8 ene 2012

BOS: Capitulo 6


Capítulo 6
No puedes quedarte aquí por tu cuenta —dijo Konrad con firmeza. Todos ellos
estaban reunidos en la habitación del hotel de Elizabeth. Mihaela estaba sentada en la cama, bebiendo
una botella de agua. Entre sorbos, Elizabeth frotó crema de árnica en
el morado del cuello—. No, ya que fallamos en matar a Tom. Demonios, ¡Ni siquiera lo atrajimos!
—Tal vez supo quienes eran —sugirió Elizabeth, lanzando el árnica en su maleta de mano y hundiéndose en la cama al lado de Mihaela
para mirar a Konrad paseándose por el cuarto como un tigre enjaulado.
—¿Cómo? —le espetó de vuelta—. Ha sido despertado hace tres días precisamente. El sabe de nuestra existencia, pero no quienes somos.
¡Seguramente!
—Yo nunca esperé que Zoltán se echara para atrás tan rápidamente tampoco —dijo
István—, pero al menos ahora él sabe que ella esta doblemente protegida—por Tom y
por nosotros—y debería permanecer lejos. Los otros vampiros no se arriesgarán a atacarla, ¿o no?
Konrad dejó de pasearse para poner su mano en su corto cabello rubio.
—No lo sé. Por sus acciones de esta noche, Zoltán solo podría haber hecho de ella un juego imparcial de nuevo.
—¿Eso terminará la alianza entre él y Tom? —preguntó Elizabeth.
—Tampoco se eso. Supongo que eso depende de cuánto necesite Tom de él. Lo que sé
es que tú no estas a salvo como esperaría que estuvieras ahora mismo.
—Estoy perfectamente a salvo —alegó Elizabeth, aunque sus manos aun temblaban—.
Ninguno de ellos sabe dónde estoy. Tú mismo revisaste por vampiros siguiéndonos.
—Bueno… —su preocupada mirada se deslizó entre las dos mujeres—. ¿Qué tal si Mihaela se queda aquí contigo? Sólo para estar en el lado seguro.
—No seas ridículo —objetó Elizabeth—. Mihaela necesita descanso—¡Y un doctor!
—Estoy bien —graznó Mihaela.
—¿Ves? —Elizabeth ondeó una mano indignada.
La mirada de Konrad rodeó a Mihaela y a István.
—¿Qué piensas? —preguntó. Y sus dudas, el hecho de que él difiriera a sus colegas,
impresionó a Elizabeth más que de lo que lo había hecho sus ordenes previas.
Eso mostró que estaba conmocionado por el incidente de Zoltán, el cual no
había advertido del todo y el cual claramente había afectado su habitual auto confianza.
Una nueva punzada de inquietud subió en espiral por la columna de Elizabeth,
pero ella lo ignoró, porque más que todo, quería, necesitaba estar por su cuenta.
Aunque eso podría haber sido ridículo, este cuarto se sentía como su remanso de paz y sanidad en
un mundo ido en una loca pesadilla. Y los cazadores, por mucho que estaba empezando a gustarles y
admirarlos, eran definitivamente parte de la locura. Necesitaba que ellos se fueran de aquí István
empezó a decir:
—Quizás…
—En realidad —interrumpió Elizabeth—, eso no depende de ellos o de ti, Konrad. Aprecio. ¡De verdad! tú preocupación,
pero me estoy quedando aquí. Por mí misma —Todos ellos se voltearon a mirarla con consternada sorpresa—. Oh por favor, tan solo dense prisa y váyanse…
—Qué tal —susurró Mihaela—, ¿si dejamos uno de los detectores aquí? Tendría tiempo de salir de la habitación y telefonearnos.
Ella tomó algo de su bolso y lo puso al lado de la mesa—una pequeña pieza cuadrada de plástico, quizás de tres pulgadas de ancho, con una pequeña
pantalla rectangular y un LED, ninguna luz.
Konrad frunció el ceño.
—No podemos dejar equipamiento atrás.
—Normalmente no —agregó Mihaela, tocando su doloroso cuello—, pero creo que tenemos una situación especial. Necesitamos mantener a Elizabeth segura.
—¡Eso es el por qué ella debería venir con nosotros! —Konrad estaba empezando a verse más nervioso que frustrado.
—Yo no voy —declaró Elizabeth—. Sin embargo, mantendría felizmente tu dispositivo bajo mi almohada y lo regresaría a salvo en
la mañana. Vamos, chicos, todos necesitamos algo de sueño.
Konrad contuvo la respiración. Mihaela se puso de pie, como si el asunto estuviera resuelto, y él dio
un decisivo asentimiento final.
—Muy bien. Mira, Elizabeth. Enciéndelo aquí y déjalo prendido toda la noche.
Tiene suficiente carga para durar más allá del amanecer. La luz se enciende si hay alguna anomalía—vampírica—en la cercanía. La pantalla mostrará una distancia aproximada y una dirección.
Todo el aparato también vibra cuando la luz se va, así que por supuesto colócalo debajo de tu
almohada.
—Entiendo —dijo Elizabeth, guiándolos hacia la puerta. Se sentía más como si los estuviera ahuyentando y
sabía que debía sentirse culpable por eso. Probablemente lo haría en la mañana, pero ahora mismo,
cuando ella les cerró la puerta, solamente estaba consciente de un masivo alivio.
Parecía que su habitual soledad, la cual a veces la deprimía, se había convertido en una
necesidad para ella. Pronto, no sería capaz de formar alguna clase de relación con nadie, ni menos en
la misma casa, durante toda una vida de amor y respeto. A la cual ella se había dado por vencida de
cualquier manera después de su anteriormente desastrosas, y en las últimas, humillantes experiencias
románticas.
Con una amarga sonrisa, Elizabeth fue al diminuto baño y abrió la ducha. }Era una buena manera de vaciar su mente, pensar solamente en la cálida y confortable agua
corriendo por su piel y en sus ojos y boca. Al principio no reconoció lo que era la sensual
experiencia de una ducha, disfrutando el suave golpeteó del agua en su nuca y hombros y
endurecidos pezones. Cuando ella se enjabonó, sus manos se mantuvieron allí por su propia
voluntad antes de descender por su estómago hacia la suave y sensitiva carne entre sus piernas.
Espontáneamente, recordó las seductoras caricias de Tom y la traicionera, perversa
respuesta de su cuerpo. Y esas respuestas empezaban a repetirse por sí mismas. Sus
miembros se sentían lánguidos y sensuales; sus caderas se movieron bajo el chorro de agua
cuando el acalorado cosquilleo se extendió hacia abajo por su estómago y subió por en medio
de sus muslos para fusionarse en su centro.

Ella levantó sus brazos, permitiendo que el agua corriera por sus axilas y bajando por sus pechos,
lavando el jabón y dejando su piel limpia y reluciente y casi insoportablemente sensible.
Medio avergonzada, ella gritaba silenciosamente por el toque de un hombre, las caricias de un
hombre que se sintiera como las de él, que la hiciera sentirse…

—¡Oh, detente! —susurró ferozmente a sí misma.

Cerró la ducha y se puso de pie. Agarrando una toalla y su cepillo de dientes, se cepilló
con innecesaria fuerza, esperando a que el rutinario hacer espuma y escupir, calmaría el
inoportuno anhelo de su cuerpo.

Ella había renunciado hace tiempo a los sueños de la felicidad de un hogar a favor de una carrera
académica, y como ella bien sabía, esa carrera era mucho más exitosa a la fecha que sus humillantes
pocos intentos de relaciones sentimentales.
Con un grado con honores de excelencia, dos años de desafiantes pero aclamadas investigaciones
en supersticiones de vampiros eso le había ganado un trabajo como docente en la universidad este
año, y los comienzos de fuertes tesis que deberían traerle una doctorado el próximo año,
ella tenía razones para estar orgullosa. Incluso Richard estaba orgulloso de ella, aunque una o
dos veces habría sacrificado la intelectual admiración en sus ojos por el ávido brillo que alcanzó a
ver en ellos cuando descansaban en una virgen estudiante o la glamorosa artista que dictaba historia
a quien actualmente estaba viendo alrededor del pueblo con él.

No obstante, en sus más honestos momentos, ella reconoció que ese enredo romántico con
Richard fue pura fantasía. De hecho, sospechaba que ella usaba su atracción hacia él como un escudo.
Si se decía eso, incluso si solamente se lo decía en su propia mente, entonces no podría ser aturdida o
seducida por otros hombres-hombres quienes podrían en realidad meterse a través de sus espinas
y herirla.

Todo eso parecía más bien patético ahora. A fuera de su habitación estaba un mundo que ella
nunca había imaginado, un mundo donde la mayoría de la gente era completamente ignorante de
eso. Y, por una vez en su vida, tuvo una oportunidad de hacer una contribución real.
La verdad es que, en primer lugar, le había hecho al mundo un perjuicio por despertar a Tom,
pero no podría hacerlo todo bien.

No sabía por qué él no había venido por ella esta noche. Pero supo que solo era cuestión de tiempo.
Por alguna razón, él se estaba divirtiendo así mismo con ella, jugando con ella, un poquito como
Richard ocasionalmente tomándola del pelo; pero de alguna manera supo lo que entregaría Tom
y en vez de romance, seria muerte.

Muerte. Y más allá de eso, el caos que causaría en el mundo.
Andando por la habitación, secando en el aire húmedo, agarró su gastada camiseta de
debajo de la almohada y la dejó extendida. Le hizo mala cara, luego la tiró en el piso.
De alguna manera, el acto pareció simbólico. Desnuda, se subió a la cama.
Cuando alcanzó el interruptor de la lámpara, su mirada atrapó el detector de Mihaela,
situado de forma aburrida en la mesa. Le guiñó un ojo, lo metió debajo de la almohada y apagó la luz.
Aunque había aceptado el detector solamente para liberarse de los cazadores, lo apreció ahora
por agregarlo a su sensación de seguridad en su habitación, su refugio, donde había finalmente
madurado y reconocido sus responsabilidades.

* * *

Se despertó en la oscuridad, su corazón latiendo, su cuerpo hormigueando como si se
despertara de algún sueño erótico. Sus manos se posaron en una tela más dura que sus
sabanas, y por debajo de las sabanas estaba algo duro y blando—como carne humana.
Parecía como si estuviera durmiendo aún. Experimentalmente, movió nerviosamente sus dedos
y la carne, lo que sea que fuera, se movió bajo su mano en instantánea respuesta—una oleada lenta y sensual como la reacción de un hombre a una caricia femenina. Seria un buen sueño de continuar… solamente…

Solamente que no se sintió como un sueño-al menos, ya que el día entero previamente lo había hecho.
Dejando su mano donde estaba, en caso de que la carne escapara,
contuvo el aliento para gritar y alcanzó el interruptor de la lámpara con su mano libre.

La bombilla ahorradora de energía parpadeó en un tenue brillo,
resplandeciendo ligeramente frente a sus ojos.

Tom se sentó en su cama, el detector de Mihaela sostenido en medio de sus largos
elegantes dedos.

¡Oh, rayos!, estoy muerta.

Ni siquiera se molestó en gritar. No pensó que pudiese en su actual estado.
Volteó a mirar directo a ella, ni siquiera pestañeando en la brillante luz.
El miedo aumentó y se atragantó.

—Buenas noches —dijo, como si se hubieran conocido en una velada pública. Su mirada se desplazó
de nuevo hacia el detector—. ¿Qué es esto?
Paralizada, aún mintiendo torpemente, se apoyó en su codo con la cabeza contra su hombro,
Elizabeth siguió su atención. El aparato estaba en la palma de su mano, el LED ni siquiera parpadeaba.
Parecía estar vibrando, pero tan ligeramente que tan solo daba ocasionales movimientos.
La pantalla estaba tan muerta como había estado alguna vez. Pedazo de mierda.

Gracias a Dios no se confió de ello.

La histeria aumentó de ningún lado. No, ella si se había confiado ciega, estúpida, falsa
ignorante, y ahora el hijo de puta estaba en realidad sentado en su cama, jugando
con el arma secreta de los cazadores, la cual había sacado de debajo de su almohada.
Uno era como mucho usado como el otro.

—Es un detector de vampiros —dijo desafiantemente, esperando ahuyentarlo con la
potencial llegada de los cazadoras—antes de que recordara que todo lo que lo había
mantenido viva la otra noche había sido su incredulidad en él—. O esa es la tontería que me dijeron.
—No sirve —observó.
—Eso debe ser porque tú no eres un vampiro.
Le lanzó una rápida, burlona mirada, y su creciente esperanza murió.
—Bien, uno de nosotros está molestándolo. Interesante aparato —lo deslizó en el bolsillo de su camisa.
—¡Eso es mío! —exclamó.
—No, no lo es. Lo devolveré a los cazadores cuando nos encontremos.
Solamente quiero ver como funciona.
—Entonces hazlo. —La histeria estaba regresando, tomando un respiro hasta que se lo
tragó.
—¿Cómo entraste aquí? ¿Qué quieres?
—Entré por la ventana.
—¡Está bloqueada!
Sus ojos destellaron.
—Dame algo de crédito.
—Además, no te invité —agregó desesperadamente.
—Has estado leyendo Bram Stoker —reprendió.
—Entonces tú también lo has estado leyendo.
Sonrió a eso, no la rápida y fugaz sonrisa a medias que la había intrigado tanto en
su primer encuentro, sino una apropiada, irresistible sonrisa de verdadera diversión.
—Por supuesto. No estoy seguro si mi amigo Vlad estaría impresionado
por estos recientes ataques sobre su reputación. Aunque podrían entretenerlo.
—¿Vlad el empalador era tu amigo? —No quiso decirlo. Las palabras solo salieron con su involuntario entusiasmo.
—Por un tiempo.
Una corriente de preguntas se alzaron, junto con la comprensión de que Tom era el
sueño de un historiador. Sus brillantes ojos lo admitían, forzándola a mantener sus labios en silencio.
Que desperdicio. Lo que podría aprender de él…
¡No es un sangriento profesor! ¡Él es un vampiro!
—¿Qué quieres? —chasqueó ella por segunda vez, registrando con una vaga sorpresa que su miedo
se había perdido en frustración académica.
—Tú sangre, por supuesto.
Está bien, así que el miedo no se había ido. Había tomado un breve --muy breve- paso hacia atrás.
—Vete al infierno —dijo ella con voz temblorosa.
—No quisiste decir eso —se burlo él.
—Sí, sangrientamente que sí.
—Entonces no sujetes mi muslo tan fuerte.

Perpleja, dirigió la mirada hacia su mano derecha, que aún descansaba en su muslo vestido
de lino negro, sus dedos estaban hincados en su carne. Movió su muslo sugestivamente, y
con un jadeó, arrancó su mano lejos.
—Estoy conmovido por tu bienvenida —dijo él.
—Estaba dormida —devolvió ella con la dignidad que pudo reunir.
—Debes tener sueños agradables.

Dirigió una rápida mirad hacia él, insegura. Fue un error, por que capturó su mirada y la
sostuvo con una aterradora facilidad. Comenzó a ahogarse en las profundidades de sus ojos
ambarinos y apretó los puños sobre las sábanas como si agarrándolas sostuviera los últimos
vestigios de sentido.

Él dijo:
—Estás sola —Y extrañamente, no sonó como una burla, a lo que podría no darle importancia.
Sonó…sorprendido.
—Ya me gustaría —dijo amargada—. Últimamente, no puedo mover a las personas de esta habitación.
—Estas lejos de casa, sola en un extraño país… ¿tienes esposo, Elizabeth?
Su nombre en sus labios, en su profunda, conmovedora voz, envió un inesperado
escalofrío por su espina dorsal.
—No.
—¿Un amante que sufra por ti?
—¡No! Y es una suerte ya que pretendes matarme.

Por un lado aún estaba asombrada por esta bizarra conversación. Pero en mayor
parte se maravillaba con su hermoso, inescrutable rostro con rabia y, esperado odio.
—Esa es una forma de verlo —admitió él—. Una muy desinteresada.
Su mano se levantó, y un largo, afilado dedo tocó su hombro-su hombro desnudo.
Oh Jesucristo, se fue a dormir desnuda. ¿Qué en nombre de Dios la había poseído?
¿Y por qué demonios debía importarle? Estaría muerta en un minuto.
Su dedo trazó una línea de fuego del largo de su clavícula hacia su interior, calentando
todo su cuerpo y traicionando su resistencia. Puedo recostarme aquí y ser manoseada y asesinada.
O puedo mover mi perverso trasero y salir de aquí.

Con un jadeó de ultraje, estampó la mano de él hacia un lado y se abalanzó hacia el otro lado
de la cama.

No pudo hacerlo. Ni siquiera estuvo cerca, como si nunca se hubiera movido,
su mano presionó su espalda hacia las almohadas y no pudo moverse.
Se sentía como si se hubiese quedado sin aire. Su mano sobre su corazón era tan inflexible
como el acero.

Dirigió una patada viciosa hacia él, pero su pierna se enredó en la sábana y su golpe perdió
toda la fuerza. Podía balancear su puño, pero con desesperanza, sabía que nunca lo alcanzaría.
Se movía demasiado rápido, así que se conformó con darle una mirada fulminante, estaba
asustada de parecer más desafiante que furiosa.

Pero su patético intento de escape no pareció enojarlo. Se preguntó si siquiera lo había
notado. Su mano en su pecho relajó su fuerza. Estiró sus dedos a través de su piel, hasta que dos de ellos subieron hasta la parte superior de sus desnudos, pechos. En esta nueva posición ocasionada por su vana embestida, estaba medio sentada y terriblemente asustada de que la sábana se hubiera deslizado traicionando toda modestia, especialmente desde que la mirada de él aparentaba estar en su mano, como si admirara el efecto de su piel sobre la de ella.
Su corazón tronó. Él también lo notó, latiendo en su palma.
—Suave —murmuró él—. Y sonrosada con calor, sangre dulce… Tan-sacrificial.
—En tus sueños —jadeó ella.
—Exactamente. Pensé que era un sueño cuando te inclinaste
por primera vez sobre mí, tan hermosa y asombrada, con esa fuerte, excitante sangre que
tan complacientemente derramaste directo a mis labios.

Ella miró hacia él, anonadada.
—¿Viste eso? ¿Estabas despierto entonces?
—Oh sí. Siempre estuve despierto en ese sentido.
Podía verte. Podía escucharte hablando contigo misma
“¿Quién podría sangrar hasta la muerte por la espina de una rosa?”
Podía incluso sentir tus delicados, curiosos dedos sobre todo mi cuerpo.
Simplemente no podía moverme. No hasta que pasaste la sangre por dentro de mis labios-que, por cierto, fue una experiencia tan sensual que casi podría estar dispuesto
a morir de nuevo para repetirlo. —

Su voz disminuyó hasta ese tono ronco que ella recordaba, la había paralizado y excitado a la vez—. Tú sangre y mis labios… una tentadora combinación. —Escuchó a su propia respiración atascarse y acelerarse; no sabía como ocultarlo.
Su mano, deslizándose más abajo, era todo lo que podía sentir.
—No desde mi posición —escupió ella. Por lo menos quería escupir.
Estaba asustada de haber chillado. En sus peculiares labios, una sonrisa nació
y murió mientras se inclinaba más cerca, inhalando sobre ella. Su mano libre se alzó
y tocó su garganta, cuidadosamente, justo sobre la antigua herida que él había creado y sanado.
Incapaz de resistir la sensibilidad, ella agarró su muñeca, pero ningún tirón haría diferencia.

—Una comida para ser saboreada —murmuró él—. Servida caliente o fría. Y sin embargo —su cabeza se inclinó más cerca de su garganta, su voz suavizándose hasta que fue casi inaudible—. Y sin embargo lamentaré el final.
¿A qué demonios se refería con eso? ¿Él no quería matarla?
¿Podía haber alguna forma de librarse de esto? En un instante, sintió de nuevo esos suaves
labios sobre su piel, el pinchazo de sus dientes, y el largo, estático tirón en su sangre.
Su cuerpo se prendió en llamas, tan ansioso de sentir placer como de evitar la inminente muerte.
Sintió el peso de su cuerpo presionando contra su pecho. Un charco de humedad sexual salió de
entre sus piernas y bajó empapando las sábanas, derramando calor debajo de ella.

Estaba segura de que sus labios cepillaron los pequeños bellos de sus lóbulos, y los de su cuello.
Ella se sacudió contra su muñeca, pero el solamente deslizó su mano alrededor de su nuca,
sosteniéndola más firmemente.

Cualquiera fueran sus lamentos, claramente no eran suficientes para detenerlo.
No podía pelear con el físicamente. Su fuerza siempre había sido su mente, y trató de encontrar
cualquier cosa que pudiera detenerlo o incluso que fuera más lento.

—¡Zoltán! —jadeó—. Tienes asuntos más urgentes que esto. ¡Zoltán te traicionó! ¡Me atacó!
Los cazadores de vampiro no lo aprobarían. Él iría y mataría a Zoltán, que era justo lo que ellos
no querían. Pero justo ahora palidecía en la insignificancia al lado de la
necesidad de salvar su propia vida.

En cualquier caso, tuvo efecto. Tom estaba muy quieto, y por un momento,
se preguntó si conseguiría un momento para respirar por fin. Entonces sus labios se cerraron
sobre su garganta, cuidadosamente, saboreando su piel. Estaba segura de que incluso había
chasqueado su vena con su lengua, dándole golpecitos como una enfermera antes de
insertar una aguja.

Tembló, por ambos anhelo y miedo e incapaz de distinguir uno del otro. Tom relajó
la presión de su cuerpo sobre el de ella, y la mano sobre su pecho se deslizó más abajo
entre ellos cerrándose sobre su pecho desnudo. Ella dejó escapar un pequeño,
inarticulado sonido que estaba entre un suspiro y un sollozo.

Tom levantó su cabeza. Sus ojos ambar ardieron en los de ella.
—Lo sé —dijo, y dejó caer la mirada en su boca, y en sus pechos. Su palma se movió,
deslizándose sobre la cima de su adolorido pezón.
—¿Que cosa? —demandó ella con desesperación, habiendo perdido el hilo.
—Que Zoltán te atacó. No tiene sutileza.
—Estabas ahí —espetó—. Tú eras la otra sombra… —Y ella juró haberlo sorprendido con su original revelación.
—¿La otra sombra? No estoy seguro de ser así. Eso ofende mi sentido de superioridad.
Un resoplido de risa se le escapó a ella, sin ser invitado, como si fuera terrible.
—¿Eres real?
—Oh sí —Su mano liberó su pecho para bajar más la sábana—. ¿No me siento real? —sus dedos tocaron sus labios, partiendo de ellos, barriendo su camino hacia abajo
continuando sobre su barbilla y garganta y bajando entre sus pechos hacia su ombligo.

Se movió bajo su caricia, adolorida bajo su mano porque no podía evitarlo.
Se sentía como un instrumento musical, tocado por sus cuidadosos, y talentosos dedos.
—Comencé esta comida la noche que me despertaste —susurró—. Y la terminaré-
completamente.
Tragó, tratando de no retorcerse bajo su mirada devoradora. Jesús, nadie
la había mirado de esa forma antes, con ávida, urgente pasión; pero entonces, nadie la
había considerado como comida tampoco. Su dedo daba vueltas en su ombligo, dentro y fuera.

Ella jadeó.

—¿A qué te refieres con, completamente? —¿Había una opción? ¿Podía convencerlo de que la dejara viva?
Una casi sonrisa se dibujó y murió en sus labios.
—Sexo —dijo de improvisto.
Ella pestañeó, y la mirada de él subió hacia su rostro, burlón, aun quemando en su intensidad—. Así es como lo llaman en estos días, ¿no es cierto? Cuando estás siendo amable. —Puso su mano completamente plana sobre su estómago, luego barrió hacia un lado y
hacia abajo por su muslo—. Déjame decirlo en mis propios términos familiares. Esta noche, te daré placer.
Tomaré cada delicia que tu dulce carne pueda darme. Y justo antes del amanecer,
terminaré la comida.

¿Podía negociar por uno sin lo otro? Calentándola con sus palabras, ella lo quería todo.
Recordó el increíble gozo de su mortal boca sobre su garganta, era demasiado conciente
de su impotente reacción hacia su toque justo ahora.

Él puede darme un orgasmo solo con mirarme… Oh mierda, ¿qué pasa conmigo?
—Bueno, eso es nuevo —se las arregló para decir, con la burla que pudo reunir, forzándose a estar quieta bajo sus ociosas,
y cuidadosas manos—. Diversión y cena en lugar de lo otro.

Sus labios se curvaron.
—Los ofrecí a ambos juntos, como recuerdo.
Creo que aún puedo manejarlo. Después.Ella se retorció, y él sonrió, complacido y depredador.
Luchando consigo misma por lo menos tanto como pudiera, trató de retrasarlo más.
—¿Por qué simplemente no lo haces, entonces? ¿Cuál es el punto de jugar al gato y al ratón?
—Diversión —replicó, como sorprendido—. Y el hecho de que difícilmente tengo la fuerza para soportar dejarte en paz sin follarte.
Su cara llameó otra vez, y la mano de él en su nuca masajeó los músculos ahí,
enviando escalofríos bajando todo el camino de su espina dorsal.
Se sentían mas como choques de deseo.

Él dijo:
—Mejor ahora —y la condujo hacia delante por la nuca hasta que su desnudo cuerpo
descansó contra él. No había tiempo para luchar, si hubiese podido forzarse a ella misma a hacerlo,
antes de que su boca se cerrara sobre la suya en el beso más sensual que haya conocido.
Sus labios dominaban, probaban, luego succionaban, mientras su lengua empujaba en una deliberada
simulación de sexo. Sintió sus dientes, esos terribles colmillos, y sin realmente querer hacerlo,
solo incapaz de resistirse, tocó uno con su lengua.

Un sonido como un gruñido escapó de él. Estaba curvada cerca de su cuerpo, sus pechos chocaban
contra su fuerte, poderoso pecho mientras la mano que no acariciaba su nuca se deslizó plana
contra su espalda desnuda y comenzó jugar entre sus vértebras, esparciendo salvajes, devastadores
tirones de lujuria entre sus piernas.

Abrió la boca de ella ampliándola con la suya, profundizando el beso. Se sentía mareada,
como si estuviera cayendo, y notó que él estaba presionando su espalda hacia las almohadas,
moviendo el resto de su cuerpo a la cama con ella.

Esto es. Él realmente va a hacerlo; tener sexo conmigo. Todo en ella saltó hacia ese objetivo,
a ese anhelo que se había convertido en una exigencia, una necesidad. En solo un instante,
sintió el peso de su fuerte, musculoso cuerpo. Mientras se quitaba sus ropas, ella sintió la desnuda
piel de él sobre la suya, su dureza presionando entre sus muslos. Este asombroso, hermoso ser quería
tener sexo con ella.

Y luego la mataría.
Su boca se abrió más bajo la de él. No sabía si fue un gemido de furia o llanto o deseo.
Pero al final la alentó a sacudirse contra él en un inútil intento de sacarlo de encima-
inútil porque se dio cuenta de que sus manos estaban aferradas a su largo cabello negro y
a sus hombros, sosteniéndolo hacia ella al mismo tiempo que trataba de empujarlo.

Y el bastardo se carcajeó dentro de su cabeza. “Relájate y disfrútalo”, dijo.
Ella tiró de su cabello fuerte, justo mientras arrastraba su boca libre.
Algo chocó y empujó la puerta de la habitación.

1 comentario:

  1. ¡por dios ! ¿Como me dejas asi sube pronto que va a pasar ansiaba leer pero hasta ahorita pude espero capitulo urgente

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