso, atrayéndola cada vez más cerca—. Cuando venga la próxima vez a ti, hablaremos. Y más. Espero que estés esperando.
La liberó y paseó alrededor de ella. Sin mirar atrás. Caminó por el pasillo.
Los ojos de Elizabeth estaban clavados en sus caderas mientras se movía. Cuando él
desapareció a través de la puerta por la parte frontal de la iglesia, se arrastró en una agitada respiración y salió después de él, por pura curiosidad para ver donde podría ir. Pero sin aviso, la gran puerta exterior crujió más abierta, y dos mujeres charlatanas entraron. ¿Las había oído a ellas, sintiéndolas antes de que ella lo hubiese hecho? ¿Le importaba que ellas lo viesen?
Cogida en un momento de indecisión, Elizabeth se encontró a sí misma sintiéndose culpable, aunque por que ella no tenía ni idea. Cuando las dos mujeres la saludaron con educación, murmuró una réplica y dejó la iglesia por el camino por él que había entrado.
Fuera en la brillante luz del sol, no había signo de él. Pero entonces, él no había estado hay.
* * *
Los tres cazadores de vampiros la estaban esperando en el café, mirando ansiosamente a la misma copia de periódico. Ni siquiera pensó en ellos entre comillas ahora.
Mientras Elizabeth se sentaba en la silla vacía, ellos le lanzaron distraídas sonrisas.
—Mira. —Konrad empujó el papel hacia ella y señaló un trozo al pie de la portada.
Elizabeth escaneó la historia sobre una familia entera que se había quemado hasta la muerte en una granja a sólo cinco millas fuera de Bristila.
—Esto es horrible. Incluso los niños…que trágico.
—Es peor que trágico. Es Tom.
Su estómago se retorció. Se sintió enferma.
—¿Me estás diciendo que él hizo esto?
—No del todo. Prendió fuego al edificio, pero todos estaban muertos para ese momento.
—¿Él mató a toda esa gente? —El hombre−criatura quién había justo hablado con ella, interrogado. La sangre golpeó en sus oídos, amenazándola con privarla de conciencia. Ella luchó, intentando escuchar mientras Konrad hablaba, casi sin renuencia.
—Sólo uno de ellos, entiendo. Una mujer. Zoltán y los otros vampiros acababan de matar a todos los demás.
—No dice nada sobre eso aquí —dije estúpidamente.
—Bien, no lo hace, ¿debería? —dijo István—. No queda mucho de sus carbonizados
cuerpos que pudiese demostrar que su sangre había sido drenada. Pero nosotros tenemos un informante que estaba allí.
Elizabeth miró.
—¿Un informante? ¿Dónde infiernos estaba él? ¿Mirando por la ventana?
—Dentro —dijo Konrad—. Es un vampiro. Pero no una mala criatura. En realidad, nos ayudó en muchas ocasiones, y gracias a él, sabemos exactamente lo que Tom está haciendo.
—¿Qué? —Se hinchó, amenazando con aplastarse a sí misma.
—No estará contento con el dominio sobre el mundo vampírico. Quiere gobernar a los humanos también, y espera que Zoltán le ayude a lograr esto.
—Es una locura —dijo Elizabeth, y cuando ellos la miraron atónitamente, añadió—. Bien, ¡vamos! ¡Todos los villanos de los escenarios y de la pantalla de los últimos 100 años han querido conquistar el mundo! Ninguno lo manejó nunca.
—Esto es real —Konrad la regañó.
—¿Sí? Hitler era real, y él no pudo manejarlo tampoco.
—¿Estás defendiendo a Tom? —Mihaela preguntó, curiosa. Y para vergüenza de
Elizabeth, un rubor se extendió hacia arriba desde sus dedos de los pies, corriendo por su cuello hasta su cara.
—No —murmuró—. Sólo estoy teniendo un momento difícil creyendo algo de esto.
ayyy por dios que cosas con tom pero me encanta sube pronto
ResponderEliminar