2 ene 2012

Retrum: Capitulo 3


Capitulo 3


3. Lord Byron


“El romanticismo es, en esencia, el arte moderno:

es intimidad, espiritualidad, color y aspiración del infinito”


CHARLES BAUDELAIRE


Dos meses después de haber recogido el guante negro ―lo llevaba siempre en el bolsillo como un fetiche―, sucedió algo que daría una nueva vuelta de tuerca a mi vida.

Era febrero y, tras unos días de relativa bonanza, el frío y la nieve habían regresado a Teiá. Aquel ambiente gélido y brumoso sintonizaba a las mil maravillas con mi estado de ánimo. Escapé del instituto una hora antes de que terminaran las clases para caminar bajo la luz dorada del crepúsculo.

Mi discreta huida no pasó desapercibida a Alba, mi compañera de pupitre. Había elegido sentarme con ella porque tenía la rara virtud de no hacer preguntas. Era una chica tranquila y sencilla. Estaba considerada la hippy de la clase: llevaba el pelo rubio recogido en una cola de caballo y vestía siempre jerseis anchos y tejanos. Olía a colonia a granel y tenía la letra más pulcra que jamás hubiera visto.

Por las miradas de reojo que me lanzaba de vez en cuando, había llegado a la conclusión de que yo le gustaba. Sin embargo, gracias su discreción, nunca me había puesto en un aprieto. Eso me hacía valorarla más que a cualquier otro compañero de clase, pero no se podía decir que fuéramos amigos.

Aquella tarde, no obstante, al atravesar el pasillo del instituto en dirección a la salida, Alba salió tras de mí. Ya estaba abriendo la puerta cuando me dio alcance.

―¿No te quedas a inglés?

―Tengo cosas que hacer. Además, inglés es la única asignatura en la que voy sobrado.

Esa respuesta pareció bastarle. Aún así, se quedó junto a la puerta, como si quisiera ver qué dirección tomaba. Decidí intimidarla con una pregunta:

―¿Necesitas algo de mí?

Alba se puso las gafas que aumentaban su mirada miope ―tenía unos bonitos ojos azules―, antes de contestar insegura:

―Bueno, de hecho te quería proponer algo. Me refiero al concierto de la Palma. Es esta noche. ¿Te gustaría...? Quiero decir, ¿te parece bien que vayamos juntos?

No sabía de qué me estaba hablando. La Palma era el café donde se reunían mis compañeros de clase. Los jueves, como era el caso, se ponía a reventar.

―Pensaba que ya no se hacían conciertos ahí ―dije para ganar tiempo―. ¿Quién toca?

―Una banda de Barcelona ―repuso con un destello de entusiasmo en los ojos―. Hacen powerpop o algo así. Es a las once, entrada libre.

―Intentaré ir.

―Entonces yo también iré.

Tras decir eso, miró el reloj y salió corriendo pasillo adentro. Se notaba que estaba emocionada con el plan.

Enfilé la cuesta del cementerio con mala conciencia. Sabía perfectamente que no iba a acudir a la Palma aquella noche. Lo último que deseaba era meterme en un bar lleno de humo y gente gritando. Por otra parte, no soportaba el tipo de música que allí se tocaba.

¿Por qué le había mentido?

Unos copos de nieve casi transparentes, como plumas de ángel, empezaron a caer muy lentamente. Aminoré el paso para disfrutar de aquella sensación mientras ponía en mi i–Pod Alina, una delicada pieza de Arvo Párt.

Llegué hasta las puertas del cementerio mecido por el lento acorde de piano sobre el que gemía un violoncello.

En un estado cercano al trance, me senté en uno de los escalones que llevaban a la verja del cementerio. Delante de mí, cuatro cipreses centenarios se erguían plateados por la nevada. Ajeno al frío, me abroché el anorak hasta el cuello y saqué de mi bolsa una antología de poemas de Lord Byron. Más que los poemas en sí, me gustaba la biografía del autor en la introducción.

Cojo de nacimiento, Byron había descubierto el sexo a los nueve años con una institutriz escocesa que su madre había contratado para que le enseñara la Biblia. Tras una adolescencia llena de excesos y cambios de residencia, logró ingresar en la Universidad de Cambridge, donde causó sensación con sus trajes extravagantes y su alocado estilo de vida.

Una de sus provocaciones, por ejemplo, fue guardar un oso adulto en una institución donde estaban prohibidos incluso los animales domésticos.

Obligado a abandonar la universidad por falta de dinero, su azarosa vida le llevó a tener múltiples amantes y a participar en toda clase de revoluciones. Lord Byron moriría en Grecia, país al que había viajado para luchar por su independencia de los turcos. Había dicho: «Lo que llamamos muerte es algo que hace llorar a los hombres; y, sin embargo, se pasan un tercio de la vida durmiendo.»

Tras leer estas líneas, levanté la cabeza del libro para buscar el mar con la mirada. Para mi sorpresa, descubrí que tres figuras oscuras se interponían entre mí y el horizonte azul. Llevaban tiempo observándome.

1 comentario:

  1. ayyy que va a pasar espero con ansias el siguiente las dos fics me tienen enganchada

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