No esta genial la imagen que subio Tom en la BTK App? Me dieron ganas de ir a México a conocer ese lugar tan bonito que sitio es?

Capítulo 9
Convencer a los otros de la presencia de Tom en Budapest no resultó ser tan difícil,
no lo había visto, después de todo podían atestiguarlo por la manera en que distraídamente varios clientes se frotaron la garganta durante toda la segunda parte de la actuación.gracias al encuentro en el concierto. Aunque Elizabeth no lo vio de nuevo y Mihaela
—Podría haberlo dirigido de vuelta al pueblo —confesó Elizabeth—. Pero estoy segura que volverá.
—Tienes razón —estuvo de acuerdo Konrad—. Lajos está aquí, aparte de ti. Y la más grande concentración de vampiros, a quienes necesitará a su lado antes de que pueda alejarse. Así que el Plan A aún está en pie. La localización simplemente está alterada, lo cual lo hace un poco más difícil de encontrarlo.
—Konrad, él esta encontrándonos —expresó Mihaela—. O al menos encontrando a
Elizabeth.
¿Era cierto? ¿Había venido aquí buscándola? Ahora estaba segura que él la había visto en la audiencia; incluso podría haberla atraído por medio de algún poder sobrenatural. Pero aún no estaba convencida de que él vendría a buscarla nada más que por la experiencia musical y por sangre fresca. Ahora la diversión del juego para él era que ella lo encontrara. Y debió saber que no vendría sin los cazadores a su espalda.
—Bien, no vamos a esperar a que irrumpa en tu apartamento —dijo Konrad— ¡Empecemos a buscar!
—¿Dónde? —preguntó István.
—Clubs nocturnos —dijo Elizabeth, donde deberían haber empezado desde el principio.
—¿Qué? —Todos la miraron boquiabiertos.
—Clubs nocturnos. Ha estado congelado por trescientos años. Quiere acción y le gusta la música rock y hip hop.
Mihaela empezó a reírse.
* * *
El descubrimiento del Ángel fue un accidente provocado al segundo día de búsqueda,
debido a la oportunidad que encontraron al dar con un investigador que se quejaba de que su pequeña hermana frecuentaba peligrosos, privados e ilegales clubs nocturnos.
Aun así, provistos con una vaga dirección, casi lo pierden. Pero en el último momento, Mihaela notó la aburrida piedra del Ángel encima de la puerta.
Observándolo, Elizabeth sintió tensarse su interior. Cuanto más miraba, más exquisitas
esculturas aparecían, con líneas más definidas, expresivas y muy familiares.
—Este es —dijo positivamente—. Son como los ángeles de su cripta.
István frunció el ceño.
—No debería haber una conexión. Este lugar debe haber sido construido después de que Tom fue estacado.
—¿Un vampiro artista? —sugirió Mihaela.
—Vamos a encontrarlo. —Konrad empujó la puerta abierta y al mismo tiempo los detectores empezaron a vibrar.
—Wow. Lo han enmascarado —dijo Konrad, echando un vistazo al largo instrumento dentro de su mochila—. Pero estoy obteniendo montones de lecturas de vampiros. Dos justo en este momento.
—Recuerda, él no se muestra en las lecturas —advirtió István.
—Oh, lo recuerdo —dijo Konrad en tono grave—. Estacas listas. No maten sin que yo lo diga.Mihaela abrió la boca, como si fuera a protestar, pero la cerró de nuevo con un irritable pequeño movimiento de hombros. Eso le decía a Elizabeth que ignoraría sus órdenes si pensaba que era mejor, y no sabía si la consolaba o no.
En contraste con la desgastada escalera, los rayos del sol se filtraban a través del techo de vidrio y la

enorme ventana que ocupaba por completo una de las paredes del club. A través de ellas, Elizabeth podía ver el brillante Danubio, y más allá de eso, el piso del edificio del Parlamento y el campanario de Pest.
—Humanos —Konrad inhaló cuando una joven mujer se aproximaba a ellos, sonriendo.
—¿Está abierto para un café? —preguntó.
—Siempre. Por favor... —La chica indicó una mesa en la pintura de la ventana, rodeada por grandes y cómodos sofás.
Una pareja se sentó unos metros lejos, ignorando todo pero entre ellos.
—Humanos —murmuró Konrad de nuevo—. El personal del bar también. Las lecturas de vampiros están más lejos. Dormidos, supongo.
—Hermoso lugar —comentó Mihaela cuando las meseras regresaron con las copas y una cafetera—. ¿Es nuevo?
—Oh no, ha estado alrededor de varios años —respondió la chica.
—¿Hace cuanto trabajas aquí?
—Poco más de un año.
—¿Es un buen lugar para trabajar? —preguntó Elizabeth, añadiendo una excusa—. Necesito conseguir trabajo.
—Por ahora no hay vacantes, pero sí, es un buen lugar para trabajar. La administración cuida de ti, la paga es decente. Dejaré tu nombre con Angeline si quieres.
—¿Angeline?
—La propietaria.
Konrad le dio un codazo a Elizabeth, alentándola.
—¿Podría hablar con Angeline? —preguntó.
—Ella está dormida.
¡Vampiro!
—No la despertaré. Ella esta levantada toda la noche en el club y después limpia. Regrese esta noche. Ella no muerde.
Oh, más bien pienso que si lo hace.
—Este es el lugar —alardeó Mihaela cuando estuvieron de regreso en la calle—. Dirigido por vampiros, con ignorantes humanos ayudando. Si él aún no lo ha encontrado, lo hará.
La sonrisa de Elizabeth fue temblorosa.
—Entonces pongámosle un cebo. Conéctenme y envíenme.
* * *
Tom supo tan pronto se enteró de El Ángel, que ella estaría aquí. Podía olerla y sentía
removerse sus entrañas con triunfo y necesidad. Bien, más que agitadas, juzgando por la dirección de la mirada de Angeline cuando venia hacia él. Ella podría mal interpretarlo, pero tampoco le importaba. Ellos habían estado dando vueltas entre ellos toda la semana, revelando y escondiendo atracciones que al menos en parte eran verdaderas.
Una vez obtuvo a Elizabeth Silk, adquirió el tipo de vínculo más sofisticado y decente que se pudiera considerar. Infiernos, ahora estaba considerándolo, tomando el límite de su lujuria.
Y por la cálida sonrisa en sus seductores ojos, no sería reacia.
—Llegas temprano esta noche —ronroneó ella.
—No podía esperar.
—¿A verme?
—A ver a Lajos —la corrigió, indicando la incómoda figura que estaba sentada como
si estuviera congelada en una esquina. Nadie se sentaba cerca a él. Tom sonrió y el
vampiro miró a otro lado, agarrando su cerveza. Era una necedad lo que lo había traído aquí, sin duda escuchando que Tom había llegado a convertirse en un visitante regular.
Podría haber sido la petulancia lo que motivó su mala educación o miedo.
—¿Por qué no lo sacas de su miseria? —dijo casi bruscamente Angeline—. No te consideré lo bastante mezquino como para torturar.
—¿Torturar? —La miró con la suficiente fuerza como para manejar el color de su dramático rostro—. Querida, no sabes el significado de esa palabra. Hablemos de algo más.
—¿Como los cazadores que estuvieron esta tarde aquí? —Claramente esperaba
sorprenderlo—. Fuertes. Su energía brillaba como faros.
—No necesitas preocuparte por ellos.
—Tom, no los derribes en mi bar. Me gusta venir aquí.
—No pienses tan pequeño, Angeline. No va contigo, y eres capaz de mucho más. Hablemos más bien de Maximilian. —Se sentó en el sofá, mirándola mientras se sentaba al borde del cojín a su lado.
—¿Maximilian? Nadie sabe dónde está.
—No tiene sentido. Siempre hay alguien que sabe algo. Karl lo hacía. Lajos lo hace. Y tú también.
—No seas ridículo. No conozco la criatura.
—Angeline.
Su mirada parpadeaba y se alejaba, pero aún no decía nada.
Suspiró.
—Yo, por otro lado, lo conocía muy bien. Reconocí su firma en tu encantador Ángel. Utiliza técnicas antiguas, Maximilian aprendió de un ancestro. De mí.
Con un irritable chasquido de lengua, se tiró de regreso al asiento.
—Maldita sea, ¡no sé dónde está! Él se desanimó y se fue. Quiere que lo dejen sólo. Respeto eso. Lo respeto a él. Lo que sea que te hizo no es mi pelea. Él fue amable conmigo, y no le pagaré con la traición. Así que muérdeme.
Tom sonrió.
—Sabes que podría —se inclinó más cerca, inhalando su fresca y aún seductora esencia—. Después de todo, eres, un aliado que vale la pena tener.
Por supuesto, ella había contado con eso, con su pequeña despotricada lealtad, no obstante, sus ojos involuntariamente se entrecerraron aliviados. Cuando los abrió por completo, contenían un evidente deseo.
—Puedo ser más que una aliada. —Sus manos serpentearon y rodearon su cuello. Era un tentador abrazo, incluso para alguien que no peleaba, valía la pena por trescientos años de lujuria. Le acarició el cabello, sabiendo que era suya para tomarla. Podía follarla ahora. Podía follarla toda la noche y aun tener a Elizabeth Silk en la mañana; Elizabeth, quien amaba la música… y ¿Quién sabía qué más? Pero su obsesión por ella se estaba volviendo peligrosa, distrayéndolo de los objetivos más importantes. Era hora de terminarlo.
Empujó la barbilla de Angeline con un nudillo.
—Tal vez algún día —dijo—. Ahora mismo, tengo problemas compartiendo con Zoltán.
Ella se soltó, su color encendiéndose una vez más. Nunca había visto a un vampiro sonrojarse tanto.
Su voz tembló.
—De verdad eres un poco hijo de puta, ¿No Tom?
—Oh no. Soy un completo y total hijo de puta. Uno puede perfeccionar esas cosas a lo largo del milenio. —Se puso de pie—. Hora de hablar con Lajos.
* * *
Konrad parqueó el carro con precisión, luego encendió la luz del techo y se giró hacia el asiento trasero, donde se sentaba Elizabeth con una tensa y silenciosa Mihaela. El largo y serio rostro de István, surgió entre las sombras desde el otro lado.
—Okay. —Por alguna razón, probablemente nervios, Konrad echó un vistazo a su reloj—. Él aún no está, hemos tenido gente vigilando el lugar desde el atardecer. Pero no se confíen. Estén listos todo el tiempo y recuerden, cada persona que encuentren allí es una potencial amenaza. Es probable que sean tantos vampiros que un detector sería inútil. Pero ustedes no están por su cuenta. Tan pronto como él llegue, estaremos ahí. No solo nosotros tres.
Tenemos refuerzos para este trabajo, los mejores.
Elizabeth asintió. Quiso sentarse allí, escuchar a Konrad toda la noche. Quería que se callara, así podría ponerse manos a la obra, terminar esto de una vez, matar a Tom y regresar a su vida.
—Sólo quédate en la luz, con la multitud. Pensamos que debe haber alguna clase de regla para no matar, que han elegido los vampiros o de alguna manera han sido compelidos a obedecer. No han sido reportados asesinatos o cualquier otro crimen en el local, así que deberías estar a salvo. Tan solo recuerda, ni siquiera intentes matarlo. Ese es asunto nuestro.
Elizabeth asintió de nuevo.
—Lo rodearemos tan pronto lo vislumbremos —le aseguró István—. O a cualquier persona que posiblemente pueda ser Tom. La mejor política sería hacer que te vea, pero que nunca te alcance. Al verte sola, sin nosotros, le daría una falsa sensación de seguridad, y aún debe ser lo suficientemente débil como para que lo agarremos. Los vampiros tienen pocos amigos, es poco probable que los otros intervengan.
Ya habían discutido todo esto antes. Parecía no haber más razón que asentir una vez más.
Estando cerca la hacían sentirse más vulnerable que segura, tal vez porque de pronto parecía que los cazadores no entendían con quien estaban tratando. ¿Los vampiros tienen pocos amigos? ¿Será cierto? ¿Nos aseguremos de que él te vea, pero que nunca te alcance? Vamos, chicos, sean realistas…
Por supuesto, era una ilusión. Ellos odiaban dejarla ir así. Todavía estaban tratando de
protegerla cuando lo que necesitaba ahora era estar activa, para retomar el control de una vida descontrolada. En realidad, sólo quería llegar a ese bastardo de una vez por todas.
Elizabeth llegó a la puerta.
—¿Tienes tu localizador? —exigió Konrad.
—En mi bolso.
—¿Y una estaca? —prosiguió István—. Por si acaso.
—Sí. —Les echó una rápida sonrisa—. Buena suerte, chicos.
—Para ti también.
Habían recorrido un largo camino en su mente de bromistas y locos como ella lo había pensado alguna vez. Sólo esperaba que esta no fuera la última vez que viera a ninguno de ellos.
Si he de morir, sólo pensaran esto de mí… ¿Qué? ¿Que al fin murió feliz? ¿Que nunca estuvo segura si quería follarlo más que matarlo, y descubrió la respuesta demasiado tarde?
Oh, no, eso podría haber sido en cierto tiempo. Ahora soy más fuerte. Porque sé que él también me quiere. Demonios, pasen el casette; yo lo valgo .
Aplastada por el aumento de la histeria, se dio cuenta de Mihaela marchando a su lado. —No puedes venir conmigo —le advirtió—. Él te ha visto. Sabrá que es una trampa.
—Mierda, Elizabeth, ambas sabemos que él va a estar bien consciente tan pronto te vea. Ellos deliberadamente pueden ser un punto ciego —levantó la cabeza hacia el coche—. Pero hay que reconocerlo…
Un sordo tintineo con el tono de Bach rasgó el aire como el efecto de la explosión de
una bomba. Elizabeth y Mihaela se miraron la una a la otra, ampliando los ojos un tenso microsegundo. Él había sido visto entrando al club, viniendo hacia el club, realmente estaría allí…
De alguna manera, el teléfono estaba en su mano y en su oído, antes de que viera el número en la pantalla de la persona que llamaba.
—¿Elizabeth? Habla Richard. ¿Cómo te va?
El alivio la inundó. Todavía no. Todavía tenía tiempo para llegar allí, para hacerse fuerte, para prepararse. —Muy bien. Richard, ahora no puedo hablar. Te devolveré la llamada. Adiós.
Rompió la conexión y dejó caer el teléfono en su bolsa con una rápida sonrisa una disculpa a Mihaela, que en su urgencia ni siquiera lo reconoció.
—Escucha, Elizabeth, no me importa lo que Konrad dijo, su raro control en serio me empieza a preocupar. Si te acercas lo suficiente, estacas al bastardo. Lo suficiente para retenerlo hasta que lleguemos allí y terminemos el trabajo. Tienes que hacerlo. Cuando se dé cuenta de la trampa, intentará matarte rápidamente y salir.
No, él me quiere, pero ¿cuán segura estoy que él realmente vale la pena? No tanto como quiero estarlo. Él tomará mi sangre y mi cuerpo…
Era imposible decirle algo de eso a Mihaela, aunque podría habérselo imaginado. Elizabeth se había vestido por su cuenta, saliendo de la habitación de repuesto de Mihaela con una chaqueta larga estrechamente envuelta a su alrededor. No se había molestado en maquillarse, el miedo surgiendo a través del desconocimiento y de sus torpes manos mostraban una alarmante tendencia a temblar, sin embargo había atado su cabello de una forma más elegante y de un atrayente estilo, y por debajo de la chaqueta estaba vestida para matar.
Llegaron a la esquina, cerca a la entrada del Ángel que se hizo visible. Elizabeth no podía abandonar a Mihaela con la misma silenciosa despedida que le había dado a los demás. Mihaela era más que una protectora. Probablemente era su amiga.
Elizabeth se giró y la abrazó, fuertemente. —Gracias —susurró, y la liberó antes de sentir que Mihaela le retornara el abrazo. Dejó la esquina, sintió dolor al correr por millas y millas hasta que su cuerpo estuvo demasiado agotado para sentir ese intenso dolor, odio o lujuria o cualquier cosa más que el deber, como en los buenos viejos días antes de que reviviera a Tom.
¿Y él espera que yo estuviera agradecida?
Se forzó a reducir la velocidad. No era parte de su plan llegar al club despeinada, sudorosa y jadeante. En la habitación de repuesto de Mihaela se había imaginado ensangrentada, ciñéndose al plan hasta que lo estacara o alguien más lo hiciera. De cualquier manera, ella sería libre.¿Para qué? una pequeña voz susurró en su mente. ¿Para terminar una tesis que ya sabes que es una mierda? ¿Para ir a casa y pretender que nada de esto realmente sucedió? ¿Que tú no sientes esto?
Sí. Oh mierda, sí.
Elizabeth entró al Ángel como si fuera la dueña del lugar. Ayudó que hubiera estado antes y sabía a dónde ir, se preparó para subir la pendiente, y poder pasar al hombre en la parte superior de la escalera, que podría haber sido un vampiro, como si de alguna manera no lo fuera. Ciertamente, no hizo nada para detenerla, o incluso hurgó su bolso, que era su única preocupación en toda la expedición. Incluso los clubs normales eran comprensiblemente quisquillosos con las armas, y ella difícilmente podría quejarse por tener un letalmente afilado palo confiscado. Indefensa, su única opción restante sería echar atrás el furioso asalto, sin lograr nada.
Los cazadores tendrían que ocultarse detrás de los coches y saltar sobre él cuando llegara.
La imagen la entretuvo mientras permanecía en el club, entró al estruendoso ruido con la cabeza en alto. Ignoró el guardarropa, Dios sabía que podría haberse encontrado allí, se encogió de hombros en la chaqueta, sintiendo la suficiente atención como para cosquillearle la piel, se encaminó hacia la barra. Sin mirar, notó dos insignificantes hombres sentados allí, en los extremos opuestos, y eligió su lugar al lado de uno. Con suerte, uno le compraría una copa antes de que Tom llegara. Se deslizó y se apoyó en el taburete de la barra para estudiar su entorno sin prisa.
Se veía muy diferente por la noche, las luces bajas e íntimas, lanzaban un engañoso aire de privacidad a cada mesa y sofá, encima de cada pareja en la pista de baile. El lugar estaba saltando y la pista de baile llena mientras la banda de rock en el escenario lo daba todo.
Eran muy jóvenes, muy serios, y no tan malos en absoluto, a pesar de que no veía ninguna razón para que fueran demasiado ruidosos. El bajo vibraba a través de su taburete y su cadera, y a pesar de todo, sentía el impulso de marcar y balancearse con el implacable ritmo.
Comprometida, siguió el ritmo con un moviendo de pies.
El profundo techo del domo, la ventana corrediza de cristal estaba totalmente abierta,
dejando correr el fresco aire de la noche entre los febriles bailarines. Dejó que sus ojos
se movieran, completando el círculo de moda, pasando por la adinerada, y escandalosa
clientela hasta que finalmente, llegó al hombre sentado a su lado.
Su corazón, su mundo entero, parecía hundirse en el piso.
—Buenas noches —dijo Tom.
De nuevo lo había hecho. El bastardo ya estaba aquí.
De alguna manera, había llegado anticipándoseles.
* * *
Los cazadores no habían ni llegado a observar el club cuando Tom había paseado a
través del sombrío pre-anochecer con gafas de sol con el fin de asustar a Lajos y conversar con Angeline sobre temas de sexo y alianzas. Luego se entretuvo ayudando a la banda a instalar su equipo, tomando nota de lo que eran los bits dónde y cómo funcionaba todo.
Angeline se había reído de él, pero Tom estaba realmente interesado. La nueva era le fascinaba, al igual que la gente de la nueva era. Eligió mirar la banda cerca del escenario, que sería donde estaría cuando —escuchara— su llegada, y sonrió involuntariamente. Podría haber sido de alivio, o triunfo. Ciertamente, era de placer.
Con su superior Antiguo Sentido, le resultaba simple pasar por alto los escudos de Angeline.
No sólo sabría tan pronto Elizabeth entrara al edificio, mucho antes, mientras ella se acercaba a pie. Ni siquiera tuvo problemas para buscar a los cazadores. Sabía que estaban allí, a pesar de que la estaban dejando venir sola.
Se alejó de la pista de baile, ignorando el respectivo silencio, pero las persuasivas invitaciones emitidas para bailar en su camino tanto por humanas y vampiresas. Disfrutó de la libertad de la mujer moderna, sin embargo, la reticencia de Elizabeth era aún más atractiva. Eligió sentarse en la barra, desde donde tenía una excelente vista de la puerta. Esta noche quería apreciarla desde el primer momento hasta el último, a pesar de que había venido a acabar con él, se la imaginó acosándolo.
Tom era consciente de la sangre latiendo en su corazón, como un chico esperando a
su primer amor en lugar de un viejo vampiro de tres mil años preparándose para matar a su Despertador. Podía reírse de sí mismo por eso, de una forma desinteresada. Pero había tenido una larga existencia sin caer en la locura sólo viviendo para disfrutar cada momento.
Y tenía la intención de disfrutar cada uno de esta noche muy exhaustivamente.
Las puertas dobles se abrieron. Elizabeth atravesó como si fuera su segunda casa. Estaba
magnífica, impresionante, con esas largas y elegantes piernas, llenas de sensualidad que
cualquier hombre anhela tener envueltas alrededor suyo en medio de la pasión.
Tom quería reír.
Aunque no porque no luciera preciosa. De hecho, la única razón para que no le quitara el aliento en ese primer vistazo, era su falta a dejarse vencer. Era sólo que se había tomado tantos problemas luciendo sexy en ese vestido rojo con el tentador escote y los diminutos y provocativos tirantes, atando su encantador pelo rubio fresa en un artístico desorden que exponía su cuello y garganta a la perfección, cuando lo único que realmente habría necesitado hacer era aparecer en su viejo pantalón de obrero y corpiño de puta con el que la había conocido, con el polvo en la nariz y los cortes en la piel, de sus manos sucias.
Sin embargo, como se vistiera, o llevara el pelo, era hermosa y única, y la deseaba con una intensidad que lo consumía.
Mientras tanto… demonios, sí, jugaría este juego. Ella incluso caminaba diferente, vestida así, como si por fin supiera lo bien que lucía. Si esto se debía a que uno de los cazadores había puesto una mano sobre ella, tendría el gran placer de rasgarle la garganta, después, mucho después. Vio cómo se deslizaba sobre el suelo sin ni siquiera mirar en su dirección y, luego fijándose en el taburete a su lado. Lucía como un ocaso o un amanecer. Lo que sea, estaba comenzando a brillar.
Se tomó su tiempo, todavía sin mirarlo, ella no podía sentir el ardiente deseo que tiraba de sus pantalones y por fin clamaba la recompensa. El enmascaramiento trabajado en los humanos también los hacía menos conscientes de una particular presencia. Entonces todo fue más dulce cuando ella completó su búsqueda por la habitación, asegurándose de que ningún peligro acechara en las sombras, antes de que se permitiera echar un vistazo a su vecino más cercano.
Sus ojos castaños oscuros y su boca se ampliaron tanto en shock, diciéndole todo lo que necesitaba saber. Ni ella ni los cazadores habían sido conscientes de que él estaba aquí. Simplemente estaban esperando que llegara más tarde, presumiblemente detectando de su presencia.
Imprudentes, mortalmente imprudentes, pero su negligencia fue útil y bastante divertida.
—Buenas noches —dijo tan seriamente como pudo.
ayyyy por dios me encanta esta historia dime pronto que va a pasar no te tardes mucho y lo del 18 de febrero seria el cumpleaños de mis abuelos maternos nacieron el mismo dia pero con dos años de diferencia por eso es especial para mi y no tengo camaras vigilandote solo que por lo que hablamos creo que te conozco un poco un beso
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